Epílogo: ¿Un nuevo comienzo?

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Al abrir los ojos se sintió algo amedrentada, pero su fuerza de voluntad venció al miedo con rapidez. Observó con sus ojos a Dinah, que dormía cerca de ella, abrazándola por la cintura. El viaje había resultado más agotador de lo que esperaban, pero era normal. No era lo mismo descender en una cápsula transbordadora que en una gigantesca nave con forma de nenúfar. Por ello habían tenido que descansar casi inmediatamente después de aterrizar en la llanura al sur de Kümal, donde Nymphaea había encontrado el espacio suficiente para estacionarse. Aunque todavía sentía un ligero dolor de cabeza, Julieta pudo levantarse de la cama después de retirar el brazo de Dinah con mucha suavidad para no despertarla, aunque aquello fuese muy difícil porque tenía el sueño más profundo que Julieta hubiese visto jamás. Pasadas un par de horas, la única habitante de Nymphaea que no se había despertado todavía era Dinah Lee, por lo que Julieta fue a despertarla. Había llegado el momento de mudarse a Kümal y decir adiós a su odisea espacial. Se tumbó en la cama en la que había despertado y retiró el pelo que cubría la frente de la asiática. Sonrió al ver que no se despertaba. Julieta habría jurado que el mundo podía acabarse, pero que Dinah Lee seguiría durmiendo sin que eso la molestase. Decidió susurrar a su oído, pero tuvo que hacerlo varias veces antes de que la chica abriese sus ojos lentamente.

— Hola —dijo Julieta sonriendo—.

— Hola —respondió Dinah bostezando—. Creo que he dormido mucho.

— Bastante. Todos nos esperan.

— ¿Ya hemos aterrizado? —preguntó Dinah incorporándose—. Podrías haberme despertado.

— No lo habrías hecho ni con una bomba atómica explotando bajo la cama. Dinah... Tenemos que hablar.

— ¿Pasa algo?

— En realidad sí. No voy a ir a Kümal, Dinah.

Aquello dañó mucho a Dinah Lee, que había aprendido a amar Kümal gracias a la opinión que Julieta tenía del lugar. Posiblemente había decidido asentarse allí porque Julieta también lo haría. Ahora que ella no iba a hacerlo, nada tenía sentido para Dinah Lee.

— No es lo que piensas, Di —explicó Julieta adivinando la tristeza en el rostro de la chica—. Te llevaría conmigo, pero no quiero que tires tu vida por la borda por mí.

— ¿Qué tienes en mente?

— Hay muchas preguntas sin repuesta, demasiadas... Desde que llegamos aquí hemos descubierto muchísimas cosas que la ciencia se ha preguntado siempre, pero lo cierto es que todavía hay preguntas por resolver. Me conoces lo suficientemente bien como para saber que la ciencia es mi vida. No puedo quedarme aquí mientras las dudas atormentan mi cabeza, y con la ayuda del mõploth todo me será más fácil.

— No sé si es porque yo no soy científica o porque lo único en lo que destaco es en la guerra, pero no puedo entender que decidas marcharte sola y nos dejes aquí. Eso ya me lo hiciste una vez, en Europa. Lo dejaste todo para marcharte a EEUU para estudiar astronomía... No volveré a pasar por eso. Quiero estar contigo allá donde vayas, Julieta.

— Pero esto es mi sueño, Di, no el tuyo. Y además podría ser peligroso.

— Razón de más para que la bruta de Dinah Lee te acompañe —rio la asiática con un ligero aire de tristeza—. No me apartes de ti. Eres mi vida.

Sin añadir nada más, Julieta se lanzó en brazos de Dinah y lloraron juntas. Comunicaron su decisión a Lana y la líder de los rebeldes, que en un principio se opuso a esa idea, las abrazó y las hizo saber que siempre tendrían un sitio en Kümal, junto a ellos. Poco después podía observarse una pequeña nave de las que Nymphaea contenía en su interior elevarse hacia el espacio y desaparecer de su vista.

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