#36 - SABER DE ELLA.

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El escritorio de mi departamento está hecho un caos, como si un tornado hubiera pasado sobre él. En el piso hay libros, ropa, y un bote de basura lleno de papeles de los borradores interminables de los proyectos por entregar en la universidad, y también una caja de pizza que le hace rebosar. La alarma ha sonado desde la seis de la mañana, son casi las siete y me sigo resistiendo a levantarme. Observo el desastre tirado en mi cómoda cama, y aunque sé que hoy sábado tengo y todo el día libre, no tengo las más mínima intención de poner en orden este caos, pero debo hacerlo. Son esos días cuando recién regresas a clases después de un par de semanas de vacaciones, y lo único que quieres es que todos tus maestros desaparezcan, que la trompeta del cielo suene y todos aquellos que hemos creído en Jesús volemos al cielo y le saquemos la lengua a los exámenes infernales de los maestros que no tienen piedad e ignoran que tenemos vida personal y por eso nos saturan de tarea aun en fin de semana.

Doy vueltas por todos lados. Miro el techo sin objetivo alguno más que perder el tiempo. ¡Solo quiero dormir! El celular suena: Sofía Kembell.

—Bueno... —mi voz suena como un zombi murmurando.

—¡Amigo! ¿Estás listo para ir de paseo hoy?

—No. ¿Estás lista para ser mi sirvienta el día de hoy? Mi departamento está hecho un desastre no me quiero levantar Sofía, quiero dormir todo el día hasta que mi cuerpo explote de tanta pereza. Que ofensivo que me levantes a estas horas de la madrugada. ¡Déjame dormir!

—Jajaja ¿Madrugada? Demián son las siete de la mañana. Ya fui al gimnasio, desayune, leí y estoy planeando adelantar tarea de psicología comunitaria.

—¡Tú eres una gárgola, yo un ser humano!

—Solo me gusta aprovechar el tiempo. —Presume con orgullo latino. Siempre he pensado que es la única venezolana de su especie.

—Pues yo lo aprovecho tan bien que por eso nunca tengo tareas los fines de semana. Estudiar es de flojos que no ponen atención en clases. Ya hice todo lo que tenía pendiente.

—¡Damas y caballeros, con ustedes: ¡el genio más egocéntrico que sus ojos jamás hayan visto! —Lo dice y se ríe. Inmediatamente le cuelgo. Sin dudarlo me marca.

—¡Pedazo de mexicano! ¿Por qué me cuelgas? —Su tono de voz irritada es muy cómico.

—El número que usted ha marcado ¡no quiere que le moleste!

—¡Uuy, que rudo! Ah, pero que no me llamara Zoé Echegaray, fuera indecisa y te hubiera corrido de mi casa, porque sino tú me estarías llamándome.

—¡Kembell! ¡Basta! No tienes que usar su nombre para lograr lo que quieres.

—Jajaja lo sabía. Si todavía te duele, todavía la amas.

—¡Cállate! —Intento sonar con un aire de enojo. Y claro, así justificar el quedarme en mi cueva a dormir todo el día.

—Bueno ya dime, ¿qué haremos hoy? —su emoción sigue presionando.

—Tu volver a Venezuela para recuperar tu acento e identidad, y a mi déjame en paz en mi departamento, que por hoy lo más productivo que quiero hacer es dormir, despertar, comer, limpiar este desastre y volver a invernar. —Suspiro profundo sobre la almohada.

—Jajaja ¡Eres un tonto Quintana!

Cuelga. No sé si remarcarle o dormir de tanto gozo. Opto por dormir, gracias a Dios. A penas he cerrado los ojos cuando la puerta del departamento es azotada con violencia.

—¡Pero quién rayos puede ser a estas horas! —Me cuestiono sin hacer el intento de ir a abrir. La puerta vuelve a ser azotada. —¡Uagrrrrttttsss! ¿QUEEEÉ? —La puerta sigue siendo golpeada tras mi grito.

POEMAS PARA ZOÉWhere stories live. Discover now