Capitulo 86 Señales

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— Claro, aunque la pregunta estaría de más, solo hay que verte para saber que estás bien. Hoy luces más hermosa que de costumbre.— Mi sonrisa se agranda con su lindo cumplido. Tal parece que el Chanel plisado en seda blanco con ribete negro es un éxito, hasta conseguí despertar los instintos sexuales de Arman.

— Vaya, que conveniente está resultando el retraso en mi vuelo, aunque me complique el resto del día.— Sonríe débilmente, llevando uno de mis rulo detrás de la oreja. Con la ayuda de las tenacillas convertí mi lacio cabello en una melena rebelde peinada hacia atrás.

— Soy un cabrón con suerte, tengo una mujer hermosa y sexy.— Agrega admirando mi pelo.

— Más que suerte, naciste enmantillado y lo vas a comprobar en este mismo instante.— Lo empujo con las dos manos y cae sentado en su sillón.

— ¿Qué haces, Rafaela?— Pregunta viendo como me siento en horcajadas sobre sus piernas. ¿Acaso no es evidente?

— Dándote la bienvenida que te mereces.— Digo buscando sus labios, pero Gianluca me esquiva girando la cabeza a un lado. No importa, porque ha dejando su cuello a la vista, así que voy por él. Aspiro primero su piel y luego mi lengua recorre un largo trayecto hasta el lóbulo de la oreja.

— Vamos, que vas a arrugar tu lindo vestido.— Se resiste presionando mi cintura, como si quisiera apartarme. Tal vez le da cosquillas sentir mi lengua subir y bajar por el contorno de su oreja.

— Si tanto te preocupa el vestido me lo puedo quitar.— Cojo su mentón con un deseo palpitante de hacer mío sus labios, pero sigue reticente y otra vez gira el rostro.

— No, Rafaela. . . he fumado.

— Traviesillo, pero no dejemos que eso nos frene,— me froto contra su entrepierna, animándolo a unirse a la fiesta y que deje el recato.

— ¡Dije qué no!— Con determinación agarra mis muñecas para frenar mis avances, pero el simple hecho de que haya alzado la voz, es suficiente para barrer de un tajo con mi libido.

Nos quedamos congelados, por unos segundos nadie se mueve, mirándonos a los ojos, en un silencio aplastante. Yo no reconozco al hombre que tengo a escasos milímetros de mi rostro, mi esposo. El hombre con el que me casé y al que amo, jamás habría coartado mis deseos de intimar de este modo tan categórico y brutal, como si le fastidiara el tenerme encima. Él es el primero que va dando indicio de recuperarse del lapsus que se va transformando en un vergonzoso episodio. Bate las pestañas y pasa su lengua por los labios y me obliga a reaccionar, aunque es el dolor por la humillación de su rechazo lo que me saca de mi estupor.

— Disculpa, es que vengo de un vuelo de muchas horas, casi no he podido dormir y fume mucho, y me avergüenza admitir que no me siento cómodo con mi aseo personal.— Esgrime tontas excusas francamente insultantes. Y un frío se instala en mi pecho, al comprender que Gianluca actúa indulgente para disfrazar la verdad.

— Si me devuelves las muñecas ten por seguro que no intentaré nada más.— Pido controlando el registro de mi voz, en un acto para ocultar el hecho que me ha roto el corazón. 

Desconcertado mira como sujetan mis muñecas. Pareciera que le asombra el modo que me tiene asida. Abre sus manos y al ser liberada me levanto de inmediato de su regazo, antes de recibir una desagradable invitación de su parte.

— Rafaela, ya te pedí disculpa y te explique por qué no quería seguirte el juego.— Dice con desespero, viendo como me dirijo hasta el perchero a descolgar mi cartera. Nada que diga resultara. Para mí la visita ha concluido.

— Deberías ir a casa a ducharte y a descansar. Nos vemos cuando regrese de Milán.— Me despido antes de correr la puerta y salir por ella.

— ¡Rafaela, vamos, regresa!

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora