39. Hacia Kümal

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Llegaron a la conclusión de que su débil estado la había hecho enloquecer. Era cierto que la expresión de su rostro encajaba perfectamente con la de una desequilibrada, pero Alec no consideraba aquello suficiente para afirmar que Lana había perdido la cordura. Quizás su amor por ella le impedía estar de acuerdo con sus compañeros en que lo que Lana decía era algo que sólo una desequilibrada mental podría decir. ¿Por qué quién en su sano juicio pediría que le extirpasen a su propio hijo de su interior? Y aquello era lo único que Lana había suplicado desde su despertar. Para Wendy era muy duro ver en aquel estado a su madre. De hecho había prohibido que su hermano menor pudiese ir a ver a Lana y madre e hijo no se habían visto todavía. Seguirían así hasta que encontrasen una solución a la situación de Lana. Y aquella situación tenía que llegar pronto, porque Lana se desquiciaba más al ver que sus amigos y familiares no la creían y no sacaban de su interior a la criatura que estaba a punto de nacer, y la habían encerrado en una recámara para evitar que se practicase una cesárea a sí misma. Mientras tanto los preparativos para instalarse definitivamente en Kümal seguían adelante y la nave con forma de nenúfar seguía adentrándose en el sistema Ragna. En la oscuridad del espacio no sabían exactamente qué hora era, pero seguían la hora terrestre que había cuando abandonaron su planeta. Por eso supo Julieta que a Lana le quedaban unos días para cumplir nueve meses de embarazo y se preocupó por el bienestar de la que todavía consideraba su líder. Entonces decidió hablar con Lana para intentar comprenderla. Una mujer como ella no podía haber enloquecido sin más. Lana se encontraba durmiendo, agotada, con el sufrimiento escrito en el rostro. Julieta se aseguró de que la puerta estuviese cerrada y comenzó a aplicar el gélido gel sobre el vientre de Lana. Ella se despertó y agradeció que Julieta estuviese allí. Sabía que la albina estaba intentando averiguar qué tenía de malo su embarazo. Y aquello pudo leerse en su rostro.

Rápidamente pidió al mõploth que fuese a buscar a Alec mientras ella ataba a Lana a la camilla. Lana había tenido razón todo el tiempo. Aquello que crecía en su interior tenía que ser extirpado cuanto antes, si no es que era demasiado tarde. Y por ello ni había tiempo para miramientos ni Lana los quería. Julieta comenzó a rasgar el vientre de la mujer con algo de miedo mientras ella reprimía el dolor todo lo que podía, aunque fuese imposible evitar que gritase en algún momento. Pronto todos supieron que las peticiones de Lana habían sido acatadas por Julieta Higgs y se armó un gran escándalo a las puertas de la cámara donde la líder estaba siendo tratada. Y durante unas horas todos estuvieron expectantes a la espera de noticias, hasta que Julieta salió de la habitación todavía ensangrentada y dijo:

— Todo ha salido bien. Sin embargo, hay cosas que desconocíamos y que es necesario que hablemos.

Después de lavarse y de que Alec se ocupara de Lana, Julieta llevó a la líder a su habitación, aquella que ocupó desde sus primeras horas a bordo de Nymphaea

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Después de lavarse y de que Alec se ocupara de Lana, Julieta llevó a la líder a su habitación, aquella que ocupó desde sus primeras horas a bordo de Nymphaea. La dejaron descansar allí y los rebeldes se reunieron en la sala de control junto a su enemiga Alice, con la que se habían aliado temporalmente, mientras los niños permanecían ajenos a todo aquello. Julieta, como siempre un paso por delante de los demás, se levantó y captó la atención de todos. Explicó que deberían haber creído en Lana desde el principio y que de haber llegado unas horas más tarde, la líder de los rebeldes estaría muerta. El mõploth brilló entonces con mayor intensidad y mostró un holograma en el que se veía claramente a una criatura que parecía humana, de no ser porque sus ojos eran tan grandes que casi se juntaban en uno solo y eran completamente negros.

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