—¿Puedo preguntar qué te pasó? —dice, llamando mi atención, vamos cruzando la calle a paso lento, por la hora y la ubicación del lugar no está muy transitado. La observo de reojo y por un momento no entiendo su pregunta—. Me refiero a qué sucedió contigo que hasta odies el helado de yogurt.

—Es yogurt queriendo ser helado —digo como el más obvio —¿Quién no odiaría eso?

Resoplo con sorna, ella sólo se ríe pero yo hablo en serio.

—Dijiste que odiabas todo lo que es una cosa y aparenta ser otra —seguimos nuestro camino, doy un sorbo a mi café sin decir una palabra —Por eso, me gustaría saber que pasó.

Natalie se adelanta un poco, y observo que va en dirección a una banqueta a un costado sobre el andén, me doy cuenta que no tiene intenciones de ir a casa ahora y está bastante frío acá.

—No me gusta hablar del pasado, Nat. No tengo nada bueno que decir —digo, al tiempo que tomo lugar a la par de ella. Lame la cuchara de yogurt y gira su rostro en mi dirección.

—Entiendo, era un perra ¿cierto? —me hace reír, me recuesto en el respaldar de la banca y dejo caer mi cabeza en el borde viendo hacia el cielo.

—No ofendas a las perras, tuve una llamada Lucy y era un amor —ahora es su turno de reír, cruza su pierna sobre la otra y lleva otra cucharada de yogurt a su boca. Un poco del yogurt queda sobre la comisura de su labio y extiendo mi mano para limpiar un poco, ella arruga sus cejas con el tacto, y acto seguido, esboza una sonrisa limpiando lo queda.

—Cuando yo era pequeña —comienza a hablar llevando su vista al frente —creía que algún día llegaría un príncipe azul a rescatarme de una torre en un caballo blanco y viviríamos felices por siempre.

Me río, sé que no debo pero no puedo evitarlo.

—Lo... lo siento —balbuceo, aclaro mi garganta para seguir atento a sus palabras y ella se ríe también haciendo que mi esfuerzo por permanecer serio sean nulos.

—No te rías, David —me golpea suavemente con su codo, pero ella también es un manojo de risas. —Luego crecí y me di cuenta que eso jamás iba a pasar, desde el momento que vi a mi padre alejándose con su maleta para irse con otra mujer. Luego, mi madre se encargó de llenarme la cabeza que ningún hombre iba a amarme porque todos eran como él.

—No es verdad.

—Exacto, yo creo que tú no eres así —lleva su vista en mi dirección —y sé que el día que decidas abrirle tu corazón a alguien serás el hombre que cualquier mujer deseara tener.

Vuelvo a reír, pero esta vez con burla.

—Espera —tomo un sorbo de café y lo escupo dramáticamente —¡¿QUE?!

Ella suelta una carcajada, una de esas que me hacen reír a mí también y nos quedamos ahí, juntos, recostados en la banca y con la vista al cielo una vez que ya las risas han mermado.

—Bien, te contaré, pero no quiero preguntas al respecto —hablo luego de unos varios minutos, ella muestra una media sonrisa mientras asiente. Mi café incluso se ha enfriado e intento darle un sorbo, pero hago una mueca al sentir el líquido amargoso en mis labios. Tiro el envase en dirección a un bote de basura, pero no, no encesto —¿Qué mierda me pasa?

Natalie solo se ríe, mientras mira en dirección al cesto de basura y continúo: —Estuve en una relación de cuatro años con una persona portándome como un idiota. Le propuse matrimonio y ella aceptó, pero lo hizo para, según ella, no dejarme en ridículo.

Puedo sentir la mirada de ella sobre mí, pero yo estoy viendo hacia un punto al vacío porque esto no es algo cómodo para hablar. Aún siento una punzada de dolor e ira atravesar mi cuerpo y todavía tengo esas ganas de desbaratar todas las cosas que se atraviesen en mi camino.

—¿Cómo diablos... —ahí se detiene, sé que recuerda que no quiero preguntas al respecto y relaja sus facciones para seguir escuchando.

