- Lo siento pero el acuerdo queda anulado. - Finalizó Bárbara.

El hombre rió secamente, seguramente fue su hija bastarda la que los convenció para romper con ese contrato. - Muy bien a fin de cuentas tengo otras opciones. - Dijo sonriendo.

Mientras tanto en la casa de la playa, los dos jóvenes seguían jugando a las cartas.

- ¡No puede ser! - Dijo atónito, ya era la tercera partida que la morena ganaba.

- La suerte del principiante. - Dijo con un brillo en sus ojos.

- Ya claro y yo nací ayer ¿quién te enseñó? - Preguntó curioso.

Le hubiera gustado responder algo más extraordinario como que se fugó a Las Vegas un fin de semana y allí un señor le enseñó los mejores trucos para ganar en ese tipo de juegos pero la realidad era mucho más simple. - Te sorprendería lo mucho que uno aprende en Internet. - Dijo riendo.

En respuesta Paul soltó una carcajada y fue allí cuando notaron el flash de una cámara, los dos se giraron al unísono hacia Jane que les miraba sonriendo. - Lo siento tenía que captar este  momento. - Se disculpó la joven.

Raymond también había venido pero esta vez con su propio coche. Se había posicionado junto a su hija.

La castaña fue a abrazar a su amiga. - ¿Cómo estas? - Preguntó aún abrazándola.

- Mejor. - Contestó mirando de reojo a su compañero de juego. En ese tiempo había logrado distraerse y no pensar en lo que pasaría al llegar a su casa.

- Bien, eso esta bien.

- De verdad que os agradezco tanto apoyo. - Dijo sincera.

- No hay nada que agradecer. - Habló Raymond. - Hay algunas cosas que tengo que tratar contigo. - Dijo mirando a su hijo. - ¿Vamos?

- Claro. - Dijo levantándose. - Por cierto. - Miró a Lana. - La próxima te ganaré. - Sonrió

- Eso habrá que verlo.

Después de la retirada de los hombres, las dos chicas podían conversar con tranquilidad.

- ¿Te apetece dar un paseo por la playa y hablamos tranquilamente? - Preguntó la castaña.

- Me encantaría.

Más de veinte llamadas y Lana no cogía el teléfono eso tenía preocupadas a las dos mujeres.

- Seguro estará con Jane divirtiéndose. - Dijo para tranquilizar a Isabel.

- Eso no es propio de ella ¿Y si le ha pasado algo? - Preguntó recordando el incidente nocturno.

- Estas exagerando, Lana ya es mayor para saber cuidarse sola. Igual está con algún pretendiente y se ha quedado a dormir con él.

- ¡Por Dios María! - Exclamó la mujer.

- No seas tan anticuada hombre que parece que la vieja aquí eres tú. - Dijo riendo.

Aunque tenía el semblante tranquilo ella también estaba preocupada y no solo por su nieta sino por la inesperada visita que tuvo días antes.  Tenía que estar más atenta por si volvía aquel hombre pero ¿cómo podía ser posible? Él había muerto en la guerra o eso le dijeron. Tenía que asegurarse y no hacerse ilusiones tontas, ella ya no estaba para ese tipo de cosas.

Por otro lado, las dos chicas caminaban a un ritmo lento por la arena que aún estaba caliente pues los rayos del sol seguían calentándola. Lana le había contado cada palabra que habló con Ernesto y su amiga escuchaba atentamente.

- Debió de ser muy duro para ti. - Dijo comprensiva.

- Aún me cuesta creerlo. - Suspiró.

- ¿Estas segura que lo que te dijo era verdad?

- Él parecía convencido aunque aún tengo que hablar con mi madre.

- Podemos quedarnos aquí cuanto tiempo necesites. - Propuso Jane.

- ¿Tú no tenías un trabajo en un bufete o algo así?

- Puedo trabajar desde casa. - Dijo tranquila.

Lana dudó un poco, no podía alargar más la situación necesitaba respuestas.

- Mejor llévame a casa, seguramente estarán preocupadas por no llegar anoche a dormir.

Ya estaban en el coche en dirección a la casa de Lana, cuanto más cerca estaba de su destino más nerviosa se ponía.

- ¿Cómo van las cosas en el bufete? - Preguntó la joven refiriéndose más a Brad que al trabajo en si.

Jane sonrió recordando lo sucedido con el abogado. - Nos besamos.

- ¿!Qué!? ¿Y me lo cuentas ahora? - Reprochó su amiga.

- No he tenido mucho tiempo ¿Sabes? - Dijo parando en un semáforo.

- ¿Y cómo fue? - Preguntó pícara.

- No sé como explicártelo, nunca había sentido tanto con un solo beso. - Dijo ruborizada.

El coche volvió a arrancar al tiempo que la conversación seguía.

- ¿Y ahora sois novios o algo así?

Jane pensó unos minutos que a la morena le parecieron siglos.

- No tengo ni idea, aún no hemos tenido esa charla y te aseguro que eso me aterra. - Confesó.

- Todo irá bien, ya lo veras. - Habló para darle ánimos.

- Eso espero.

Unos kilómetros más de carretera y ya habían llegado a su destino.

- ¿Quieres que entre contigo? - Preguntó Jane.

- No hace falta, esto lo tengo que afrontar sola. Te mantendré informada.

Se despidieron con un ligero abrazo y Lana entró en el edificio. Subió lentamente por las escaleras y al estar delante de la puerta dudó unos segundos, respiró hondo y metió la llave en la cerradura. Al escuchar la puerta cerrarse las dos mujeres salieron de la cocina para encontrarse con el semblante serio de la joven.

- Menos mal que llegas cariño. - Habló su abuela.

- Nos tenías muy preocupadas ¿dónde te habías metido?

- Lo sé todo. - Dijo ignorando la pregunta de su madre.

Alguien diferente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora