13. Arior, Ciudad de las Mujeres

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La calle petrificada se volvió desértica aunque Lana habría jurado que minutos antes no lo estaba. Algo sombrío las había rodeado repentinamente. Podía notarse en el ambiente, en el modo en que todo se había oscurecido. Las muchachas que acompañaban a Dinah Lee y esta misma se habían vuelto tensas con furia en el rostro. Algo las había rodeado, como si los acechadores hubiesen estado esperando su llegada. Dinah lo tenía bastante claro. "Ellos" les habían tendido una emboscada. Tan repentina como inesperadamente surgieron varios hombres armados de la espesa selva esmeralda, confirmando aquellos temores de haber sido víctimas de una emboscada. Sin embargo, Lana sabía que esta vez no se estaba enfrentando a las inútiles fuerzas gubernamentales que intentaban darle caza. No, esta vez era algo distinto. Fuera lo que fuera no tenía buenas intenciones y Dinah había decidido no esperar a una ofensiva. La mujer se deshizo de aquellas túnicas negras que la envolvían a ella y sus muchachas y haciendo alarde de su gran capacidad física se enfrentaron en una batalla cuerpo a cuerpo con aquellos hombres opresores. Las jóvenes no eran como cualquier otra jovencita que Lana hubiese visto antes. Peleaban mejor que aquellos corpulentos hombres, mimetizándose con el ambiente salvaje de la jungla. Se movían como fieras indomables con un hambre insaciable, unas monstruosas máquinas de matar. Lana y los rebeldes decidieron intervenir y acudir en ayuda de Dinah y las suyas pero prácticamente resultó algo innecesario. Cuando los rebeldes ya estaban empezando, las jóvenes habían acabado con aquellos atacantes misteriosos surgidos de la espesura verde.

Observando a Lana parecía bastante difícil impresionarla pero aquellas chicas lo habían hecho. No cabía en ella del asombro. Aquellas jóvenes habían sido entrenadas por las más mortíferas mujeres: las hermanas Lee. La líder de los rebeldes se moría de ganas por saber qué estaba sucediendo, mas era plenamente consciente de que aquel no era el momento adecuado para preguntar nada. Continuaron su marcha como si nada hubiese sucedido aunque los ensangrentados cadáveres que yacían en el suelo demostraban que efectivamente había sucedido algo.

 Continuaron su marcha como si nada hubiese sucedido aunque los ensangrentados cadáveres que yacían en el suelo demostraban que efectivamente había sucedido algo

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Siguieron caminando a través de la selva hasta llegar al lugar indicado. El suelo y el ambiente dejaban de ser naturales una vez más y unos enormes muros de piedra se erigían en el lugar como si hubiesen estado allí desde el origen de los tiempos, mezclados con la naturaleza de Fior. Se encontraban frente a una gran fortificación cuya líder era Dinah. Las enormes puertas de una mezcla entre metal y piedra se abrieron para dejar paso a Dinah y los recién llegados, que era la primera vez que visitaban Arior, la Ciudad de las Mujeres. Aquello descolocó un poco a Lana, pero efectivamente aquello era una ciudad únicamente de mujeres, libre de la presencia de ningún varón. Todas ellas vestían de una forma más bien extraña pero familiar para Lana, pues eran ropajes similares a los que la chica utilizaba cuando estaba en el ejército. Eran telas que se adaptaban perfectamente a la silueta del cuerpo y definían la figura, pero permitían moverse completamente libre. Las casas no eran más que construcciones cuadriculares de piedra que se esparcían por Arior como una retícula. En el aire podía respirarse disciplina y mucho esfuerzo, un esfuerzo que hacía de aquellas mujeres las personas más valientes que Lana había conocido nunca. Dinah se sentó junto a los rebeldes para hablar sobre Arior habiendo notado antes su sorpresa para con la ciudad.

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