#32-LA OTRA PARTE DE SU VIDA.

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El sonido del "Tic-tac-tic-tac" se escuchaba claro y profundo, casi como el latir de un corazón desesperado, producido por el segundero del reloj de pared, segundo a segundo, momento a momento, se filtraba en los rincones de toda mi habitación haciendo más y más complicado lo que estaba sintiendo. Aun me parece oírlo, "tic-tac-tic-tac", suena interminable. Prendía y apagaba la luz con ansiedad, la más ligera de mis preocupaciones era que la lámpara en cualquier momento se fundiría. El tiempo se aliaba al mismo complot, parecía no avanzar, o por lo menos no para mis desesperadas ganas de ver que amaneciera. Encendía la luz, veía el reloj y era tan lento que me exasperaba generando más angustia. Todo volvía a oscurecer. Todo se llenaba de luz. Vueltas y más vueltas, tantas cómo fueran posible intentando matar el tiempo, pero era él quien me mataba segundo a segundo. Volvía a encender la luz y miraba el reloj. ¡Solo habían pasado tres minutos!

-¿Pero cómo rayos puede solo avanzar tres minutos?

Me rendí a la impaciencia. Di un brinco de la cama convencido que ni el tiempo ni el sueño estaban de mi lado esa noche. No esperare a que amanezca. ¡Lo haré! ¡Ahora o nunca! Qué terror vivir en el nunca.

Así que me anime, me cambie lo más rápido que puede el pijama por unos skinny jeans negros y una playera blanca con cuello V de mangas largas que llevaba pequeñas cruces por todos lados, me coloque una chaqueta y gorra negra que al frente tenia grabada la Q de mi apellido. Estaba por salir del cuarto cuando me percato que voy en pantuflas.

-No me va a ver lo pies, -me dije a mí mismo y abrí la puerta, decidido pero lento.

Mire por el pasillo, y no había nadie. Mire el reloj en mi mano izquierda y era la 01:15am. Estaba cerrando mi cuarto cuando:

-Hey, ¿dónde vas Demián? -Me susurra bajito desde la puerta entreabierta de su cuarto.

Diannela me hizo dar un salto que me obligó a cerrar la puerta de golpe. Me asustaba saber que papá siempre tenía el sueño muy ligero y en cualquier momento podría  aparecer.

-Vete a tu cuarto, duérmete. -Le susurro pero no le basta. Sale del cuarto en pijama y se acerca a mí para saciar su curiosidad. -¡Lárgate al bendito cuarto, metiche! -Le señalo con el índice y empeora.

-¡Aah! ¿Quieres que le hable a papá? -Dice en voz bajita, pero amenazante, se aclara la garganta y continua en voz clara y fuerte, -Pap...mmmm -Le tapó la boca rápidamente.

-¿Por qué rayos no te quedaste en el vientre de mi madre? -Expreso algo enojado.

-¿Qué estás diciendo? -Dice apartando mi mano.

-¡Nada, que por favor me dejes en paz! No hare nada malo.

-¡Yo sé a dónde vas! -Suena retadora y convincente.

-Si ya sabes ¿para qué preguntas? -Arrugo la frente. -Dejame.

-Quiero ir contigo. Quiero ver cuando te despidas de ella.

La miro seriamente no consintiendo su petición, pero de mantenerme en esa postura peligraba a provocarla y cumpliría sus amenazas de despertar a papá.

-Ve a cambiarte. No quiero que me vean con una indigente en la calle. Te espero en la sala.

-¡Wuujuu! -Expresa cuando me ve ceder, me da un beso y se va.

-¡Wuacala! Me babeas. -Saca la lengua.

Cada momento se quedó grabado a fuego en mi mente. Hubiera dado cualquier cosa por saber que acontecería después de las decisiones que habíamos tomado, pero nada de eso estaba en nuestras manos. Lo único que sabíamos, o por lo menos yo, era que la voluntad de Dios, aunque incomoda, siempre era superior a la mía. Me detuve un momento mirando hacia el cuarto de Diannela pero no se oía ni el más ligero ruido. Baje las escaleras de manera sigilosa, el pasillo y la sala solo se veía iluminado por la lámpara de las escaleras. Me recosté sobre el sillón de la sala a esperarla, me quite la gorra para girarla sobre mi dedo índice al ritmo de mis ideas.

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