Capítulo 22 Cielo

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Alexander entró por la puerta cargando un par de bolsas con pollo frito y aunque sé que él moría tanto como nosotras por comer dejó las bolsas en la cocina para sentarse en la estancia, la psicológa estaba en un sillón para dos personas y yo a su lado mientras que Alexander reposaba en un sillón reclinable individual frente a nosotras, lo único que le impedía el paso para que no me diera una golpiza  es una pequeña mesa de cristal con el control remoto de un televisor apagado mientras que Alexa descansa en el más grande sin la más mínima idea de lo que va a pasar.

-Seguramente se preguntará el motivo de mi visita ¿no es así señor Dinnar?. Preguntó Wendy con un tono demasiado dulce.

-Debe ser por algún motivo relacionado con mi hermanita. Contestó Alexander sin dejar de sonreír mientras jugaba con sus manos.

-Así es, señor Dinnar,  ¿usted está enterado de los dos reportes que le fueron impuestos a Paola?.

-Por favor, llámame Alexander, y  Paola no me ha comentado nada. ¿Verdad hermanita?. Preguntó y me dedicó una ligera mirada. Pero el modo en que pronunció "hermanita" no significaba nada bueno.

Con recelo, con odio casi amistoso pero no dejaba de ser malo.

-Bueno, sucedé que Paola no ha tenido la mejor conducta en la preparatoria, no quiero decir que es una mala chica pero presiento que no tiene... disciplina, no entregá la tarea ni hace trabajos en clase, su vocabulario no es el mejor y tampoco se ha relacionado con ninguno de sus compañeros, además de mentir en repetidas ocasiones, y lo entiendo debe ser difícil criar a sus hermanas pero debe hacer un esfuerzo mayor.

-Seguramente es por que aún no se adapta, sólo lleva dos días en el colegio y es normal que aún no tenga confianza, en cuanto a los trabajos, le prometo que a partir de ahora yo mismo me haré cargo de supervisar sus tareas e inculcarle un poco más de... disciplina. Dijo recalcando la última palabra y mirándome de manera sonriente.

No una sonrisa amable, ni siquiera una sonrisa hipócrita. Era su sonrisa maniática.
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.

-Quizás últimamente la he consentido demasiado. Dijo mirándome con una mirada asesina y una sonrisa en los labios. -Sé que en parte soy responsable de sus actitudes pero confíe en mí cuando le digo que no volverá a suceder.

-Eso espero señor... Alexander, Paola es una chica lista pero no pone esfuerzo alguno, parece no tener el más mínimo interés en nada. Agregó la mujer.

-¿Le parece si pasamos a la cocina a comer un poco y seguir hablando del tema?. Preguntó Alexander poniéndose de pie e inmediatamente la psicóloga hizo lo mismo hasta que los cuatro estuvimos en el comedor de la casa disfrutando de la comida que había traído Alex mientras que ella no dejaba de darle quejas mías y Alexa y yo comíamos en silencio hasta que Alexander nos pidió que subieramos a nuestra habitación para hablar en privado con Wendy, no me agradó mucho la idea pero no tenía otra opción, así que la niña y yo subimos a lo que antes era mi antigüa recámara.

Alexa comenzó a saltar en la cama mientras que yo me quedé en un rincón mordiendo me las uñas por los nervios, Alexander estaba molesto eso era evidente.

Aún no empezaba a golpearme y mi cuerpo dolía.

-¿Cuándo mueras me puedo quedar con  tu blusa?. Preguntó Alexa sin dejar de saltar señalando mi blusa color celeste con un gato de lentejuelas.

-No digas eso... Yo no voy a morir. Contesté mirándola con recelo, comenzaba a creer que Alexander la quería más a ella que a mí .

-Claro que sí, Alex te va a asesinar cuando terminé de hablar con tu maestra. Dijo sonriendo cínicamente.

-Cállate. Dije lanzandole un cepillo para cabello que ni siquiera la tocó.

-¿Cómo crees que sea?. Me preguntó dejándose caer en la cama.

-¿El qué?.

-El cielo. Pronunció dejándome sorprendida ante su pregunta.

-No lo sé ¿Cómo crees que sea?. Cuestioné y la niña alzó los hombros.

-Creo que seguramente será lindo y habrá nieve... sí debe de caer nieve y al derretirse se convierté en suaves nubes de algodón en los que los ángeles pueden caminar. Contestó absorbida en sus pensamientos y yo reí ante su idea.

-¿Realmente piensas eso?. Pregunté con una sonrisa y ella asintió. -Quizás sea así pero no creo ir al cielo. Agregué mientras que la nostalgia me invadía.

Yo no merecía ir al cielo.

Cuando Alexander me llevaba a la iglesia había grandes figuras de personas, que eran de cierta manera tétricas, además que según la iglesia había reglas que tenía que cumplir para no ir al infierno y yo ya había roto al menos tres de ellas.

No hurtarás.

No dirás mentiras.

No matarás.

Eran las únicas tres reglas que recordaba, quizás porque no había hecho caso de ellas.

Además también influye el hecho que dejaba que Alexander tocará bajo mi ropa y solíamos besarnos.

Envenenar a Ximena tampoco es un punto favorable.

Prácticamente estaba jodida.

Jamás iba a conocer el cielo.

RED Sobreviviendo al Infierno COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora