Déneve

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Déneve nació y creció en una tranquila zona rural de Escocia. Tuvo una infancia bastante agradable, pues pasaba sus días leyendo mientras estaba recostada bajo la sombra de algún frondoso árbol, correteando con sus perros o plantando flores por doquier. Sus padres la amaban y la consentían, dándole lo mejor que les era posible. Era una chica muy bella, de complexión delgada, con unos enormes ojos verdes muy expresivos, cabello rojizo y rizado, piel blanca y sonrisa encantadora. Casi todos los chicos de su escuela habían intentado salir con Déneve, pero ella los rechazaba vez tras vez. Quería concentrarse de lleno en sus estudios y sacar buenas calificaciones, puesto que eso le permitiría obtener una beca para estudiar en alguna institución prestigiosa del extranjero.

Al terminar ella la secundaria, por fin se le cumplió su sueño. Su récord académico era impecable, así que fue aceptada en la Academia Oxford de California (la misma escuela donde estudiaba Emil) para que allí cursara la preparatoria. Su próxima meta era ingresar en la Universidad de Stanford para estudiar Genética. Siempre le había apasionado todo lo relacionado con las células y el ADN, y siendo la excelente estudiante que era, de seguro lograría convertirse en una sobresaliente genetista en el futuro. Sus padres estaban muy orgullosos de ella y la apoyaban en todo, pero no querían tenerla tan lejos, sola en una tierra extraña. Por esa razón, decidieron mudarse a los Estados Unidos junto con su brillante hija.

Sin embargo, un cambio abrupto en la vida de Déneve estaba muy próximo a suceder. Cuando faltaban sólo dos meses para la ceremonia de graduación, ella logró llevar a cabo algo extraordinario sin siquiera percatarse del asunto. Estaba sentada en un banco de piedra junto a una arboleda en el patio de su escuela, leyendo un complejo libro sobre daltonismo. Bebía un té de jazmín, dándole diminutos sorbos cada cinco minutos, pues la compleja lectura la tenía absorta. De pronto, un pequeño pájaro carpintero cayó como un plomo justo en medio de su libro abierto. Aquel inesperado suceso le sacó un agudo grito y la hizo arrojar su taza de té contra el suelo de manera violenta. Después del par de minutos que le tomó recuperar la compostura, se quedó contemplando con fijeza al ave muerta, y una profunda tristeza la invadió. “Pobre de ti, pajarito. ¿Por qué te has muerto? No sabes cuánto me gustaría poder verte volar de nuevo,” le dijo muy seria al carpintero, mientras le frotaba la cabecita con su dedo índice derecho. Los ojos sin vida del ave de repente resplandecieron. El animalito la miró lleno de agradecimiento, comenzó a batir sus alas con mucha alegría y se elevó, para luego perderse en el horizonte.

Déneve se quedó boquiabierta después de semejante episodio. Cuando llegó a casa, se lo contó a su madre con lujo de detalles. Ella solo sonrió y le aseguró que lo más probable era que hubiese sido una gran casualidad, que el ave en realidad no estaba muerta y que se había repuesto de su desmayo gracias a las caricias. Déneve asintió con la cabeza, aunque no estaba de acuerdo, y no habló más del asunto con su madre ni con nadie más. Se fue a la cama temprano y, justo antes de acostarse, decidió escribir en su diario de color violeta sobre ese curioso evento. En sus adentros le daba vueltas y vueltas a la escena. Estaba muy convencida de que había sido ella la que había revivido al pequeño carpintero de alguna manera que aún desconocía. Y en realidad no estaba para nada equivocada…

