—Siempre pido mi comida en el restaurante que está frente a la empresa —contesto, encaminándome a la puerta, la verdad no me quiero quedar y ser torturado.

Es como saborear un pan frente a quien no tiene dientes.

Tiene sentido ¿No?

—No —dice de inmediato ¿no? ¿no tiene sentido? —David, yo hice desayuno para ambos —me giro hacia ella cuando a paso rápido está caminando hacia mí, toma mi antebrazo y prácticamente me lleva a arrastres al comedor.

—Constanza, es tarde —hablo, pero no... como todas las mujeres, no descansa hasta que logra hacerme sentar en la jodida silla que aparta para mí en el comedor.

Tomo el lugar cuando ¡JA! Mis ojos de inmediato enfocan al jodido cesto de frutas de plástico sobre mi comedor y ahí está el maldito aguacate sin mitad. No puedo evitar reír. Natalie me mira curiosa llevando su mirada desconcertada al jodido cesto y yo aclaro mi garganta.

—Lo siento, es que me parece divertido —digo, mirando seriamente hacia otro lugar. No dice nada mientras, supongo, intenta ver lo gracioso del cesto plástico.

Tengo que portarme más serio.

Ella se retira por un instante y a los pocos minutos después regresa con un plato, lo deja frente a mí y se sienta sobre mis piernas. Por un momento me quedo paralizado.

—¿Quiero mostrarte algo? —¿Y tiene que ser poniendo tu buen trasero sobre mi entrepierna cuando sólo andas en un bóxer?

King Kong relájate, no me hagas pasar vergüenzas ahora.

No... no...

Mierda.

Intento acomodarme de otra forma, de una que no sea mi King Kong junto a su culo. Natalie saca su teléfono celular y lo pone frente a mis ojos, mientras intento concentrarme en lo que tengo enfrente, parece una vagina... no Dios, no existen las vaginas violetas, creo que estoy traumado.

—¿Qué color te gusta más? —miro su celular, ella huele tan bien. Quiero poner mis manos en sus piernas o en cualquier otro lado. Hasta en sus orejas si es posible.

—Es... el mismo color —aclaro mi garganta, ella suspira.

—David, uno es fucsia royal y el otro es fucsia púrpura —se pone de pie, finalmente y se sienta a mi derecha mientras continúa viendo el aparato, apuesto que sintió mi parte íntima despierta. Intento distraerme, empiezo a comer y me gusta lo que estoy probando —¿A qué hora sales del trabajo? Iré a las clases de Karate.

Me atraganto.

—¿Por qué? —ella de inmediato clava sus ojos en mí y me mira como si es lo más obvio.

—¿Por qué? Porque a mí me gusta, David. Yo creo que es algo que todas las mujeres debemos saber por defensa propia.

—Ya hablamos eso el otro día.

—¿Cuál es tu problema?

—Yo no tengo ningún problema.

—No, tu problema es Camilo —dice finalmente, eso me hace resoplar.

—Eso no es cierto, por Dios. Me vale una mierda Camilo, no puedes estar ahí sola entre una buena cantidad de hombres.

—También van chicas, David. Su esposa va a las clases de Karate.

—Ah, deberías comentarle que quieres que sea tu "amigo" —ironizo, haciendo comillas con mis manos igual a las de ella.

—¿Lo ves? Tu problema es Camilo...

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora