Capitulo 94 Eclipse De Luna

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— No, Ela, es perdonar, así de simple.— No contesto y ella no agrega más.— Me voy. Luego vendré si es que ustedes persisten con la idea de las remodelaciones. En todo caso me llamaran, supongo.

— Por supuesto, quiero saber cómo va lo tuyo.— Vuelvo a sonreír.

— Cruza los dedos entonces. 

— Lo haré.

 — ¿Un beso de despedida?— Sugiere con malicia.

 — Pero sin lengua.— Le advierto. No imagino besarme con Alessandra frente a Jhon y Mateo.

— Así no vale,— frunce el ceño por un segundo simulando enfado y luego sonríe.— Adiós, Ela, — nos abrazamos como amigas,— busca también ser feliz y recuerda, hay que hacer sacrificios.— Rememora el consejo que hace años me dio y que hoy cobra más fuerza que nunca.

Nos separamos con ojos anegados de lágrimas. Ella se mete rápidamente en su vehículo, incomoda por exteriorizar sus sentimientos. Me quedo viendo cómo el Volvo se aleja por las empedradas calles del Sastri, mientras le deseo toda la suma de felicidad a mi amiga, ella se lo merece. Suelto un suspiro y me dirijo a mi carro con muchas ganas de ir junto a mis pequeños.

En el oscuro y confortable interior del Levante, me concentro en revisar los mensajes en mi móvil, así matar el tiempo hasta llegar a mi hogar. Hay uno en especial que llama mi atención, es de Carla, la niñera, que escribe sobre el mal humor de Lucia, inconforme con mi ausencia. La pequeña ha llorado más de la cuenta y sé ha portado mal a propósito. Oh, mi Lucy, le está afectando lo que ocurre entre su padre y yo.

 — Ya llegamos, señora.— Me alerta Jhon en la parte delantera del vehículo. Por estar concentrada en lo que leía no me percate que ya habíamos llegado a la Villa y que tengo compañía. Nico y Gianluca salen del Jaguar.

— Pájaro de mar por tierra, borrasca segura.— Pienso en voz alta. Los de seguridad me miran como si estuviera loca. Sonrío y salgo del vehículo a enfrentar este nuevo problema.— Pensé que lo próximo en saber de ti, iba a ser a través de tu abogado.— Digo frente a mi esposo. Anda solo de camisa y pantalón, se ha desprendido de la chaqueta y corbata y parece realmente agotado.

— Supe que saliste a tomar unos tragos con Alesandra y quise cerciorarme de que llegarás bien.— Habla en voz baja, pero clara. Éste definitivamente sufre de bipolaridad. Ayer casi me saca a patadas de su carro, sin importar el dejarme en medio de la nada y a mi suerte, y hoy se aparece en la puerta de nuestra casa asumiendo un papel de caballero andante. ¿Qué alguien me explique?

 — Yo también.— Añade Nico, y Gianluca lo aniquila con la mirada por entrometido.

— ¿Y ustedes qué son, mis oficiales de libertad condicional?— Pregunto sonriendo de modo burlón.

— ¿Por qué todo lo tienes que convertir en un puto problema?— Da un paso hacia mí respondiendo a sentimientos inmediatos. Vaya, creo que hoy batió el récord en perder la paciencia. Con apenas un par de segundo juntos y ya quiere ahorcarme.

— Recuerda lo que hablamos.— Le susurra Nico y el italiano afirma regañadientes. Cruzo los brazos sobre mi pecho sonriendo, viendo cómo mi furibundo esposo intenta guardar la compostura. Esto no se ve todos los días. En realidad encuentro la situación muy divertida, debe ser que todavía hay vestigios de alcohol en mi sistema sanguíneo. 

— ¿Puedes simplemente saludar como Dios manda y no ironizando todo?—  Pide con educación. Nico afirma, aprobando el comportamiento de su amigo.  

— Hola, Gianluca. Hola, Nico.— Saludo con dulzura, parpadeando con aires de inocentes colegiala y mostrando la sonrisa más falsa de mi repertorio.— ¿Te parece bien así?— Busco su opinión, mientras Gianluca frunce el ceño.

A Pesar De Las Espinas ©Where stories live. Discover now