—No te preocupes, tomaré un taxi....—comienza a caminar hacia lo que creo es su guardarropa y.... no puede ser... sus shorts se ajustan perfectamente a su trasero, todo tipo de morbosidad comienza a pasar por mi cabeza, no puedo dejar de ver mientras ella de espaldas hacia mí busca algo de ropa —¿Sabes qué? Tú y yo deberíamos salir a almorzar, hoy mismo —digo, sin despegar la vista de su trasero, hasta que ella voltea a verme intento disimular viendo hacia otro lado mientras ubico mi ropa estratégicamente sobre mi entrepierna.

—¿Almorzar? —pregunta, enarcando una ceja —¿Tú y yo?

—Sí, bueno... te diría a desayunar, pero si llego tarde el maldito de Anderson me manda a la mierda —se ríe, da la vuelta otra vez y toma una bata de baño y mis ojos se posan otra vez donde no deben.

—¿Esto es una cita? —ahora me mira de nuevo, y yo intento ver a otro lado.

—No —¡ah! —no, bueno... —me lío yo solo, ahora no va a querer ir, comúnmente se les dice a las mujeres que sí y luego no las vuelves a llamar, excepto si no conseguiste lo que quieres...

Un resoplo de su parte me interrumpe.

—Estupendo que no sea una cita, ya me habías asustado —sonríe ampliamente. Frunzo el ceño ¿No quiere una cita conmigo? Pero qué ofensa. Me siento rechazado ¡Que mujer más mala! No me puedo quedar a discutir ese punto porque el maldito del caga-billetes me lanza por el ventanal si llego tarde.

Me despido de ella, después de vestirme le dije que la llamaría. No, ni siquiera beso su mejilla, mucho peor sus labios, no quiero que sienta mi apestosidad, —ni siquiera sé si esa era una palabra pero yo ya la había inventado—; pero claro, no me podía ir sin su número. Antes de salir de su casa, me fijo una vez más en su parte trasera, sí, si vale la pena.

***

Natalie.

Camino por el parqueo rumbo hacia el lugar donde trabajo, mis zapatos resuenan en el pavimento con cada paso que doy cuando uno de mis tacones se pega en un maldito agujero ¡Ah! ¡Maldición! Tiro de mi pie con fuerza y caigo de espaldas ¡Ahhh! Lo que me faltaba, y con este vestido muy ajustado y corto, lo más seguro es que enseñé mi cosita. Inmediatamente me levanto y acomodo mi vestido con glamour mirando alrededor, por suerte no hay nadie, ya puedo respirar tranquila y continúo caminando, solo espero que nadie haya visto las cámaras justo ahora.

—Hola preciosa —escucho a uno de mis compañeros de trabajo, cuando pasa frente a mí en su flameante auto del año, había bajado la ventanilla y ahora me guiña un ojo —quería estar contigo en la fiesta de Halloween ayer, ¿te fuiste temprano?

Creo que él no capta cuando una mujer no está interesada, tiene el ego por las nubes, el maldito es un dios griego voy a admitir, pero está casado y a mí no me gustan los casados, pero al parecer su cerebro no funciona bien ¿Es que todos los hombres tienen que ser así? La verdad, estoy pensando en quedarme soltera por el resto de mi vida.

—Llegué con alguien ¿no estaba tu esposa contigo? —cuestiono a propósito, él solo se ríe y se encoge de hombros.

—Me estoy divorciando —¡pero qué coincidencia! Suelto una risa irónica y lo ignoro mientras continúo mi camino y voy en dirección a la puerta. Puedo sentir su mirada en mi trasero y lo compruebo al girarme para encararlo.

—¿Se te perdió algo ahí? —él solo muestra una leve sonrisa y acelera el auto para dejarlo en el parking, esto es lo que tenemos que vivir las mujeres día a día.

Camino con más prisa antes de que me alcance, pero mis tacones y mi vestido ajustado no me permiten ir a la velocidad que quiero, a medio pasillo escucho mi celular sonar y no lo saco de mi bolso hasta que estoy en la sala de maquillaje, sí, yo conduzco un programa de televisión sobre maquillaje pero a mí me maquilla otra persona, cosas de la televisión.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Where stories live. Discover now