18. Batalla espacial

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A pesar de lo mucho que había meditado era incapaz de pensar en la mejor forma de penetrar en Ve-III. Estaba perdida y tenía una gran falta de inspiración y de ganas para afrontar el problema en óptimas condiciones. Se sentía una líder impotente aunque era consciente de que ella nunca pidió ser una líder. El grupo y el paso del tiempo la habían convertido en ello. Ni siquiera la ternura que Christopher despertaba en ella lograba aclarar un poco su mente y mostrarle algo de luz al final del túnel. Podía observar al fondo de aquella habitación a su amado Pio, cambiándose la ropa y guardando un silencio sepulcral e irrompible. Ni siquiera desviaba su mirada hacia la mujer, ignoraba su presencia como si no la conociese de nada. Así se sentía Lana. Como una completa desconocida que pasaba desapercibida ante el que consideraba un hombre perfecto. ¿Cómo concentrarse en encontrar una solución para entrar en Ve-III si ni siquiera era capaz de hallar una para su propia vida?

 ¿Cómo concentrarse en encontrar una solución para entrar en Ve-III si ni siquiera era capaz de hallar una para su propia vida?

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Nymphaea seguía avanzando impasible hacia la estación espacial. Las hermanas Lee charlaban con Alec sobre viejos recuerdos que habían sido olvidados en el inconsciente por muchísimo tiempo. Con el reciente reencuentro del grupo habían aflorado miles de emociones y sentimientos que se habían visto subyugados por la distancia y el correr de los años. Los lazos que unían a las hermanas Lee, Alec y la mismísima Lana se habían forjado muchísimos años atrás, durante la estancia de estos en las bases militares de Nueva Zelanda. Las risas traspasaban las puertas de aquella sala en la que estaban reunidos, llamando la atención del pequeño Christopher. Poco acostumbrado a escuchar aquel sonido de alegría y felicidad, el niño había decidido sentarse junto a Alec, cuyo carácter lo había convertido en un gran referente paterno para el muchacho. No tardó en hacerse partícipe de los miles de momentos que las hermanas Lee habían vivido junto a Lana en el ejército y momentáneamente se olvidaron de la horrible situación en la que se habían embarcado. Pero de pronto las puertas de la sala se abrieron dejando paso a Lana. La líder se adentró en la estancia mientras sus compañeros guardaban silencio y contemplaban el paso decidido con el que avanzaba. Se sentó en una silla, cerca de los sonrientes rebeldes, dispuesta a explicar su plan a todos. Y durante los minutos en que aguardaron la llegada de Pio y Awhina siguieron contando anécdotas sucedidas durante la plena juventud del grupo y consiguieron esbozar una pequeña sonrisa en la demacrada cara de la líder. Al fin llegaron los dos rebeldes ausentes con aquel extraño comportamiento que los caracterizaba ya frente al resto del equipo, se sentaron cerca de ellos y se dispusieron a escuchar las nuevas órdenes de la líder. 

Lana destacó la gran eficacia de los sistemas operativos de la estación espacial. Con la ayuda de la servicial Lotus había averiguado la gran capacidad de protección que ofrecían los sistemas operativos en la estación Ve-III, conociendo entonces el orden que se debía respirar en aquel lugar. Lana declaró aquel orden como la principal amenaza del grupo, ya que les sería imposible alcanzar todos sus objetivos en aquel estado de calma. Por tanto tenía claro lo había que hacer. Sembrar el caos. Para los rebeldes resultó muy extraño que Lana describiese un plan de aquellas características, ya que ella se caracterizaba por ser una mujer metódica y rigurosa que ideaba planes muy minuciosos. Jamás había realizado una ofensiva de aquellas singularidades pero el plan tenía sentido. Se dividirían en dos grupos para que uno de ellos se encargase de recopilar lo que querían mientras el otro sembraba el caos y facilitaba la tarea a los recolectores. Parecía un buen plan. 

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