Halloween

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Michael:

—¿Hoy saldrás a pedir dulces?—Preguntó mi madre mientras yo me servía un tazón de cereales.

—¿Quién? ¿Yo?—Mr apunté y mi madre asintió—Pero por su puesto que si.

—Por un segundo pensé que te negarias—La mujer rió con ternura—Tus hermanos darán una pequeña fiesta en la casa hoy, yo iré a cenar con David ¿Podrías sacar a los niños?—Asentí—Gracias cariño.

—¡Ah! Pero más tarde saldré con los chicos, así que me encargaré de dejarlos acostados para que los demás no tengan problemas, si me acusan por ser demasiado mandon sólo no me des sermón ¿Si?

—Vale cariño—Sonrió y sentí a mis hermanos bajar corriendo las escaleras, todas las mañanas eran así, mientras todos corrían por la cocina en pijama tomé mi mochila y me despedí de mamá, saliendo tranquilamente de aquella batalla de monstruos.

Cuando estaba con mis abuelos en Japón no tenía ese tipo de mañanas, todo era silencio y calma, sólo podía oír a mi abuelo pasando las hojas del periódico y a mi abuela dando sorbos a su café, luego cuando llegaba a la escuela comenzaban a molestarme por no ser completamente japonés, yo en serio quería volver y no pude hacerlo hasta el día en que mis abuelos decidieron volver a dejarme con mamá.

Ni siquiera me quieren, sus actos desde que nació Alex han sido simples caprichos, ni siquiera cuando papá murió lloraron y era de esperar, ni a su hijo lo querían.

Pero bueno, "un niño que casi se muere de infartos al corazón no puede vivir en una ciudad llena de gente, claramente", con esa excusa mis abuelos me llevaron a vivir a Tokio, obligado y sin los únicos seres que me entendían.

Entonces cuando volví todos tenían una vida en la que yo no hacía falta, o eso creí hasta el momento en que arrastre mis maletas hacia la salida de la entrega de equipaje y Dayana corrió a abrazarme, llorando y pidiendo disculpas, Alex se aferró a mis piernas, Elizabeth me tomó por la espalda, Edward se aferró a mi cabeza y Anna lloró abrazando mi brazo y los mellizos que no veía desde bebés tomaban mi mano.

Entonces me di cuenta de que la pesadilla había acabado, que yo si tenía una familia.

Y lloré siendo protegido por los brazos de mis 7 hermanos.

Es raro hablar de ello, perdóname si te incómodo.

En la escuela todos saltaban de un lado para otro, las porristas parecían estar más animadas que nunca, los jugadores estaban entrenando con más ganas y Max era más fácil de golpear, todo estaba saliendo bien.

Excepto porque Christian no contestaba sus mensajes.

Lazari tampoco contestaba pero eso era porque ella había tenido que viajar, a veces desaparece sin dejar razones, pero así es ella.

En la clase de deportes teníamos mezcla con el salón de Dayana y el salón de Alex, ya que este año fuimos los tres salones elegidos que se salvaron de los exámenes de prueba, fuimos elegidos al azar y aquel que se salva del exámen va a sufrir de manera no psicológica, si no física.

Dayana se estaba riendo con sus amigas, Alex hablaba con Max y yo no estaba haciendo nada importante, así que fui a sentarme junto a Elliot en el jardín.

—¿Sabías qué..—Pausó volteando a mirarme—Los pasteles que da Christian son los mejores?—Sonrió y de la nada comenzó a bostezar ¿Chris y él son amigos?

—Soy diabético dependiente de insulina, hijo de puta.

—¿Y eso qué?—Respondió de mala gana—Son sin azúcar, imbécil.

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