Cuando llegamos al lugar la lluvia no me da una gran vista del lugar oscuro que hay afuera. Desde la entrada se ve que no es un buen lugar. Natalie busca donde aparcar y una vez que lo hace se recuesta en el asiento del auto.

—Te contaré que mi ropa interior favorita es una braga de abuelita con la cara de rosita fresita que me gusta usar para dormir —escuchar eso me hace reír. Llevo mi mirada a ella quién tiene una amplia sonrisa.

—Por Dios, quiero verla —ironizo, aunque sí, quiero verla. Natalie toma su bolso del asiento trasero inclinándose de una manera bastante provocativa, no puedo evitar ver esa parte en específico.

—El día que la conozcas, será porque ya hemos pasado el límite de la confianza —con una ceja alzada, se incorpora nuevamente en su lugar —especialmente porque es de esas mata-pasiones que estoy segura que no querrás volver a ver.

—¿Tan mal está? —cuestiono con ironía. Ella lleva su mirada hacia mí soltando una leve risa.

Aunque estoy seguro que esa de rosita fresita también se debe ver bien buena en ese...

—Si alguien no te acepta como eres y con las cosas que te gustan, sácala de tu vida. Te lo digo como una amiga.

—¿Amiga? —cuestiono de inmediato —¿Estás lanzando a tu esposo a la friendzone? —me mofo, tomando un trago de agua. Ella se ríe mientras abre la puerta del auto.

—Amigos del alma —me guiña un ojo, no sé como tomarme eso —Bien, ¿Corremos hasta ese callejón? —¿Callejón? Miro hacia el exterior y la lluvia nubla todo campo de visión.

—Ya qué —digo abriendo la puerta del auto. En sólo segundos ya estamos entrando al que se supone es el local.

Natalie saca una toalla y comienza a secar las gotas de lluvia que se escurren por sus brazos, rápidamente comienza a secarme a mí, no sé porqué esas sus actitudes me hacen reír, pone la toalla sobre mi cuello y tira de mi de ambos costados para comenzar a secar mi cabello.

Nuestros rostros están muy cerca y me concentro en su sonrisa.

—Me estás despeinando —susurro.

—¿Es que estabas peinado? —se mofa, al parecer le gusta arquear su bien arreglada ceja. Quita la toalla de mi cuello y continúa su camino bajo la atenta mirada de muchos idiotas que están fumando afuera.

Natalie va unos pasos delante de mí y el lugar comienza a llamar mi atención... y es que yo que creí que sólo hombres venían aquí pero no, hay mujeres también... y mujeres muy bonitas.

Ahora entiendo porqué la esposa del tipo este viene a estas clases.

Dos mujerones pasan a la par mía, ellas me sonríen y yo a ellas mientras me giro levemente para seguir su mirada, ¡por Dios! Cuanta belleza en dos mujeres, una de ellas me guiña un ojo... David Schmitt no pierde su toque. En lo que me doy la vuelta para continuar mi camino choco con un jodido poste que hace que me vaya de espaldas.

Joder.

De inmediato Natalie se acerca a mí al igual que las otras dos chicas que acababan de pasar, ay por Dios ¿Por qué Dios? ¿Por qué?

—¿Estás bien? —pregunta Natalie, se inclina hacia mí e inspecciona mi frente, juro que estoy tan desorientado que no veo bien.

—E... estoy bien —balbuceo, ella se pone de pie y me extiende su mano para ayudar a levantarme.

Estos son los momentos en que deseas haber muerto.

Tomo su mano y para rematar las cosas ambas chicas a cada costado mío me ayudan a ponerme de pie, no... definitivamente, ser Patricio Schmitt no es lo más vergonzoso que me ha pasado.

Me pongo a reír porque la verdad no sé qué hacer. Hasta me sostengo el estómago de las risas, cuando en realidad me quiero encerrar en una cueva y no salir hasta dentro de unos veinte años. Las tres ríen conmigo.

—Hey, vinieron —escucho una perturbadora voz que mi cerebro de inmediato sabe a quién le pertenece, Camilo el casado está acercándose a nosotros y de inmediato puedo ver la sonrisa coqueta de las dos chicas.

—¿Cómo están? —las saluda él, pero de inmediato lleva su vista hacia Natalie y esboza una amplia sonrisa que ella le corresponde de inmediato. Miro mi reloj indiferente con ganas que pasen las dos malditas horas.

Camilo el casado extiende su mano hacia mí y quito la mirada de mi reloj para ver su rostro, tomo su mano por cortesía.

—Un placer verlo por acá, señor Schmitt —ni siquiera sonrío, él incómodo mira a Natalie y le comienza a decir una serie de cosas en cuanto a las clases que no presto atención ¿Para qué escuchar hablar a Camilo? Mi celular suena y de inmediato lo saco de bolsillo.

Por Dios.

De: Sexy Andi. —ahora si cambiaré ese nombre de contacto.

¿Divirtiéndote?

Ni siquiera contesto, de inmediato regreso el celular a mi bolsillo analizando aquel lugar.

—Por favor, pasen —habla Camilo, extiende su mano en dirección a una puerta, Natalie se encamina primero y yo voy detrás de ella —los veo adentro, sólo saludaré a algunas personas.

Sí claro, el popular.

Abro la puerta para Natalie, quién me mira esbozando una sonrisa.

—Gracias —habla dándome un beso en la mejilla ¿Porqué tienes que ser así Constanza?

El lugar es grande y voy a admitir que es bastante bueno, hay varias personas adentro... pero sólo hombres. De inmediato el celular de Natalie suena y veo en su dirección.

—¿Oscar? —pregunta de inmediato, frunzo mi entrecejo —¡Por supuesto! Tanto tiempo —con una sonrisa se aleja de mí para hablar por teléfono.

¿Quién carajos es Oscar?

Me quedo ahí parado, viendo como habla y ríe al tal Oscar. Lo más seguro es que sea el jodido oficial de hoy. No, ya no sólo quieren robarse tu salario, ahora también quieren robarse a tu esposa, malditos policías.

—Señor Schmitt —escucho la perturbadora voz de Camilo el casado distraerme cuando voy decidido a escuchar la conversación con el tal Oscar, giro sobre mis talones para saber que jodidos quiere el Camilo y mis ojos de inmediato enfocan a la mujer que está tomada de su brazo.

Una mujer tecleando en su teléfono celular.

Una mujer con las uñas pintadas de color rojo, porque yo le dije que me gustaba el rojo.


De inmediato levanta su mirada hacia mí, y... ¡No!

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin