—No —me interrumpe —yo merezco a alguien que me dé una buena calidad de vida.

Fin del Flashback.

No tengo palabras, simplemente la escucho o al menos sólo escucho que habla pero no presto atención a lo que me está diciendo.

—Está bien, dime... ¿Quieres salir con alguien más? —aunque... la verdad, eso que importa entre ella y yo.

—No —contesta de inmediato con su entrecejo fruncido —pero siento que mi presencia aquí te molesta.

—Constanza, tu presencia no me molesta ¿De dónde sacas eso? —sé de donde lo saca, no he sido la mejor persona con ella —si me he molestado algunas veces es porque haces cosas que no... —hago una pausa, iba a decir que no pregunta pero la verdad es que sí pregunta sólo que no me imagino lo que piensa hacer.

—No quiero tener una mala percepción del matrimonio, en serio quiero casarme algún día pero... con alguien que esté contento de estar casado conmigo. Pero no te culpo David, no es algo que hayamos planeado, ni tú ni yo y lo mejor que nos podemos hacer es separarnos. Podemos costear los gastos a medias.

No sé qué decir, es la verdad. Simplemente suelto un suspiro recostando mi espalda en la silla.

—Natalie... no es que tu presencia me moleste, simplemente no estoy acostumbrado a vivir con alguien más, ya te lo he dicho —la miro directamente a los ojos y ella hace lo mismo —pero también opino que es lo mejor, yo cubriré los gastos del divorcio, puedes seguir dándole tu dinero a los indigentes que te encuentres por ahí.

Ella suelta una leve risa en lo que me levanto, ya debe ser tarde.

—Y no te preocupes, yo te llevo ¿Sí?

—David, no es nec... —antes de que diga algo tomo su rostro con ambas manos y deposito un beso en su frente.

—Vuelvo en treinta minutos. Por cierto, tus bragas con lacitos se colaron en mi ropa puedes ir por ellas —digo, antes que pueda negarse, abre sus ojos como platos y de inmediato se levanta y corre en dirección a las escaleras.

Me hace reír.

Voy hacia el gimnasio del caga-billetes mientras mi cerebro divaga en todas las palabras intercambiadas con Constanza, es lo que siempre he querido desde el inicio... divorciarme, no sé qué es lo que siento ahora que no me hace estar tranquilo conmigo mismo, puede ser la consciencia de no haber sido buena persona. Al llegar, ahí está Oliver sobre la caminadora, de inmediato que escucha la puerta abrirse voltea en mi dirección y asiente con su cabeza, cuando estoy más cerca de su persona extiende su puño hacia mí y golpeo sus nudillos con los míos.

—¿Qué hay hermano? —saludo, mientras deposito la toalla que llevaba en mi nuca sobre una banca plana.

—David, necesitamos hablar —de inmediato miro en su dirección con una ceja enarcada, él detiene el aparato y limpia algunas gotas de sudor que corren por su frente.

—¡Ah por Dios! ¿Estamos terminando? —me mofo, finjo indignación llevando mi mano a mi pecho. Él me lanza una mirada de desaprobación y yo suelto una carcajada tomando mi botella de agua, la verdad que necesito reírme para distraerme —ya dime, que pasó.

—Quiero pedirle matrimonio a Alex —con el ceño fruncido me giro hacia él, yo voy a divorciarme y él quiere casarse dos veces.

—Oliver ¿Es enserio eso que piensas hacer? —me cruzo de brazos frente a él—es decir, ya estás casado ¿Para qué?

—¿Cómo que para qué? David, ese matrimonio fue un acuerdo, ahora quiero que sea algo real, quiero hacerlo —¿Dónde puta quedó el caga-billetes que yo conocía? —además quiero que tenga un buen recuerdo, para las mujeres eso es importante, todas sueñan con el día que les propongan matrimonio. Pero no le cuestes a Natalie porque le irá a decir y ya no será una sorpresa.

No es como que Natalie y yo tuviéramos una excelente relación.

—¿Puedo estar ahí por si te rechaza? No quiero perderme nada —digo con despreocupación, él ríe levemente.

—No, no puedes, y no me va a rechazar. Tú ya has pedido matrimonio así que quiero que me aconsejes.

Ahora si cambio todo mi gesto, esas son cosas que no quiero recordar. Ojalá pudiese viajar en el tiempo y precisamente borrar ese momento.

—No me lo recuerdes, Oliver —digo, soltando un suspiro —pasé vergüenza en un restaurante carísimo porque eso era lo que a ella le gustaba. Sólo para que un mes después dejara el anillo sobre mi cama y una nota que decía "Lo lamento" —de inmediato mi cerebro intenta reproducir esa escena, pero no se lo permito —Bien, practiquemos, sólo te pones de rodillas y enuncias las mágicas palabras. Yo soy Alex y tú... bueno, eres el mismo idiota.

Él me mira con una de sus cejas levantadas, miro a un costado de nosotros un trapeador, voy hasta él y luego de sacarle las mechas las pongo sobre mi cabeza simulando una cabellera.

—David ¿Qué estás haciendo? —dice de inmediato, me paro frente a él y tomo unos de los mechones que cae a un costado de mi rostro, comienzo a enrollarlo en mi dedo índice con una mano en la cintura. Sólo me faltó la goma de mascar.

—Apresúrate hijo de puta, tengo que pintar mis uñas —finjo una voz femenina mientras me abanico con mis dedos, Oliver suelta una carcajada que no me hace hacer las cosas serias y profesionales.

—Joder Oliver. Vamos, sólo póstrate en una rodilla y di las putas palabras de una buena vez —el sacude su cabeza e intentando calmarse se acerca a mí, vuelvo a mi pose de mujer sensual y él se vuelve a soltar en risas.

—No... n... no puedo —balbucea, suelto un suspiro pero también termino en carcajadas.

—Oliver, maldición. Sólo finge que soy Alex.

No sé que me da más risa, Oliver o la escena que debo estar protagonizando, él finalmente se postra sobre una rodilla y sigo con mi pose sensual mientras extiendo mi mano hacia él, en ese preciso momento la puerta del gimnasio se abre y ambos miramos en esa dirección.

—SANTA CACHUCHA ¿Puedo ser la dama de honor? —Rosa nos mira alternadamente, de inmediato me quito las mechas de la cabeza y finjo ser ajeno a cualquier situación que esté sucediendo.

Maldición, que vergüenza.


Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora