El principio del fin

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Cedric no podía creer lo que ahora contemplaban sus verdosos orbes. Nunca se hubiese imaginado que podría encontrarse de nuevo con la rubia en tan poco tiempo. Sin embargo, ese no era el momento ni el lugar para tomarse la libertad de prodigarle saludos efusivos o sostener amenas charlas cual si fuesen un adorable par de viejos amigos. Él estaba consciente de que algo muy malo estaba sucediendo con la valerosa Dahlia, puesto que la última vez que habían estado juntos, ella se había comportado de manera muy extraña. Le dirigía la palabra con una voz monótona, cargada de frialdad, como si él no fuera más que un completo extraño. Ni siquiera se molestó en otearlo cuando le entregó el pequeño frasco que contenía el Smaragdi. Y esa conducta sólo era una pequeña parte de las cosas que tenían atormentado al Taikurime, dado que la chica, además de mostrar una marcada indiferencia hacia él, se había puesto a gritar como enloquecida justo antes de caer desmayada frente a sus perplejos ojos. No había sabido nada más acerca de ella desde el instante en que el jinete misterioso se había aparecido para tomarlo como prisionero.

—¡Dahlia! Soy yo, Cedric. ¿Puedes oírme? Sólo dime que te encuentras bien... —declaró el príncipe, cuya voz temblorosa revelaba su creciente intranquilidad.

Los músculos faciales de la muchacha se contrajeron al instante. El timbre y tono de aquella amigable voz masculina a sus espaldas le resultaban muy familiares, así como también creía reconocer aquel nombre por el cual ese joven aseguraba ser llamado. Casi podría jurar que él era alguien muy especial para ella, pero sin importar cuántos esfuerzos mentales realizase, la chica era incapaz de reconocer el nombre que el mancebo estaba utilizando para referirse a ella. Ese único detalle la estaba haciendo dudar de todo cuanto saliese de la boca de ese chico. Con una cierta desconfianza, la chiquilla dio un giro corporal de ciento ochenta grados, con el objetivo de posicionarse cara a cara ante quien afirmaba ser Cedric.

—¿A quién le estás hablando? ¿Acaso te refieres a mí? Si es así, estás utilizando el nombre equivocado. Yo no soy esa tal Dahlia a quien buscas. Me llamo Nahiara, ¿lo sabías? Espero que no lo olvides de ahora en adelante —replicó ella de manera desafiante, con una buena dosis de enojo en su mirada.

Aquellas duras palabras, junto con la fría expresión entre fastidio y sorpresa que enmarcaba el rostro de la joven, dejaron estupefacto al Taikurime. "¡Esto no puede ser! ¿¡Qué le han hecho!? Tiene que haber una manera de revertir el daño..." pensaba él, con el pulso acelerado. Debía empezar a buscar una solución lo más rápido que le fuese posible, puesto que los minutos continuaban avanzando y el incierto futuro de la rubia parecía estar en sus manos.

—Perdona que te haya ocasionado disgustos, pues está claro que esa no era mi intención. Lo que sucede es que eres idéntica a una persona que conozco. Y aunque no quiero resultarte más molesto de lo que ya he sido, permíteme, por favor, hacerte una propuesta —suplicó él con la cabeza gacha, al tiempo que se arrodillaba.

La muchacha guardó el más profundo silencio por espacio de un minuto. Parecía estar sopesando con sumo cuidado cada una de las palabras que aquel desconocido había proferido. "¿Acaso será esta conversación una parte de las pruebas? De seguro que no es más que otro distractor, una trampa diseñada para que yo pierda concentración durante la selección de mis memorias... Estoy convencida de que debo ignorar a este hombre, pero al mismo tiempo algo muy dentro de mí me dice que al menos lo escuche. Si tan solo no me hubiese llamado Dahlia..." monologaba ella para sus adentros. Su secuencia de pensamientos se rompió de repente debido al retintín que le causó un agudo chillido que soltaron al unísono los bulbos evocativos que la habían estado guiando a través de todo el proceso de recolección de recuerdos.

—No desperdicies tu valioso tiempo con esa imitación barata y defectuosa de lo que debe ser un auténtico caballero. ¿No te das cuenta de que te faltó al respeto hablándote como si fueses su igual, y para colmo dirigiéndose a ti con el nombre de otra? ¡Eso es imperdonable! Alguien que trata así a una dama como tú no merece ni siquiera una milésima de segundo de tu atención. ¡Ignóralo! —clamaban las masas bulbosas.

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora