#41 - INTEMPORALIDAD

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Te sacude todo. Es como si dejaras por un momento cualquier sensación de algo pesado, y te encontraras con una realidad ligera, esa que solo se siente cuando descubres un mariposarío en el estómago (pero sobre todo la seguridad que me provocaba). Aleteos intensos por todos lados. En mí, lo definía como pterodáctilos aleteando en mi interior. Una fuerza superior que te atrapa y no te deja hasta dibujar sonrisas que te sostienen en el día a día. ¿La causa? Podría ser cualquier detalle, desde un mensaje hasta la aparición de un enorme pingüino entre los regalos de un niño con las manos quebradas. El efecto es interminable y casi imposible de medir, hasta hoy. Los detalles bajo esa atmósfera son como una piedrita muy pequeña cayendo en la quietud de una laguna, cae, una onda hace nacer otra, y otra, hasta que sin que se note el agua se siente viva, su quietud ha sido alterada. Esta en movimiento. Eso es lo que sentía desde que lo volví a tener a una enorme distancia, pero al mismo tiempo tan cerca que parecía tangible, él: Demián.

—Tu solo dime el día, la hora y él lugar. Y ahí estaré. —No le podía disimular la alegría de su propuesta, sin embargo me gustaba mostrarme incrédula.

—¿Es en serio? ¿Vendrías? —Le digo mientras veo cómo con una cucharita hurga en las profundidades de un vaso de yogurt, a través del monitor de mi computadora.

—¡Ja! ¿Qué si voy? Zoé, no me lo has exigido antes, sino ya me tuvieras allí. —Relame la cuchara, me ve en la pantalla levantando las cejas. —¿Vales cada kilómetro?

—Lo valgo. —Conteste a su pregunta con cierto ego femenino común.

—Bien, bastará una palabra tuya para tenerme a tu lado.

Si tuviera la capacidad de elegir qué momentos quiero eternamente en mi memoria, elegiría los momentos a distancia con él. Elegiría nuestras sonrisas en sintonía. Elegiría los momentos más tontos de donde salieron los cuerdos. Elegiría una y otra vez verlo frente a mí diciendo como la primera vez: "Ya tendrás tiempo para recordarme a diario", aunque nunca se lo confesé, lo escuche claramente, hoy su comentario es una realidad, pienso en él a diario. Tristemente es lo que me queda.

—Me haces falta, tengo un deseo profundo de verte.

—Yo también, —respondí a Tito esa noche.

—¿Soy yo o no suenas convencida? —Indagó con ese tono que sabes anuncia problemas.

Esa noche había cobrado valor para poder decirle adiós, no quería continuar. Quería ser honesta con él, ya no lo amaba. Reclamos, quejas y regaños eran un asunto cotidiano, aunque pasábamos algunos días sin hablarnos por nuestras múltiples ocupaciones, cuando lo hacíamos no podíamos terminar bien. Quería decirle que no podía retenerme a su lado, sus amenazas podrían llevarlo a la cárcel si mi padre lo sabía. Ni siquiera teníamos una relación formal donde la comunicación fuera continua. Por el contrario, Demián había logrado captar mi atención por completo. Aunque él era consciente de mi relación con Tito, "eso es un pequeño detalle", insistía, sin yo haberle dicho lo tormentoso que se había vuelto todo. "No pienso dejarte con alguien que no le veo capacidad de hacerte feliz", me afirmo en una ocasión. Quería sentir la libertad de poder enamorarme, de reiniciar mi joven vida amorosa. Y no quería perder a Damián. Era un año decisivo para mí. Pero la sola idea de imaginar a Tito atentando contra mis padres si lo dejaba me detenía una y otra vez.

Martha, quien era la única con la que lograba tratar el asunto de Tito, pero sin contarle el fondo de las cosas me insistía en buscar ayuda. Carolina tenía una sola respuesta: "déjalo". No había términos medios para ella, y en verdad reconocía que tenía razón, pero en mi situación esa verdad no era tan fácil de tomarla.

—Mira, si no quieres contarnos exactamente por lo que estás pasando, no lo hagas. Pero si hazlo con una persona que no solo te pueda escuchar sino que también sea sabia en aconsejarte. —Sugirió.

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