Con aquel milagro, Déneve despertó todo el enorme poder que por tantos siglos había permanecido escondido y pasado de generación tras generación en su familia, del cual ella no tenía ningún conocimiento. En la línea de sus ancestros se encontraban nada más y nada menos que la valerosa Miria y el mismísimo Raki, quien mantuvo un romance secreto con la joven guerrera. De aquella unión les nació un niño al que ambos decidieron llamarle Dante. Para continuar con su relación en secreto y por la seguridad del pequeño, decidieron ponerlo al cuidado de unos gentiles monjes tibetanos y además sellaron sus poderes. De esa manera, ninguna entidad maligna podría detectarlo y llevaría una vida normal. Dante después se casó y tuvo tres hijos, los cuales heredaron el poder oculto de su padre, pero ninguno fue capaz de despertarlo nunca. Así fue pasando de padres a hijos hasta llegar a Déneve, quien al desear con todo su corazón llevar a cabo un acto de bondad pura, logró deshacer el sello y liberar aquel poder.

Para la Legión de los Olvidados había sido imposible rastrear antes el paradero de la descendencia de Miria, si es que acaso había tenido una. Sus problemas para encontrar alguna pista se vieron resueltos al sentir el imponente despliegue de energía que Déneve utilizó para revivir al ave. La localizaron con pasmosa facilidad y la identificaron de inmediato. Maquinaron el plan perfecto para aprovecharse de semejante hallazgo en favor de sus intereses. Desde siempre habían conocido quiénes eran los descendientes de Nahiara y, ahora que habían revelado la identidad de Déneve, sólo restaba combinar ambos linajes para traer de vuelta a su queridísima soberana. Para que Emil no tuviese ningún problema al enamorar a Déneve, impregnaron una rosa blanca cualquiera con un elíxir a base de la sangre que envolvía a la imperecedera rosa blanca que dejó atrás Nahiara cuando fue sellada. Con esa pócima, quien la aspirara haría todo cuanto la persona que obsequiase la rosa demandara de quien la recibiese.

Emil solo tuvo que concentrar sus pensamientos en la idea de que Déneve se casaría con él cuando le entregó la flor. Ella no tardó en confesarle que estaba loca de amor por él, que dejaría todo atrás para que pudieran estar juntos. Emil sonrió con un dejo de tristeza, pues sabía que aquel despliegue de romance no era real, dado que esa bella chica ni siquiera lo conocía y jamás se hubiese fijado en él en circunstancias comunes. Pero no le quedaba más remedio que seguir adelante con el plan si quería conservarse con vida. De un día para otro, Déneve olvidó por completo sus aspiraciones de estudiar Genética, pues nada más pensaba en dedicarse de lleno a su amado Emil. Esperaron a que pasara la graduación y de inmediato se casaron. Los padres de ella estaban consternados, pues no comprendían ese cambio tan radical en la personalidad y los intereses de su hija, pero una vez más decidieron apoyarla. Como regalo de bodas, le obsequiaron una casa en medio de colinas, ubicada muy cerca de un lindo estanque…

Emil cada vez se iba sintiendo más y más culpable, pues Déneve se desvivía por él, quería hacerlo feliz de todas las maneras posibles. Poco a poco el dolor que le causaba saber que había engañado con tanta vileza a aquella inocente chica lo carcomía por dentro. No podía creer que había sido capaz de robarle la vida, por así decirlo, a alguien más con tal de salvar su propio pellejo. Aunado a eso, el pacto que había aceptado estipulaba que tendría un plazo de quince años para engendrar una hija y luego entregarla a la Legión. Al término de ese tiempo, si no la entregaba por las buenas, vendrían por ella y se la llevarían a la fuerza. Déneve, habiendo cumplido ya con su parte, moriría de un paro cardiaco que le provocaría el elíxir que inhaló de la rosa. Este se transformaría en una substancia venenosa para la cual no existe un antídoto. Dicha alteración podía ser llevada a cabo desde lejos en cualquier instante, a voluntad de los Olvidados.

En medio de estas circunstancias sin precedentes, la bella Dahlia nació, sin saber todo lo que tendría que enfrentar en un futuro bastante cercano…

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora