21. La hija de Higgs

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Nuevas naves llegaron a la estación espacial Ve-III. Los desastres provocados por la reciente pelea todavía no habían sido reparados, así que era algo pronto para asegurar la recuperación de la estación espacial de Estados Unidos. Era algo extraño ver aquella gigantesca nave acercándose con total naturalidad a una estación espacial devastada, especialmente cuando la nave era tan enorme como una ciudad flotante. Se acercaba a la estación espacial asustando a las pocas estrellas que se atrevían a brillar a su alrededor. En aquella estación sabían perfectamente quién era la propietaria de aquella monstruosidad. La mujer más ambiciosa de toda la nación estadounidense. Alice.

Tal vez los rebeldes no lo supiesen pero desde su partida las cosas eran bastantes diferentes en la Tierra. Para empezar, Alice se había rebelado. Su verdadera personalidad, tan maligna como un tumor en los pulmones, había aflorado a raíz del éxodo de los rebeldes. Regresó a su país natal. Allí se encontró con la mismísima Lady Halley, aislada en las exuberancias de su majestuoso hogar. Irrumpió allí sorprendiendo a la tirana que gobernaba el territorio estadounidense y, armada con un bazooka, sembró el caos en la residencia de los más altos personajes estadounidenses. Entre todos los numerosos muertos se encontraba aquella vanidosa mujer, Lady Halley. Todo el país sabía lo lejos que podía llegar Alice por conseguir sus objetivos, pero nunca llegaron a imaginarse que fuese capaz de asesinar a la mismísima Lady Halley y quedarse todas sus riquezas para hacerse con el mayor de los ejércitos.

Una parte de este batallón se dedicó a extorsionar y esclavizar a la población estadounidense para que Alice pudiese fundar lo que ella denominaba como su Imperio. Sus sueños más oscuros consistían en crear un Imperio de tierras y súbditos cuya única autoridad tenía que ser ella. Por aquel motivo siempre fue conocida como la Encarnación del Mal. No obstante, la gran mayoría de aquellos ejércitos poseían un destino mucho más complicado y difícil. Saciar la sed de venganza de aquella mujer que se había transformado en una de las personas más poderosas y temidas del mundo. Todos se habían embarcado en una aventura espacial, donde gracias a aquella ciudad flotante de magníficas dimensiones irían a la caza de aquellos rebeldes que en tantas ocasiones habían ganado a la ambiciosa mujer.

En la estación espacial jamás imaginaron que tendrían la dicha o desdicha de poder recibir a aquella imponente mujer. Las condiciones en que estaban viviendo allí eran completamente inhumanas. La batalla ocasionada por la invasión de aquellos extraños había provocado muchísimos muertos. Más de la mitad de la gente que habitaba aquel lugar había muerto en la batalla o en los momentos posteriores. Las reservas de comida, agua y demás enseres habían quedado inútiles. Y algunas de las capacidades técnicas del recinto habían sido dañadas, por lo que había gran dificultad para acceder a zonas determinadas. La llegada de las naves, aunque estuviesen gobernadas por Alice, suponía la mejor de las oportunidades para la gente que habitaba el lugar. En un tiempo de gran brevedad, vivir en aquella estación sería un infierno y una condena a muerte. Mas Alice ya tenía sus propios planes que de ningún modo incluían rescatar a los habitantes de la estación espacial. La ciudad flotante se acercó todo lo que pudo a la estación espacial para después expulsar una pequeña nave que llevaría a Alice y algunos de sus hombres hacia el interior del recinto. Y no tenían pensado ofrecer una visita cordial, pues de haberlo querido así no habrían descendido armados. Se detuvieron frente a la estación y el vehículo espacial se posó en el lugar en el que había estado Nymphaea anteriormente.

 Se detuvieron frente a la estación y el vehículo espacial se posó en el lugar en el que había estado Nymphaea anteriormente

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