Cuarenta y Cuatro

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    La radio está apagada, pero presiento que pronto no lo estará. Los chicos comparten un cigarrillo mientras trato de adivinar que rayos va a pasar.

—¿Alectra?—La miro a través del espejo retrovisor.

—Dime, pequeña.—Lanza lo último que quedaba por la ventanilla. Se limpia las manos con alcohol gel.

—¿Qué tenéis en mente? 

—!No! Esto no es chunga—Mira las angostas calles y le indica a Ethan que se detenga en un estacionamiento abandonado más adelante.—  Esto te va gustar. Solo tienes que hacer lo que te expliquamos. Todo estará bien.

   El carro rompe un par de chucherias al aparcarse sin mucha cautela. De seguro que debe ser el terror de los semáforos.

—Bien chicos—Nuestro conductor estrella se gira sobre su asiento mientras saborea una paleta de ¿Fresa?—¿Estáis listos?

—Mejor no puedo estarlo—Dice Kanz cogiendo una caja con botellas del maletero. El extraño bulto.

—Eso es...—Diablos.

—Eso mismo—Una mueca malévola lo acompaña. Joder.

      El ambiente es bastante agradable. El atardecer se ve apañado por unas corrientes de aire bastantes gélidas.  El parking nunca antes se había visto con tanta vida hasta ahora. Algunas exclamaciones resuenan fuertemente. De seguro que habrá que correr.

—Bien, ya hemos repasado todos los puntos—Ethan es el que lleva todo a sus cuestas. Muy de líder— ¿Alguna duda?

—Ninguna. Esto va a ser la hostia—Exclama Alectra agachándose   para ajustar sus botas—Los días de fama de esos cabrones han llegado a su fin.

—Muy bien, vamos allá.—Sus últimas palabras se esfuman rápidamente. 

    Joder. No sé cómo terminará todo esto.

   Nuestros pasos, ligeros y hábiles, nos conducen hasta un callejón con bastante vida. Kanz rompe con una herramienta desconocida la cadena de la reja. Luego, Ethan se oculta tras una pared que le da suficiente visiblidad de lo que ocurre más allá. Alectra deja en el piso un bidón bastante sucio. De seguro que quiere ver acción.

—¿Qué es lo que se supone que estamos haciendo aquí?—Digo poniéndome en cuclillas junto a Kanz. El centro de atención es bastante interesante.

—¿Ves a esos Punkies?—Nuestro amigo conductor si que guarda rabia en sus palabras.

—Vaya que si los veo ¿Qué pasa con ellos?—Los atuendos que traen puestos cada integrante de una banda de al menos 10 personas es bastante asqueroso. Intento de Punkies.

—Bien, tienen algo nuestro. Se han burlado de nosotros en nuestra propia cara  han de pagar.

   Las personas parecen conversar algo relacionado con el último partido de Baseball mientras otras pintan...y otras solo se drogan en una esquina. El que parece ser el jefe le indica a una joven chica que vaya a por algo.

—Bueno, aquí es dónde entras en juego tú... Amanda—Kanz entrelaza los dedos como queriendo realizar un BOOM con ellos—Toma, ya sabes que hacer—Una botella y un encendedor recaen en mis manos. 

—Está bien—Respiro profundo mirando fijamente a nuestra querida chica.

—Lo harás bien. Relaja el culo—Me responde ella. Sus tatuajes también parecen burlarse de mi.

   Rayos. Bien, aquí vamos. 

   El ambiente huele a marihuana y a cemento mojado. Las paredes sonríen diabólicamente mientras algunos chicos voltean a verme. Sigo caminando hasta llegar a su mesa de trabajo. Es aquí es donde las personas dan miedo.

—Eh, niña ¿Qué haces aquí? ¿Eres una puta ladrona de ideas?—El gran hombre se me acerca un par de pasos marcado por la ira. De seguro que no sabe controlarla.

—Pues, yo...—Las manos sudan hasta más no poder. La botella parece resbalar.

—¿No hablas?—Mantiene una distancia prudente para que no pueda sospechar de mi.— Será mejor que te largues antes de que...

—Dejala tranquila. Sólo es una cría—Dice la misteriosa mujer. Junto a ella trae lo que parecen unas plantillas de trabajo.—¿Quién eres, linda?—Mantiene las mismas distancias.

   Los demás chicos parecen haber abandonado su pasión por el pegamento barato y comienzan a gruñir asquerosidades desde lo lejos.

—!Callate la puta boca, OZ!—Grita ella. Mi estupefacción crece al darme cuenta que su ojo derecho no es real. De vidrio. Puaj.

   El silencio se vuelve tenso. Cada minuto es valioso para poder recuperar lo que les pertenece a los chicos, así que debo estar serena.

—No me conocen. Soy... soy...—Mierda.

—¿Quién eres?—El jefe y su ira.

    Entre paredes desgastadas y construídas hasta el metro de altura, puedo ver como Ethan se esconde ientras recibe unos tubos gracias a la ayuda de Kanz. Al otro extremo del lugar, muy lejos de la vista de todo el mundo, Alectra rocía con los bidones las paredes y todo lo que pueda arder hasta los cimientos. Su sonrisa lo dice todo.

   Kanz, tras terminar su  trabajo, les entrega a sus compañeros suficentes botellas exactamente iguales a la mia. La señal ha llegado. Solo falta que actúe.

—¡Vamos a cortarle el cuello a esta pendeja!—Un adicto y su navaja hablan al unísono.

—Muérete ¡ desquiciado!— Estos tipos si que no piensan. Solo tengo 12 años.

—Quería preguntarles solo una cosa...—Mi encendedor prende la mecha eficazmente. Solo queda esperar unos segundos.

   El punk de Pennywise suena en sus tontas radios baratas. De seguro no podrán volver a escuchar esas canciones por un largo tiempo.

—¿Os gustaría perder los estribos, cabrones?—Nunca creí haber podido sacar la voz así. Lo que pasa a continuación es digno  de ser inmortalizado para siempre.

   Bombas fuera.


AnsiedadWhere stories live. Discover now