Aclaro mi garganta y recojo el teléfono del alfombrado piso.

—Definitivamente, no soy gay —le hablo a Oliver, él solo me está viendo, con el espacio entre sus cejas más arrugado, se rasca la barbilla pensativo y vuelve a poner sus ojos sobre mí.

—David, se supone que venimos a trabajar, no a investigar si eres gay.

—No, tú me dijiste que veníamos a almorzar, no a trabajar. Siendo así me largo.

Más risas de su parte.

Lo miro con desaprobación, negando con mi cabeza vuelvo mi atención a la fotografía frente a mí y como que el cuello de mi camiseta ahorca, está de espaldas hacia la pantalla y en el fondo puedo ver edificios que puedo jurar pertenecen a Miami. Pero el punto de atracción no es específicamente el fondo.

Definitivamente, agradezco no tener piscina en mi casa porque tener que verla así todos los días me hincharía las pelotas.

—¿David? —escucho a Oliver tronar sus dedos y levanto la vista para ver su gesto interrogante. Aclaro mi garganta para espabilarme y llevo mi vista a mi plato para olvidarme de lo que acabo de ver, tengo que evitar que la sangre se me agolpe en un lugar en específico.

—¿Qué? —digo, poniendo el teléfono de regreso a la mesa luego de bloquear la pantalla, tomo el tenedor entre mis dedos y lo escucho atento —¿me decías?

—Te preguntaba si van a cenar en mi casa —me habla, con un gesto de desesperación. Pienso en su pregunta, y en todo lo que conlleva comer con su familia, no con sus padres, si no, con su hermano y su esposa —¿Qué te sucede hoy?

—No es nada, ya sabes que estas fechas festivas me fastidian —la verdad es que no es cierto, me da igual el afán de las personas en esta época, siempre y cuando mantengan las calles despejadas y no hayan cortes de suministro eléctrico, claro.

—En fin, mi madre quiere que llegues. Como te puedes imaginar ya adora a Natalie —menciona, eso hace que una leve sonrisa se asome en mis labios pero la borro de inmediato porque el caga-billetes no puede ver algo así en mi rostro.

—Tu madre adora a todos —la verdad es que, todos adoran a Natalie, no puedo evitar pensar en que si mi madre aún viviera también adorara a Natalie.

—No a todos —me dice de inmediato y sé a quién específicamente se refiere —que muestre educación frente a algunas personas en específico no significa que le agraden. Y ya sabes a quién me refiero.

—Sí, lo sé —le corto, hago un gesto de negación con mi mano indicándole que no continúe porque en serio necesito terminar mi almuerzo tranquilo. Oliver mira hacia un punto por sobre mi hombro y esboza una sonrisa. Sin necesidad de voltear a ver ya sé de quién se trata y me lo confirma una risa detrás de mí.

—Maldición Alex ¿Por qué vienes a arruinar nuestra cita? —digo sin verla, pasa a mi lado y levanto la vista para ver esa mirada llena de desaprobación. Ella le da un abrazo al caga-billetes y de inmediato mis ojos buscan a Natalie por el lugar, me había dicho que iba a estar con Alex así que se me ocurre preguntar por ella.

—Sí, estoy bien ¿y tú, David? —ironiza, sentándose en un lugar a mi derecha.

—¿Natalie no estaba contigo? —suelto, ignorando su pregunta, su mirada de inmediato se dispara en mi dirección. Cada que miro a Alex, no puedo evitar pensar en Caroline, mi hermana, mucho más para estas fechas festivas cuando se supone que estás con tu familia.

—¿Estás preocupado? —esboza una sonrisa pícara que no me pasa desapercibida, ruedo mis ojos y suelto un suspiro ante lo que se convierte en una risa por parte de Alex —No lo sé, dijo que iría al gym y luego a casa.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Where stories live. Discover now