panqueques y columpios

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Saqué un trocito de panqueque y lo metí a mi boca, abrí los ojos sorprendido, era demasiado rico.

Y pensar que hace casi un año atrás vi como Chris quemaba sus fideos.

Después de verme comer se quedo tranquilo y comenzó a comer también, la mermelada que había hecho también era deliciosa, cuando mi plato quedó vacío me sentí hasta triste.

Christian me miró y puso una servilleta en mi boca, luego comenzó a llevar las cosas a la cocina, mínimo yo lavaría los platos, ya que no me dejó hacer nada.

Sólo para molestarle toqué la parte trasera de su cuello con la punta de mis dedos mientras pasaba dejando cosas por la cocina, él dio un pequeño salto y cubrió esa parte de su cuello mirándome enojado, sé que odia que lo toquen allí, se volteó sin parar de mirarme y a mano abierta me enterró sus dedos en mi estómago.

Cerbero bajó las escaleras a saltitos, como no había venido a la casa de Chris no había tenido la oportunidad de verlo, saltó a mi aún adolorido cuerpo y lo tomé en brazos.

¡Este gato es una bestia, es gigante!

Seguro que es porque Chris lo complace mucho.

El castaño comenzó a guardar las cosas en el refrigerador y en la alacena, yo por mientras lavé toda la losa, él no se fue en ningún momento, se quedó sentado en uno de los muebles haciéndome compañía, Cerbero también, estaba pegado a mi pantalón, tratando de escalar.

Cuando terminé de lavar toqué con mis manos mojadas las mejillas de Chris, él me miró serio y reí.

Sin darme cuenta había olvidado por un momento todo lo malo.

♪♪♪♪♪

Christian:

Mientras secaba mi cara sólo podía pensar.

"¿Qué es lo que me gusta de este idiota?"

Laila bajó las escaleras a saltitos y se lanzó a mis brazos apenas me vio, Michael la miraba curioso, cuando Laila al fin lo notó achino los ojos y se acercó a él, le pidió que se agachara y comenzó a tocar las puntas de su cabello.

—¿A tu amigo le gusta jugar al té?—Me preguntó Laila.

—Laila ven a comer—Dije ignorando su pregunta y mostrándole un plato de panqueques con chocolate, mi hermanita corrió hacia mi y recibió el plato para ir a comer a la alfombra.

Tomé la manga de Mike e hice que con cuidado subiésemos, no quería ser visto vestido como princesa y estoy seguro de que Mike tampoco.

Nos encerramos en mi habitación y suspiré, Mike comenzó leer las notas que tenía pegadas en mi diario mural, pero eran cosas sin importancia, al menos así lo veía yo.

Se sentó en mi cama y prendió su celular, empezó a leer mensajes con cara de asustado y escuchamos el sonar del timbre.

—Oh mierda—Dijo y le pegué en el brazo, no malas palabras.

Bajé las escaleras y le abrí la puerta a Dayana que apenas vio a Mike lo agarró del cuello de la camisa, me asusté mucho y le dije a Laila que siguiese viendo televisión.

—¿Dónde te habías metido?—Preguntó entre lágrimas y saltó a abrazar a Mike, que tuvo que sostener las piernas de su hermana—A veces me dan ganas de cortarte las bolas, siempre me preocupas—Dijo y Mike le pegó en el hombro, mostrándole la figura de mi hermanita comiendo su desayuno—Oh.

Llamé a Laila y la llevé a su habitación, quería que el par de hermanos tuviese una charla a solas.

Laila estaba jugando a la muñecas en su casa, me sorprendía que en este tiempo hubiesen niñas que no estaban pegadas a su celular.

Luego de unos 20 minutos Michael tocó la puerta y entró con cuidado a la habitación.

—Chris, debo irme con Dayana—Dijo lento, solté el muñeco de mi hermana y salí de la habitación jurando regresar.

—¿Estás bien?—Pregunté cerrando la puerta a mis espaldas, mirándole a los ojos.

—Estoy bien, no te preocupes—Dijo, pero era imposible no preocuparme—Si pasa algo—Apuntó su celular—Te lo voy a decir.

Asentí y Mike dejo un beso en mi frente.

—Gracias—Susurró y bajó las escaleras.

Sentía que mi frente ardía por su simple señal de despedida, pero traté de olvidarlo.

Entré nuevamente a la habitación y volví a jugar con mi hermanita.

Estará bien, Mike no es una persona débil.

♪♪♪♪♪

Michael:

Llegamos a casa y antes de que los niños despertaron metimos los bolsos en el auto de papá, Dayana no estaría muy lejos, pero no estar en la misma casa era un paso duro.

—Mamá lloró mucho anoche—Dijo triste—No quiero hacer esto, pero es necesario ¿Tú me entiendes, verdad?

Asentí y Dayana tocó mi hombro.

—Estás obligado a ir de visita todos los días ¿entiendes?—Volví a asentir, pero ahora fue con una sonrisa.

Subimos al auto y fui obligado de forma pacífica a conducir hasta la casa de los abuelos de Dai.

Cuando llegamos ambos nos recibieron con una sonrisa, ellos siempre fueron así, humildes y gentiles.

Bajamos las cosas del auto y las acomodamos en uno de los cuartos, la abuela de Dayana me invitó a desayunar, pero negué amablemente diciendo que ya había comido.

—Será otro día—Dijo la amable mujer con una sonrisa.

Mi celular vibró y leí los mensajes, era Agata.

"¿Podemos hablar hoy en un rato, en persona?"

Leí él mensaje extrañado y di una respuesta positiva, Agata envió emoticones y comenzamos una guerra de memes.

Cuando ya era bastante tarde (12:17) salí de la casa de los abuelos de Dayana, despidiéndome de ellos y al final abrazando a Dayana con fuerza, no quería separarme de ella, no pensé en hacerlo hasta al menos los 20 años.

Me separé y traté de no llorar recordando todo, ella me sonrió y entró a la casa, yo conduje hasta la casa de Agata, ella estaba sentada en el columpio de su jardín mientras leía un libro y comía chicle, chicles rosas.

Me bajé del auto y me acerqué a ella, sentándome en el columpio a su lado, hubo un silencio largo interrumpido de una risita de Agata.

—¿Recuerdas cuando sin querer pateaste a mi perro la primera vez que viniste?—Dijo sin parar de reír.

—Ay no—Recordé cargando mi cabeza en una de las cadenas del columpio.

—Ay si—Dijo riendo—También cuando mi hermano te pegó un pelotazo en la cara, ese día que fuimos al parque.

Estaba recordando todos mis eventos catastróficos.

Paró de reír de a poco y columpio con pulso.

—Mike—Llamó mi atención aún columpiando, yo también estaba tomando vuelo y casi íbamos a la misma altura.

—¿Si?—No dejábamos de columpiarnos y ella me miró a los ojos, sonrió, pero no de esas sonrisas que entrega siempre.

—Yo...—Pausó—No, nosotros—Dijo dejando de mover sus piernas, pero manteniendo el mismo vuelo—Nosotros debemos terminar.

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