Vía de escape

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Cedric seguía dándole vueltas a las escasas posibilidades con las que contaba para liberarse de aquella deprimente celda a la cual lo habían confinado sin siquiera darle una explicación de las razones para la remoción de su derecho a la libertad. Aún si él lograse destrozar la gruesa puerta de acero que lo mantenía recluido en aquel diminuto calabozo, no tenía ni la más remota idea de cómo deshacerse de la fuerza invisible que lo obligaba a permanecer inmovilizado, siempre en posición horizontal. Estaba consciente de que batallar contra un poder que desconocía sería inútil. La Murániga le había dicho de manera clara que no debía desperdiciar sus limitadas energías en vano. Por lo tanto, decidió intentar algo que nunca se le hubiese ocurrido probar antes.

—Aunque esto no es algo que me complazca mucho llevar a cabo, quizás aún pueda comunicarme con Nina. Hace muchos siglos que no hablamos y ella seguro cree que estoy muerto, pero me parece que es la única persona que me podría dar algún tipo de ayuda en estos momentos —murmuró para sí el Taikurime.

Respiró hondo un par de veces y se concentró en la imagen de su prometida, al tiempo que frotaba la piedrecilla de jaspe rojizo de su sortija con la punta de su dedo índice izquierdo. Para su buena fortuna, la joya comenzó a resplandecer. Una imagen vaporosa de la bella Orankel apareció frente a los ojos del príncipe.

—¡Oh, por todas las hadas del bosque y las ninfas del atardecer! ¡Eres tú, mi Cedric! ¡Este es el día más feliz de mi vida! ¡Por fin vuelvo a ver tu hermoso rostro! ¿Estás bien, mi amor? —clamó ella, mientras le bajaban gruesas lágrimas por sus perladas mejillas.

—Sí, estoy bien, no te preocupes. Lo único malo que me ha sucedido es que estoy preso. Necesito que me ayudes a salir de aquí, por favor —respondió él, con un tono de voz que no ocultaba su indiferencia.

—¿¡Prisionero!? Pero, ¿por qué? ¿En dónde te están reteniendo?

—Es una larga historia que con gusto te contaré después. Por ahora, es urgente que me saques. ¿Podrás hacer algo, aunque estés en la Tierra?

—Siempre hay algo que las Orankel podemos hacer. Voy a ir en busca de alguna de las Linvetsi. Estoy segura de que ellas estarán gustosas de fabricar una de sus famosas "Aves Argénteas" para ti. Será sencillo para ellas hacértela llegar tan pronto como la tengan lista.

—¿Las Linvetsi? ¿Te refieres las Náyades Purificadoras? Pensé que su estirpe se había extinguido cuando Raki falleció.

—Eso es lo que le hicieron pensar a la gran mayoría de los seres terrestres. Decidieron encubrir su identidad y sus poderes con el objetivo de protegerse de la Legión de los Olvidados. Algunas de ellas se sacrificaron y se convirtieron en humanas. De esa manera, sus habilidades pueden quedarse dormidas por completo y no las despiertan a menos que sea necesario, ya sea para la supervivencia de su especie o para el bienestar del planeta.

—Y si están escondidas, ¿cómo harás para encontrarlas?

—Todos los entes encargados del cuidado de la Tierra tenemos una conexión especial. Podemos reconocernos con facilidad. Incluso mientras hablamos, puedo sentir la presencia de una niña Linvetsi en la zona central del continente que tengo a mi cargo. Ya que no tengo permitido descender todavía, enviaré a mi mensajera de confianza para que hable con la chica y le pida que nos ayude. Tú sólo ten un poco de paciencia, amor mío. Muy pronto estaremos juntos de nuevo.

—De acuerdo, Nina. Confío en ti. Volveré a contactarte mañana a esta misma hora, dado que no es seguro que sigamos hablando por tanto tiempo. Podrían descubrirme y castigarme.

—¡Ah, tienes razón! Lo último que querría es meterte en problemas. Entonces, me despido ya. ¡Hasta pronto, mi amor!

—¡Adiós! Muchas gracias por todo lo que haces. ¡Nos vemos!

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Onde histórias criam vida. Descubra agora