Tierra de plañidos

13.3K 540 107
                                    

Al principio, era dificultoso comprender lo que estaba sucediendo en realidad. Múltiples susurros de procedencia indeterminada llegaban hasta los oídos de Dahlia, cual letanía fervorosa hecha por cientos de personas con total solemnidad. Poco a poco, los murmullos fueron adquiriendo mayor intensidad sonora, hasta llegar a convertirse en ensordecedores plañidos. Una ininteligible mezcla de súplicas pronunciadas por una amplia gama de voces tanto masculinas como femeninas, todas intentando ser escuchadas al mismo tiempo, asediaron a la confundida rubia. Su contraído semblante transmitía con claridad la enorme angustia que la embargaba, pues ella era el único destino hacia el cual se dirigía ese aturdidor aluvión de ruegos. Cedric no era capaz de escuchar nada de aquel insólito concierto de gemidos lastimeros, así que le alarmó muchísimo ver que la chica de repente se arrodilló, presionándose las orejas con ambas manos, mientras cerraba los ojos y apretaba las mandíbulas.

—¿Te encuentras bien? Por favor... ¡dime qué es lo que te sucede! —exclamó desesperado el príncipe, al tiempo que se acuclillaba presuroso de frente a la joven.

La muchacha no pudo contestarle esa pregunta porque ni siquiera la había podido oír. No podía pensar con claridad y su capacidad auditiva estaba embotada. Su transpiración era tan profusa que le había empapado por completo su áurea cabellera, causando que gruesos mechones se pegaran a su rostro, cubriéndoselo casi en su totalidad, como si las ramas de una enredadera lo hubiesen envuelto. Estaba tiritando debido a la altísima fiebre que invadió sin piedad alguna su organismo, haciéndola palidecer.

—¡Dahlia, tienes que reaccionar! ¡No te vayas! —imploraba el Taikurime al mirarla, luchando por no ceder a las lágrimas, dado que ya algunas de ellas comenzaban a rodar por sus mejillas, sin que él pudiese evitarlo.

Desde el sitio más recóndito en las profundidades de la atormentada mente de la niña, una versión diminuta de sí misma, con la mirada perdida, se desgañitaba. Su subconsciente trataba de hacerla salir del trance en el que se hallaba, pero no estaba logrando conseguir ningún resultado. En el exterior, Cedric estaba sentado en el suelo y había tomado a la chiquilla entre sus brazos. Le apartaba los cabellos de la cara, repitiéndole una y otra vez la misma frase: "¡Por favor, despierta!" La persistencia del joven fue tanta que por fin el cerebro de Dahlia pudo percibir el sonido de su triste voz. Un haz luminoso invadió el entorno donde se ubicaba la miniaturizada muchacha que aún gritaba a todo pulmón. Una indescriptible paz envolvió a esa pequeñísima chica, quien miró hacia arriba y esbozó una delicada sonrisa, la cual se dibujó al mismo tiempo en los labios de la ahora consciente jovencita que descansaba sobre los regazos del príncipe.

—¡Gracias, oh Dios, muchas gracias! —mascullaba él, con una voz muy queda.

Un cálido mar lacrimoso bañó la blanca tez de Dahlia, quien contemplaba con gran ternura al sollozante Taikurime.

—Ya no llores más, Cedric. He vuelto... Mírame, estoy bien —le aseguraba ella, enjugando muy despacio con su mano derecha el humedecido rostro de él.

—No te atrevas a dejarme de nuevo, ¿de acuerdo? Me asustaste mucho...

—Prometo que me esforzaré por no volver a entristecerte así...

—Lo que importa es que despertaste... Pero dime, ¿qué fue lo que te causó este horrendo episodio?

—Pues, no estoy muy segura de lo que me pasó, pero creo tener una vaga idea de ello... Antes de quedar inconsciente, escuché un montón de voces lamentándose. La intensidad del ruido que hacían fue tan alta que mi cuerpo de seguro no pudo soportarla. Supongo que por eso me desmayé...

—¿Cómo es posible que yo no escuchase nada de eso? Tendría que haberme afectado a mí también.

—Quizás no sufriste ningún daño porque es probable que todo ese ruido estuviese dentro de mi cabeza nada más...

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora