Capítulo 46 Sin promesas

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La mañana siguiente desperté y seguía presa con las esposas a pesar que Alexander ya se había despertado, tenía la mano adormilada y comencé a sobarla con frustración, estaba atada como si hubiera hecho algo malo.

-¡Alexander!. Grité sentando me en la cama pero el parecía no escucharme ¿se habrá marchado?. -¡ALEXANDER!. Grité nuevamente pero sin embargo no hubo respuesta, grité varias veces más sin preocuparme porque los vecinos me escucharán, solo quería liberarme pero no escuchaba nada, aunque seguí intentando.

Unos minutos después Alex entró por la puerta usando ropa deportiva como si regresará de correr, mi garganta estaba seca debido al esfuerzo de gritar en valde.

-Pensé que aún estarías dormida. Dijo acercándose para dar me un beso pero aparte mi rostro. -Que distraído soy, aún no te he quitado las esposas. Mencionó sacando una pequeña llave de su sueter gris con listillas verde limón.

Me levanté de la cama directo al sanitario sin decirle una palabra, estaba enojada y me sentía pésimo pero tenía que controlarme por el bien del bebé, levanté la tapa del toiler solo para devolver el estómago, me arrodillé frente al baño.

-¿Qué haces? ¡No debes de vómitar!. Gritó Alex entrando al sanitario y tomándome del antebrazo para que me pusiera de pie pero náuseas se aremolinaron en mi interior provocándome de nuevo devolver el estómago nuevamente. -Le estás haciendo daño al bebé. Dijo jalado mi brazo, consiguiendo ponerme de pie y quedar frente a él.

-¡No me toques! ¿Cómo te atreves a decir que yo le estoy haciendo daño cuando eres tú el que me ató como si fuera una mascota?. Dije dándole un empujón para que me soltará.

-¡Tú tienes la culpa!. Dijo y yo caminé de vuelta a la habitación indignada.

-¿Yo tengo la culpa que me drogues? ¿Tengo la culpa de tus absurdos celos?. Dije y el intento tomar mi mano pero conseguí retroceder.

-Tengo miedo de que te vayas con el bebé. Confesó quedito tratando de poner le fin a la discusión.

-¿Crees que me iría con el bebé?. No sabes lo que dices.

-Atrévete a decir que nunca has pensado en abandonarme. Pronunció desesperado.

-No sabes cuantas veces lo deseé, pero nunca lo hice cuando tuve la oportunidad ¿Sabes por qué?. Pregunté con rabia pero no obtuve respuesta. -Por qué soy tu maldita ilusa y espero que cambies. Admití con la voz rota de pie en medio de la habitación. -Pero me estoy comenzando a cansar de tu maldita actitud.

-Si me amarás como dices no quisieras que cambie.

-Si tú me amarás no me harías daño. ¿Acaso no importa lo que yo quiero? ¿Las cosas se deben de hacer siempre como dices? No te importa que me ardan las muñecas de estar esposada toda la noche, no sabes el estrés que me causas a mí y al bebé ¡Estoy cansada de pelear siempre contigo! Siempre es la misma historia, dices que cambiarás pero todo termina siendo igual. Contesté y ambos guardamos silencio unos instantes sin saber que hacer.

-Me estoy esforzando. Dijo finalmente mirándome a los ojos.

-No es suficiente... ¿Sabes? Ojalá un día te hartes de mí y me des una golpiza para perder al bebé, él no merece tener un padre como tú.

-Jamás haría eso. Pronunció riendo amargamente saliendo de la habitación dándose por vencido pero no quería quedar me ahí, llorando como una tonta por la discusión y entonces lo seguí soportando las ganas de llorar. -Seguramente preparé esto desde que me enteré de tu embarazo para matar a nuestro bebé. Agregó con lágrimas en los ojos abriendo una puerta tras él.

Me sentí horrible al ver una habitación previamente pintada de color lila con mariposas pegables en la pared además de un estante con libros y una pequeña mesa encima de una alfombra encima de una alfombra en forma de una corona y muchos juguetes, osos de peluche, muñecas, hasta un pequeño castillo de princesas, una mesita con portaretratos vacíos encima de ella y en medio de todo una hermosa cuna, me acerqué para ver la mejor.

《Mamá y papá te aman》

Leí en el grabado encima de la cuna de madera, me parecío algo cursí ya que los bebés no saben leer pero me sacó una sonrisa, rocé con mis dedos la manta morada de la cuna al lado de un pequeño oso de peluche en forma de un dinosaurio de color azul que desentonaba con el resto de la habitación a juego con colores rosas.

Las palabras no fueron necesarias para una disculpa, me giré hacía él y lo abracé rompiendo en llanto, por un momento no pasó nada hasta que sentí como colocaba su mano en mi espalda y cabello también abrazándome y escuché pequeños espasmos de su pecho indicando una sola cosa.

Alexander estaba llorando.

El abrazó duró un buen tiempo, hasta que nos separamos y unimos nuestras manos, sus mejillas y ojos estaban rojos, lucía incomodo, seguramente pensaba que se veía pátetico llorando frente a mí así que se limpio las lágrimas, coloqué su mano encima de mi vientre y él sonrío.

-Es nuestro bebé y nunca lo apartaría de tí. Pronuncié mirando atentamente su rostro, dándome cuenta que sus cambios de humor se debían a que dentro de él existía un chico vulnerable, necesitado de amor que trataba de ocultarse con gritos e insultos. -No me quiero ir nunca, no me iré nunca.

-Te amo, perdón por todo, soy un idiota pero te prometo que...

-Shh. Lo interrumpí poniendo mi dedo índice en los labios para que callará. -No quiero promesas, ni más discusiones, solo quiero que dejes de tener miedo... tienes que dejar de ser inseguro por que eso es lo que nos esta destruyendo. Dije y él asintió.

-Sin promesas, sin miedo. Dijo abriendo la puerta para poder salir de la habitación eché un último vistazo mordiendo me el labio inferior, insegura.

-Podemos ir a ver más cosas para el dormitorio del bebé ¿qué dices?. Preguntó tratando de sonreír.

-Me encantaría.

RED Sobreviviendo al Infierno COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora