Dieciocho

29 0 0
                                    


    Supongo que con un Johnnie Walker será más que suficiente para que la fiesta privada de Dash tome un camino "Hacia el placer" (Quién diría que busca divertirse sabiendo que antes no era de esa política de vida).

—Y dime ¿qué es lo que quieres enseñarme?—Digo elevando la botella en el aire.

—Cuidado, que la curiosidad siempre mata...

—Al gato.

— ¡Cierto!—Exclama Dash levantando los brazos.

—Algo que de seguro te gustará.

—Esperemos.

— ¿Y dónde dejo a este preciado?—Disfruta totalmente de lo que toma en sus manos, añora que el Pakatán empiece ya luego.

—Entre los arbustos, no hay tiempo para ir a la cocina—Apunto un follaje pequeño pero basto para ocultar a tres conejos adultos.

   Y recordar que dos manzanas al sur era en donde jugábamos sin más, cómo si no transitaran unos putos autos que interrumpían mis anotaciones en improvisadas áreas cuadrangulares. "Tus toquecitos son de nena" Bla bla bla. Unos troncos tallados por nuestros padres y unas pelotas cualesquiera nos entretenían por horas, una afición que nos llevó a competir contra los Chicos Grandes de Brooklyn ¡Sigo diciendo que ese coloso no alcanzó a anotar ese punto hace cinco años!

—Ese viejo Yickish siempre metiéndose donde no debía, de seguro que era apoyado por una asociación secreta de espionaje contra los rufianes de pueblo—Dice mi amigo golpeando su pie contra el pavimento, como sacudiéndoselo.

—Con todas las veces que nos descubrió con más de un vinilo repudiado en aquellos baúles, eso es lo más probable.

—De seguro era un súper aguafiestas contratado por la agencia de aquel personaje 007.

—Basta ya con los secretillos, o si no te quito aquellos pitillos...

—Se te salió una buena.

—Dime ya, ¿A dónde me llevas?

—Si me hablas así, será un motel—Exclama tocando mi pecho y frotándolo rápidamente— ¡Ahhh! ¡Que rico papacito!

—Jaja, imbécil—Me lo quito de encima ante la mirada de una madre perpleja.

—Es cerca, por aquí calle arriba—Indica un sendero maltrecho.

—Ya no lo parece.

—El tiempo y sus consecuencias.

   Hace unos años y si no me falla el cacahuate, esta calle era una reluciente pasarela de personajes que tenían más alta la autoestima que el valor de lo que tenían para demostrar que realmente merecían un lugar como este. Uno que sin dudas mostraba ancianos esforzados en aumentar la cantidad de respeto por sus vecinos que la de sus familias mismas, un asco de mentalidad veterana. También se reconocía que siempre fue el trecho más plagado de árboles de todo el condominio, causando así una gran envidia por aquellos que deseaban frescos duraznos para sus tardes de tibio sol. Pero luego el tiempo borró todo rastro de lo que alguna vez hizo resonar avaricia y castigo.

—Es por aquí ¿Te gusta lo que ves?—Mike señala una vieja casa demacrada por el clima y las plantas que la envuelven desde la base hasta la sino punta de un empinada techumbre

— ¡Tétrico!—Un escalofrío recorre mi cuerpo.

—Estás ante la Yickish'House—Dice expectante al abrir los brazos.

—No jodas ¿En serio?

— ¿Cómo podría no ser esta, si representa todo lo que él fue durante más de noventa años?

  Pavorosamente aborrecible.

— ¿Quieres un pequeño paseo por nuestra propia versión de lo que llamaríamos una "Casa de los demonios?—Vuelve a expresar, pero esta vez con misterio de por medio.

—El recuerdo nos aguarda.

— ¡Qué terror!

AnsiedadTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon