—La próxima vez —forcejea conmigo en un intento inútil —si estará atento a las indicaciones ¿cierto?

—Hijo de putaaaaa, por tu culpa no habrá una próxima vez —lo sostengo del traje y levanto el puño para estamparlo contra su cara pálida. Recuerdo a Natalie en ese momento y suelto el material del mono del señor tenebroso para buscar el Walkie Talkie que hace unos minutos nos habían dado.

Él suelta el agarre que aún nos mantenía unidos y corre en otra dirección luego de soltar el paracaídas de su arnés, me dejo caer bocarriba intentando recuperar el aliento y antes de que encuentre el aparato, diviso a Natalie a un par de metros. Ella viene en nuestra dirección y desde esta distancia, por la sonrisa en los labios, puede apostar que a ella sí le ha gustado esta tortura, mis ojos de inmediato van al tipo idiota que fue su instructor, que está caminando junto a ella y en ese momento quiere poner su mano en su cintura.

—Por allá está la niñita rubia —le dice Voldemort, quitándose las gafas y el casco...

Esperen...

¿La qué?

Escucho las risas de Natalie y se acerca a mí a paso rápido mientras miro al idiota con desaprobación.

—¡Feliz años nuevo, señor Schmitt! —habla el hombre, le sonrío de manera sarcástica y le saco el dedo medio. Con una sonrisa se pierde tras unos arbustos con el otro instructor y vuelvo mi vista a Natalie quién suelta una carcajada y me extiende su brazo.

—¿Estás bien? —me habla, ya más relajado y con mi corazón bombeando sangre como debería, asiento —¿Lo ves? Sobreviviste.

Quiero hacer mi comentario más sarcástico posible, pero no quiero mencionar la broma de Voldemort, así que tomo su mano y de un tirón me ayuda a ponerme de pie.

—Es la última vez que te acompaño a algo como esto, Natalie Constanza, la última —con una risa toma mi mano y con ayuda de una brújula y los dos idiotas, llegamos a un aeropuerto cercano, parte de la experiencia también consiste en regresar en autobús.

Fueron las dos horas más largas de mi vida.

Llegamos al aeropuerto maldito, ese "para actividades recreativas", casi al atardecer, para entregar los objetos que se supone nos traerían de regreso. En recepción está las misma señora de la luz con su caja de donas y un moño despeinado en la cabeza.

—Oh, tienen cara de haberse divertido. Especialmente tú muchacho —me señala, la miro con seriedad, espero los putos papeles que tengo que firmar y cuando me los extiende, lo primero que llama mi atención es la línea que se lee "firme aquí si no ha muerto".

Dejo mi firma, junto a un comentario: "¿En serio? Yo pensaba regresar desde la luz para firmar esto"

Conduzco a mi casa y en un punto Natalie se queda dormida, con su mano sobre la mía, la cual solo quito para meter cambios y vuelvo a dejarla en su lugar. Me toma algunos sesenta minutos sentir el alivio de ver mi casa frente a mí y saber que ya puedo tomarme una ducha y deshacerme del traje de la tortura. Acomodo mi auto en el parqueo y llevo mi mirada a Natalie, unos mechones de cabello marrón caen de manera rebelde por su rostro y los despejo de su frente.

—Nat —digo en un susurro, ella solo se remueve un poco y entre-abre sus ojos, esbozo una sonrisa y me bajo del auto. Acto seguido, lo rodeo y abro la puerta de su lado para cargarla en mis brazos.

—David —dice, entre risas —¿Qué haces?

—Puedes seguir durmiendo —suelta una carcajada, con mi pie cierro la puerta del auto y entro a mi casa, subo las escaleras con ella a toda prisa y me doy cuenta que tengo que practicar más cardio.

Entro a su habitación y me quedo impactado por la cantidad de arte en este lugar, mis ojos van a cada uno de los cuadros y dibujos en cada pared, quiero encender la luz para observarlos mejor pero en mi intento de dejar a Natalie sobre su cama y ella se sostiene de mi cuello haciéndome caer junto a ella y rodar sobre las sábanas azules haciéndome reír. Gira en mi dirección de modo que quedamos frente a frente, tan cerca, pero estoy acostumbrado a esta cercanía y no me dan ganas, ni por la salvación de mi espíritu de alejarme aunque sea un centímetro.

—Gracias por acompañarme —me dice, le doy una media sonrisa en respuesta, se acerca a mí y deja un beso húmedo en mi frente —cuando quieras repetimos.

Suelto una risa que bien puedo confundirse con un llanto.

—¡No sabes las ganas que tengo que repetir eso! —contesto con ironía —ahora está en mi lista de cosas por hacer antes de morir. De hecho, será la última cosa en mi lista por si muero ahí mismo.

Llevo una parte de su cabello detrás de su oreja y ella se acerca a mí, roza su nariz fría con la mía, eso me hace reír y me siento tentado de unir esos labios con los míos y así lo hago.

Sus labios están suaves, exactamente como la última vez que los besé, pero este beso es diferente, es uno que grita cuánto extrañaba esto, un beso que me recorre de pies a cabeza, que me sabe a tortura. Que causa una revolución dentro de mí tan inmensa, pero que al mismo tiempo se siente... dulce.

Sus manos, tersas y suaves, se pasan por mi torso, sobre el traje maldito y las lleva hasta mi cuello para profundizar el beso, me besa con ansias —con urgencia —y yo correspondo de la misma forma. Mis manos se aferran de manera fuerte y firme sobre su cintura y soy perfectamente consciente del momento en el que ella está sobre mí, mis manos pican por sentir ese cuerpo por debajo de ese traje. Un suspiro lento y entrecortado se escapa de mis labios al sentir su boca bajando por mi barbilla y mi cuello, dejando un rastro de besos ardientes a su paso, volviendo a su origen. A este punto ya he perdido la cordura. Soy consciente, también, de que a este paso no me podré detener. Con mi dedos, ansiosos y temblorosos, voy bajando el cierre del traje. El beso toma menos fuerza y lentamente se va separando de mí. La siento esbozar una sonrisa y, acto seguido, un gesto de negación.

¡No!

Se deja caer al mi lado y llevo mis manos a mi cara de manera fatalista.

¡Nooooo!

—¡Nooo! —siseo con fingida desesperación, aunque sí, lleva algo de desesperación real. Pero ella se ríe, se acomoda a mi lado, y la acurruco en mis brazos, nos quedamos así... juntos y, a este punto, sinceramente, siento que es uno de los mejores momentos de mi vida, algo que se siente tan bien y tan mal en ambas partes, pero que me llena el pecho de una sensación abrumadora y desconocida, me doy cuenta, que ya es muy tarde para retroceder.


Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Where stories live. Discover now