Capítulo 3 Una visita

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Abró la puerta del departamento en oscuridad para no despertar a Lucía pero es demasiado tarde ya que una pequeña figurilla infantil se encuentra sentada en el sofá con la lámpara encendida y un pequeño libro de cuentos sobre su pijama.

-¿Dónde estabas?. Pregunta de brazos cruzados mientras yo cierro la puerta.

-Se supone que debes de dormir, ya es tarde.

-Yo no voy al colegio como tú. Contesta caminando hacía mí y señalando una bolsa de compra con un vestido de niña que dejé en el suelo.

-¿Tienes hambre?. Pregunté y ella niega con la cabeza mientras guarda silencio, lanzó un suspiro mirando el reloj 1:40 a.m. -Vamos, tienes que dormir. Mencioné cargandola para llevarla a la cama mientras ella sostiene el libro de cuentos entre sus manos y agradezco que se olvidará de la bolsa de compra.

-Hoy pude terminar de leer el libro que me regalaste. Comenta mientras empujó la puerta de su habitación con mi hombro.

-Me alegro mucho pero hablamos de esto mañana ¿si? Estoy cansado. Digo dejándola en la cama y frotándome el cuello.

-Hasta mañana Alex. Dice con su voz aniñada cubriéndose con las mantas pero no respondó y salgo de su habitación cerrando la puerta y recargando me en ella.

No puedo seguir así.

Me doy media vuelta y camino unos cuantos pasos del pasillo para llegar a mi alcoba y enciendo la luz para cerrar la puerta y quitar me la camiseta para ver me frente al espejo y dar me cuenta que unos diminutos rasguños se alzan en parte de mi pecho hasta llegar a un lado de mi cuello.

Ácsa.

¿Cómo no me di cuenta?, me dirigó al sanitario para abrir el grifo y juntar un poco de agua entre mis manos y echarmela en la cara, mañana será un día muy largo.

Abró el botiquín tras el espejo y tomó el frasco con las cápsulas, por lo general prefiero no usarlas pero hay días en que son de mucha ayuda.

Nada malo pasará por que se controlar los efectos.

Sólo una... mejor dos.

Nada pasará solo tengo que tragar, no me convertiré en un drogadicto.

Salgo del cuarto de baño con las pastillas en la mano y buscó el vaso de agua para dejar que pasen por mi garganta mientras busco la mochila para hacer los deberes.

Paso la lengua por mis labios mientras sacó el cuadernillo de prácticas de química.

Debo terminar todos los deberes y prepararme para la gran actuación de mañana.

Mañana, le haré otra visita a Ácsa, muero por ver la vestida con la ropa que compre.

Muero por observar sus gestos de nuevo.

Sus suaves lloriqueos.

□■□■□■

Son las seis de la mañana y ya me he arreglado para ir al colegio, aunque tengo una hora de tiempo libre he dejado la comida para Lucy y una nota, no me preocupo por que traté de hacer algo, ella piensa que soy su hermano y mientras eso suceda todo estará bien, además le he dejado un obsequio en la mesa.

Fue buena idea comprar dos vestidos iguales aunque en diferentes tallas.

Lucy es unos cuantos años mayor que Ácsa pero estoy seguro que ambas se verán adorables con ese vestido de color blanco.

Me gustaría que los tres viviéramos juntos, sería más fácil para mí pero entonces Ácsa le contaría a Lucía sobre nuestros juegos y eso no estaría bien.

Miró por el espejo retrovisor del auto para estacionarme y detener el motor del auto. Llevando mi mano a la zona en que anoche descubrí los rasguños de Ácsa y sonreír de lado.

Ojalá que papá y la zorra de Ashley pudieran ver lo que le hago a su niña... Apuesto a que se están revolcando en el infierno.

En verdad espero que las llamas del infierno sean bastantes dolorosas.

A veces creo sentir pena con la niña al ver la llorar pero no es mi culpa.

Es decir, ella es muy linda y son cosas que pasan todos los días, a todas horas, quizás si no era yo, alguien más le haría el daño, muchas personas inocentes sufren todos los días así que... ¿qué más da sí le provoco dolor?

Absolutamente nada.

Desabrochó el cinturón de seguridad y tomó la bolsa de compra con el vestido blanco dentro, para bajar del auto y caminar hacía la entrada del local, una vieja tienda en bancarrota de una señora con un montón de niños que me ayuda a mantener encerrada a Ácsa, le he contado que Ácsa tiene problemas mentales y que sufriría mucho al verla en un hospital psiquiátrico así que lo mejor para ambos es que ella esté encerrada sin tener ningún contacto con otra persona que no sea yo.

No sé si se ha creído el cuento o la paga semanal que le doy y con la que le da de comer a sus hijos tiene algo que ver pero mientras se quede callado por mí no hay problema.

Nunca existen las excepciones, siempre las personas por muy honradas que sean, serán tus cómplices al ver a las personas que aman sufriendo o en este caso, mendigando por un trozo de pan. No me estoy aprovechando de ella simplemente es un intercambio monetario porque ella me preste un cuarto para encerrar a la niña.

Encerrar es una palabra muy fea, más bien es para cuidar de ella y mantenerla a salvo.

No soy el único pervertido que anda por la calle.

Golpeó la puerta y tras unos minutos la señora con canas en la mitad de su cabello abre somnolienta y me saluda con una sonrisa mientras le tiendo dinero.

-¿Quiere que le ofrezca algo de beber jóven?. Pregunta agradecida conmigo aunque solo niegó con la cabeza.

-¿Le ha dicho algo?. Preguntó caminando por la vieja casa en dirección al cuarto en donde esta Ácsa, algo que me tiene en intriga es que no me dirigé la palabra ¿acaso no puede hablar?.

-No, ha estado tranquila como siempre. Contesta la mujer haciendo me compañía hasta que le hago una seña para que se retire y abrir la puerta de la habitación con la bolsa de regalo en mano.

Acurrucada en una esquina esta aquella criatura procreada tras la infidelidad de mi padre con la callejera de su madre.

Parece estar dormida así que me acerco a paso lento hacía ella luego de cerrar la puerta. Me pongo en cuclillas a escasos centímetros de ella, lo suficientenente cerca para escuchar su corazón acelerarse.

Sabe que estoy aquí.

Le arrancó la manta morada con la que se cubre el cuerpo dejándome en un estado de aberración total.

RED Sobreviviendo al Infierno COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora