Capítulo 47 Poco A Poco

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A continuación se inclina para aferrarme por las piernas, por debajo de mi trasero y de esta forma me alza y lleva hasta la cama donde ambos nos tumbamos, él sobre mí y nos comenzamos a besar. Qué bien que llegó. Pienso en medio del beso y ahora entiendo que lo extrañé, su calor, su olor.

— Si no tuviera tanta hambre te follaría de inmediato, pero necesito fuerzas para rendir.— Explica terminando el beso.

— Y no queremos que falles.— Guiña un ojo y se levanta dejándome sobre la cama y deseando más.

— Sería imperdonable, y dime ¿qué hay de cenar?— En cuanto escucho su pregunta me incorpora para quedar sentada. Gianluca espera al pie de la cama.

— Bueno. . .  lo que sucede es que. . . olvidé ese detalle.— Sin más remedio confieso con las mejillas encendidas, sintiendo que salí reprobada en mi primera prueba como ama de casa.

— ¿No lo hablaste con Constanza?— Tranquilo pregunta, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón.

— Hablar, si hablamos, pero. . . 

— Descuida, no hay problema. Voy a bajar para pedir que nos preparen algo rápido.— interrumpe sin darle mayor importancia al asunto.

¡Uf, qué alivio!

— Te prometo que no sucederá otra vez. Es que yo por lo general no ceno, llego de la tienda, me ducho y directo a dormir. Me ayuda a mantener la línea.

— No es una rutina sana, tu metabolismo necesita que ingieras comida para activarse, a la larga engordarás simplemente por tomar agua.— Claro, él lo dice porque coma lo que coma sigue siendo flaco.

— Siempre me ha funcionado,— encojo los hombros sin ver el problema.

— Porque eres joven, pero bueno, a mí me gusta comer bien, sono italiano.— Sonríe con brillantes ojos y yo le hago una mueca.

— ¿Sabes? Eres italiano según te convenga.— Reprocho recordando las veces que me ha dicho lo contrario.

— ¿De dónde sacas eso?— Arruga la frente.

— ¿Te recuerdas cuando te mencioné la famosa frase: Dolce far niente (El placer de no hacer nada)? Pues en esa oportunidad dijiste que no eras muy italiano.

— ¡Bah!— Desdeña con aires displicente,— de cualquier modo lo importante aquí es organizarnos. Me gusta que te mantengas en la línea, pero eso no implica que mates de hambre, con una alimentación balanceada y una buena rutina de ejercicios es suficiente. Sabes que tenemos un gimnasio y de ahí puedes alternar con la piscina, y te aseguro que no tendrás jamás problema de sobrepeso y lo mejor, sin sacrificar el comer, algo que sé te encanta.— Termina sus recomendaciones ligeramente inclinado sobre mí, batiendo las cejas, presumiendo como un experto en cuidado personal. No muy convencida lo miro.

— Gracias por las sugerencias, lo que sucede es que soy más de pilates, ya sabes, aeróbicos.

— Por supuesto, para tener la excusa de coquetear con un puto monitor como el capullo por el que te morías.— Gruñe recordando a Ricardo. Lo miro atónita, encuentro exagerado su reacción, sin dejar a un lado lo ofensivo de su insinuación.

— Qué absurdo eres.— Reprocho.

— ¿Absurdo? Fue frente a mis narices y si no te sacó a rastra de ese bar, habrías terminado en la cama con el bastardo.— Termina rugiendo, recordando el episodio y ofendida lo empujo para levantarme de la cama, en pie de lucha, a defenderme de la calumnia vertida sobre mí.

— Oye, que yo no me voy a la cama con cualquiera. Te recuerdo que precisamente en esa ocasión tú quisiste que tuviéramos sexo, en la parte trasera del vehículo y a pesar de estar borracha, drogada y loca por ti, no sucumbí a la tentación.— Le enumero una a uno los hechos que al parecer ha olvidado. Gianluca sonríe con amplitud, tomándome por sorpresa, sobre todo al asir mi cintura, acercándose a mi cuerpo.

A Pesar De Las Espinas ©Where stories live. Discover now