El Páramo de la Ira, Parte II

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—Oye, Cedric, espera un momento... Ahora que lo estuve pensando un poco mejor, ¿no se supone que estas pruebas deberían ser distintas para cada guerrero? ¿Cómo es que sabes tanto acerca de lo que me corresponde hacer? No me malentiendas, pues no es que tu ayuda sea algo que no aprecio. Es que me parece que todo esto es demasiado bueno para ser real. Además, ¿con qué cara voy a escoger una de las dagas de la Alianza si no salgo de aquí por mis propios méritos?— inquirió la rubia, al tiempo que detenía sus pasos y su sonrisa de unos instantes atrás se transformaba en un ceño fruncido, acompañado de una penetrante mirada retadora.

—Pues, yo... creo... es que... —titubeaba el príncipe, mientras gruesas gotas de sudor frío comenzaban a recorrerle la trigueña piel de su rostro.

—Si no me das una explicación convincente, no me moveré ni un centímetro de donde estoy. Supongo que no quieres eso, ¿cierto? Ni tú ni yo saldremos de aquí si no me hablas con la verdad.

—Bueno, verás... la verdad... tú... yo estaba...

—Esto me parece bastante gracioso. Primero te presentaste como alguien de increíble autoridad, sermoneándome a cada instante. Luego asumiste el papel del chico amable y atento. Y ahora un ataque repentino de amnesia te hizo olvidar cómo hilar una simple frase coherente. ¿Qué pasa contigo? ¿Qué es lo que me escondes? ¡Deja de mentirme!

—Creo que tienes razón, no tiene caso seguir con esta ridícula farsa. En realidad no estás en los páramos que te correspondían a ti... Esta es una réplica exacta de las pruebas que yo tuve que afrontar. Es por eso que las conozco a la perfección.

—¡¿Qué?! ¡Eso no tiene sentido! Es imposible que yo haya estado frente a todos los representantes de la Alianza de Callirus y que ellos no supieran nada de esto. ¿O es que acaso me tendieron una trampa?

—Nadie tiene idea de lo que está sucediendo aquí dentro. Los representantes de la Alianza creen que perecí. Ya no me recuerda ninguna persona, exceptuando a los Taikurime, los de mi clase.

—¿Y qué tienen ustedes que es tan especial? No me digas que están saboteando mis pruebas...

—No creo que de verdad quieras saber lo que está ocurriendo. Creo que eso te alteraría muchísimo. Lo último que necesitas en estos momentos es desconcentración innecesaria.

—¿Te atreves a decirme que no debo saber los detalles de algo que me afecta directamente a mí? ¡Estás loco si te imaginas que voy a aceptar esa excusa tan absurda!

—Bueno, te ruego que te calmes un poco. Intentaré explicártelo lo mejor que me sea posible.

—Soy toda oídos. Y como ya habrás podido notar, me impaciento en un dos por tres, así que no te demores.

Después de inhalar y exhalar repetidas veces con gran lentitud y así calmar un poco su ansiedad, los verdes orbes de Cedric se enfocaron en Dahlia. Aunque ella no pudiese verlo, el simple hecho de mirar su amable rostro le transmitía una inexplicable sensación de paz al corazón del joven. Tras un par de minutos en silencio, el príncipe ya estaba listo para revelar una parte de sus secretos.

—Los Taikurime somos los guardianes de las memorias de la humanidad. Si alguien muere, sus recuerdos pasan a estar bajo nuestra custodia de manera inmediata. También podemos recibir memorias de personas vivas, siempre y cuando nos las cedan ellas mismas, sin sentirse obligadas a hacerlo. Nuestras habilidades innatas van aumentando cada día con todos los recuerdos que recibimos. Gracias a la enorme energía cósmica contenida en el núcleo de estos, nosotros podemos viajar en el tiempo, al lugar y momento que prefiramos. Nunca hurgamos en la privacidad de las memorias, solo las cuidamos. Cualquiera, humano o no, puede presentarse ante nosotros y solicitar los recuerdos de quien desee. Con gusto se los daremos, pero debe entregarnos algo a cambio, una dádiva que tenga un valor proporcional a lo que solicita.

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora