Preparativos para la batalla

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La imponente Galatea se paseaba despreocupada por en medio de los amplios y lustrosos pasillos de "La Galería de los Capullos", el área más recóndita de toda la enigmática Lutkyneva. Dicha zona se encontraba ubicada a veinte kilómetros bajo tierra, y sólo tenían acceso a ella los Reclutadores de la Legión. Aquel extenso espacio semejante a un gran óvalo albergaba a las poderosas hordas de guerreros Blancos, Negros y Plomizos en el interior de sus cientos de miles de micro-cámaras. Cada una de estas estaba constituida por un contenedor vítreo, cuya forma era la de un prisma rectangular de dos metros de largo, por un metro y medio de ancho y setenta y cinco centímetros de alto. Todos los receptáculos eran llenados con la sangre humana que era extraída del cuerpo de los hombres y mujeres que aceptaban unirse a las filas de los Olvidados. El fluido sanguíneo mantenía con vida a los enormes capullos de rosa blanca, los cuales habían sido clonados a partir de la nívea flor manchada que Nahiara dejó tras de sí cuando desapareció. Cada capullo cumplía una función distinta, acorde con su tamaño. Los retoños pequeños envolvían con sus pétalos a los Soldados Plomizos, los retoños medianos cubrían a los Soldados Negros, y los retoños grandes resguardaban a los Soldados Blancos.

El Soldado Plomizo tenía una figura semejante a la de una persona, pero carecía de ojos, oídos, y nariz. Solo tenía una gran boca cuadrada. Su piel lucía tan brillosa como una espinela, y sus extremidades superiores e inferiores eran bastante más largas que su cilíndrico tronco. Los guerreros de esta clase serían los encargados de exterminar a todas las especies vegetales, ya fuesen terrestres o marinas. Gracias a las letales sustancias que estos seres podrían secretar a través de sus bocas o mediante sus filosas uñas, cualquier tipo de planta o árbol moriría de forma instantánea al entrar en contacto con dichos concentrados tóxicos.

Por otro lado, el Soldado Negro poseía unas piernas cortas, gruesas y curvadas hacia atrás. Sus brazos eran muy similares a las delgadas ramas de un abedul, y de su esférica cabeza sobresalían ocho ojos saltones de tono pardo. Los soldados de esta categoría llevarían a cabo la matanza de la totalidad de los seres pertenecientes al reino animal, con excepción de los humanos. Su tóxico hálito habría de contaminar el aire y el agua, para así comenzar a colarse por medio de las fosas nasales, las branquias u otros mecanismos de respiración de todas las criaturas inferiores a los hombres que requiriesen de oxígeno para sobrevivir.

Para terminar, el Soldado Blanco tenía dos pequeñas cabezas puntiagudas monoculares, con tres bocas circulares repletas de dientes en cada una. Sus tendinosas piernas semejantes a las de un elefante le ayudaban a pisotear con facilidad a sus enemigos. Estos fieros combatientes drenarían hasta la última gota de sangre de los hombres, mujeres y niños de todo el orbe. Esta comisión la cumplirían al colocar su portentoso cuarteto de tentáculos equipados con ventosas succionadoras hechas de acero sobre el pecho o la espalda de sus víctimas. Los cuerpos que no se desintegrasen al concluir dicho proceso tendrían que ser devorados por ellos, de manera que no quedase rastro alguno de la raza humana en el planeta. Lo único que todos estos temibles guerreros necesitaban para emprender su misión era escuchar el grito de guerra que había de ser dado por Nahiara...

Una sonrisa de satisfacción se dibujaba en los labios de la emisaria favorita de la Nocturna. Los capullos estaban en óptimas condiciones, lo cual significaba que los valiosos guerreros que se habían ido acumulando a lo largo de los siglos estaban más que listos para dar comienzo a la batalla para tomar posesión de la Tierra en cualquier momento.

—Estamos a sólo un paso de contemplar el glorioso retorno de nuestra amada soberana. ¡Este es un excelente motivo para organizar una celebración! Convocaré a todos los integrantes del "Consejo Olvidado" para que festejemos juntos —monologaba Galatea, muy animada.

Dicho eso, se apresuró a reunir y enviar a varios de los "Vigilantes Grises" para que ellos dieran aviso a los Reclutadores y a los Heraldos del Plenilunio de que debían presentarse en la Cámara Lunar a petición de la señora. Los invitados tardaron menos de una hora en acudir a la importante reunión. Una vez que todos estuvieron allí, la blanquecina mandataria de los Olvidados pronunció unas cordiales palabras a manera de recibimiento.

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora