#43 - PUEDES Ó NO VIVIR SIN ELLA.

1.7K 48 26
                                    

Veo el reloj un tanto impaciente mientras jugueteo con un bolígrafo entre los dedos, lo exhaustivo del día no me ha permitido hacer una conclusión de las decisiones que debo tomar en la empresa. Tan solo hoy, he tenido tres reuniones con diferentes clientes. Papá ha salido a otro viaje de negocios y me ha dejado a cargo de todo. Se supone que me prepara para que lo releve en el momento que se retire, pero no entiendo su deseo de retirarse tan joven, debería considerarlo después de los sesenta, pero ¿a los cuarenta y cinco? En realidad no recuerdo cuantos tiene.

Me pongo de pie y observo por la enorme ventana de cristal de la oficina que da a la avenida principal, el enorme embotellamiento que se empieza a formar. Confirmo el horario "es la hora pico", digo para mí. Rebeca, asistente de papá ha entrado interrumpiendo mis pensamientos.

—Señor...—volteo a verle enarcando una ceja. —Estemm...

—Rebeca, tengo mes y medio en esta oficina y te he pedido que simplemente me llames Demián, e insistes en llamarme ¿señor? —Una pequeña sonrisita nerviosa se dibuja en sus labios.

—Disculpe señor...—niega con la cabeza ante lo dicho, —perdón, Demián.

—A Erick, mi padre, —me acerco a ella, —puedes llamarle señor, o licenciado, él es el jefe.

—Disculpe, lo hago por respeto. —Se excusa.

—Haces bien, pero no te tomes tan a pecho que sea hijo del jefe. —Le animo sonriente. —¿Dime qué pasa?

—Solo era para decirle que me retiro en cinco minutos, por si requería algo más.

—Está bien Rebeca, yo me quedare un momento más revisando un presupuesto, creo que por hoy es todo. Ve a descansar.

Solo he soportado dos horas extras, estoy agotado. Me froto los ojos al terminar de revisar los documentos en la computadora, estiro los brazos al momento que suena el celular.

—¿Bueno? —Respondo a Diannela.

—¿Dónde estás? —Pregunta de manera autoritaria.

—Haciéndome el enfermo como tú para no ir a trabajar.

—¡Uuuy! Disculpe usted jefe, pero en verdad a penas si puedo respirar con esta gripe.

—No soy tu jefe.

—Lo eres mientras papá no está.

—Entonces estas despedida, —bromeo.

—Te demandaré por despido injustificado. —Espeta.

—Deja de molestar, dime qué quieres. Estoy por salir de la oficina, —respondo al momento que empiezo a recoger mis cosas para salir de la oficina.

—Pregunta mamá si vendrás a cenar ó seguirás de ermitaño en tu nuevo departamento.

Lo último era creíble. Mamá no concebía la idea de que me mudara a un departamento cuando recién tenía una semana de haber llegado. Supongo que en la mente de la mayoría de los padres queda grabada la imagen de alguna etapa de nuestra niñez y siempre filtran nuestras decisiones a través de esa imagen, por lo menos en mi madre. Sus excusas del por qué debería quedarme en casa se basaban en asuntos de extrema supervivencia, "¿cómo te alimentaras y quién te lavara la ropa?" ¡Claro era de entenderse, preparar comida era un asunto ligado a las mujeres y en Cancún no existían lavanderías! ¡Pff!

—Mamá por favor, estamos en un siglo donde la mayoría de los problemas se resuelven con una app.

—¿Una qué? —Dijo fijando en mi sus amenazadores ojos oscuros. —¿Te estas burlando de mi Demián? —Diannela intento ahogar una carcajada pero termino sacando el jugo por la nariz. —Y tu deja de reírte, —le lanzó una amenaza de esas que sabes que no tardaran en cumplirse, —porque tú de aquí solo te iras cuando sea el día de tu boda. —Diannela puso los ojos en blanco.

POEMAS PARA ZOÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora