Por suerte, la reunión inicia y el caga-billetes no pregunta más, guardo mi teléfono celular y espero que esto se termine. Una vez que salgo de la sala la primera que aparece en mi campo de visión es Alexandra, con quién luego de intercambiar palabras, me doy cuenta que algo no está bien. Voy a enviarle un texto a Natalie cuando llego a mi oficina y llama mi atención la cabellera roja de Andi, quién al notar mi presencia, se comporta de una manera extraña que me hace dudar por un momento; una vez que se retira, comienzo a buscar algo que haya podido instalar aquí para luego usarlo en mi contra.

Un mensaje llega a mi móvil, el cual había dejado sobre mi escritorio hace unos instantes y al tomarlo, mi corazón da un vuelco de emoción al ver su nombre brillar en mi pantalla.

De: Constanza.

¿Cenamos juntos?

Casi de inmediato comienzo a escribir mi respuesta afirmativa, pero siento que me veo desesperado, por lo tanto, espero unos minutos y me encamino a la oficina de Oliver con los papeles que me ha dejado Andi y que requieren la firma del caga-billetes.

Entro a la oficina de mi amigo e intercambiamos algunas palabras mientras firma los papeles, algo relacionado con el padre de Alex y una supuesta enfermedad que me parte el corazón al recordar la muerte de mis padres y lo doloroso que fue pasar por eso, mucho más cuando todas las cosas se me acumularon en ese entonces.

—Por cierto, Anderson —le hablo, una vez que me ha entregado nuevamente los folios y me estoy poniendo de pie —necesito que me firmes unos papeles para mover a Andi a otro departamento.

—Escucha —me dice, cuando camino en dirección a la puerta —si vas a contratar un secretario, no contrates jóvenes porque no quiero tener que despedir a alguien porque le ande echando un ojo a Alex. ¿Entiendes?

—Eres un maldito celoso —suelto una carcajada —recuerdas cuando decías... celar... ¿para qué?

—Porque otra mujer como Alex no la voy a encontrar nunca.

—Ni yo encontraré otra como Natalie, pero no por eso la voy a celar todo el tiempo...

—Espera... —me interrumpe, y hasta este instante soy consciente de mis palabras, me doy cuenta de lo que acabo de decir y en mi cerebro se reproducen de manera lenta y precisa—. ¿Acabas de decir que nunca encontrarás otra como Natalie? Estás rompiendo la barrera que juraste nadie pasaría, David Schmitt.

En ese momento intento lo posible por enmendar mis palabras, pero no se me ocurre nada inteligente para decir, o hacer. Simplemente decido ignorarlo con un bufido y una sonrisa sarcástica.

—Sabes qué, mejor voy por los papeles —cierro la puerta antes que diga más estupideces y voy en dirección a mi oficina. Me siento en la mullida silla detrás de mi escritorio, por unos instantes con mis dedos entrelazados, con mi barbilla descansando sobre ellos y mis codos sobre la mesa, intento pensar en qué es lo que me pasa, quiero creer que es solo cariño, es imposible no sentir aprecio por alguien con quién convives todos los días.

Pienso en eso todo el rato hasta convencerme que lo siento no es algo más y me voy a casa a la hora de siempre, mientras manejo y paso frente al bar de Steve, vienen recuerdos sobre aquel día en el estacionamiento, intento alejar de mí cualquier pensamiento, lanzarlo lejos, de pronto me da curiosidad por saber qué siente ella por mí, pero no voy a preguntárselo. Me envía un texto indicándome que se quedará un tiempo más en su trabajo y que Carmen va a llevarla y me acuerdo que no le dije nada sobre la cena, pero mejor se lo diré una vez que estemos en casa, mientras tanto aprovechando el tiempo que ella se quedará en su trabajo voy hacia la casa del caga-billetes y entrenamos juntos mientras espero a Natalie, quién aseguró que vendría en un par de horas, Oliver se burla de mi nuevo aspecto un par de veces y yo de su nueva casa con cortinas rojas y su sillón exótico.

—Este hijo de puta sillón es cómodo —digo, tomando un vaso que me extiende. El suelta una leve risa mientras se deja caer en el sofá frente a mí.

—Sí, debo admitir que lo es —contesta, mientras le doy un sorbo al batido de proteína—, una vez me senté y me dormí ahí, Rosa me tomó una maldita foto, me hizo un maldito «Feibu» usando esa foto para imagen de perfil. La odiara, si no es porque cocina bien.

Eso me hace reír, hasta tal punto de casi ahogarme con el maldito batido.

—Espero que te ahogues por imbécil —sí sí, palabras de un buen amigo. Apuesto que llorará sobre mi tumba si algo llega a pasarme, voy a decírselo pero el timbre suena y se pone de pie de un salto.

—Debe ser Natalie —le digo, poniéndome de pie igualmente —, dijo que quería venir a hacer ejercicios conmigo.

—¿Más retos? Yo quiero estar ahí para burlarme.

—Te pica el culo.

Voy detrás de él, y se detiene justo antes de abrir, voy a decir algo sarcástico pensando que Natalie está detrás de esa puerta, pero cuando doy un vistazo, se me paraliza el corazón al ver a la persona de pie ahí, del otro lado, por la forma en que me mira sé que tampoco se esperaba mi presencia aquí.


Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Where stories live. Discover now