—Pero no fue todo —continúo —me lo dejó dicho en una nota, pero no reveló que era para casarse, con otra persona, el mes siguiente.

—Por Dios —sisea —llamarla zorra sería una ofensa para las zorras ¿Cierto? —suelta de pronto, me hace reír. Vuelvo a tomar la posición en la que estaba mientras diminutos copos de nieve golpean mi cara.

—¿Podemos irnos? Ya se me está congelando el trasero aquí.

Una risa se escapa de sus labios, me pongo de pie y le ofrezco mi brazo como gesto caballeroso, toma mi mano cortésmente y entrelaza mi antebrazo con el suyo. Caminamos hacia el auto, en silencio, pero es un silencio bastante cómodo, agradable, ella tiene su vista puesta en el auto desde que lo divisamos entrando al lugar, por un momento observo lo perfecto que es su perfil y justo en ese momento recuerdo los papeles de divorcio en mi oficina.

—Nat —llamo su atención, ella de inmediato mira en mi dirección —Oye, ¿Tienes a donde ir? —su mirada es interrogante, va a decir unas palabras pero hablo antes que ella lo haga —me refiero a, una vez que nos divorciemos.

Ella no dice nada, por un momento me pregunto si la pregunta no fue apropiada.

—Bueno, estoy buscando un nuevo empleo —contesta, de una manera calma. Suelta mi brazo justo al llegar al auto para rodearlo e ir del lado del copiloto.

—¿Un nuevo empleo? —la observo mientras sigo sus pasos, desactivo la alarma del auto y abro la puerta.

—Es en un programa nuevo de televisión, necesitan maquillistas —dice, entrando al vehículo —pero no cualquier maquillista, es más bien, un artista que haga todo ese tipo de heridas escalofriantes que ves en la televisión.

Me quedo pensándolo unos segundos, y rodeo el auto para deslizarme de mi lado.

—Eso suena interesante.

—Lo es... pero... no lo sé —puedo escuchar la duda en su voz —están aplicando miles de artistas de esta ciudad que conozco y no creo que...

—Natalie, basta —llevo mi mano a la suya dándole un suave apretón —ya verás que lo conseguirás. Eres una persona talentosa y nadie va a quitarte ese puesto. Y bueno, si se lo dan a otro avísame, lo secuestramos, la policía iniciará su búsqueda y eso dará tiempo para que busquen un reemplazo y se fijen en ti.

Se vuelve a reír.

—¿Sabes qué? Tienes excelentes ideas —habla con ironía.

—Oye, no es en vano que dirijo una empresa —enarco una ceja y pongo el auto en movimiento —¿Sabes qué? Tienes que hacerme una de esas para el próximo Halloween —no sé ni siquiera si aún hablaremos para el próximo Halloween, pero Natalie me cae bien como para no perder comunicación con ella.

—No, si vas conmigo a la fiesta de Halloween, tenemos que combinar —miro levemente en su dirección vacilante, hasta que agrega: —Seremos las hermanas Olsen.

me visualizo mentalmente ese día, con mi cabellera rubia, un vestido ajustado, intentando ocultar a King Kong.

No sé si reírme de eso o echarme a llorar.

Tal vez ambas.

—Ni en mis peores pesadillas, Natalie Constanza. Ni en mis peores pesadillas.

Y hablamos de ello todo el camino, entre risas y tarareo de una que otra canción que sonaba en la radio, llegamos a casa. Estoy llegando a mi habitación y estoy tomando la manecilla de la puerta, cuando su voz interrumpe mis pensamientos.

—Buenas noches —miro en su dirección, está quitándose la bufanda roja de renos del cuello y con una amplia sonrisa la pone en el mío.

— Buenas noches —contesto, quitándome la jodida bufanda. La observo dar media vuelta e ir hasta su recámara, la llamo por su nombre y de inmediato su atención está en mí —¿Quieres quedarte?

—¿Prometes no meterme mano? —no me deja contestar, entra en mi habitación volviendo a poner la bufanda en mi cuello.

Lo bueno es que no prometí nada.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Where stories live. Discover now