25. Perdidos en Ragna-III

49 3 0
                                    

Frío era lo único que su delgado cuerpo sentía, no había ningún sonido ni tampoco se percibía ningún olor. Era como estar de nuevo en el útero materno, donde la calma es imperturbable, pero sus ojos oscuros y de aspecto asiático terminaron abriéndose, señal de que Dinah Lee había despertado. Esta vez su eterno compañero de viaje, el moño en el que siempre llevaba recogida su extensa melena, no había resistido como ella. Su cabellera oscura yacía húmeda y enredada hacia su cadera, quedando aplastada bajo su peso. Observó que seguía en el interior de aquella cápsula de eyección perteneciente a Nymphaea y poco después recordó todo. El asalto a la nave por parte de Alice y su ejército, el descontrol apoderándose del navío con forma de nenúfar, los rebeldes separándose para abandonar la nave, Lana quedándose sola en aquella autodestructiva Nymphaea junto a Alice y sus hombres... Un escalofrío recorrió todo su cuerpo sólo de imaginar qué podía estar sufriendo su amiga. Y por ella decidió mover sus brazos, ejercitando sus músculos. Comenzó a hacer fuerza para retirar la compuerta metálica que sellaba su cápsula y unos pocos minutos después lo consiguió.

La luz penetró de tal manera en sus ojos que por unos interminables segundos llegó a creer que se había quedado ciega. Aunque las vistas que pudo contemplar poco después despojaron su mente de tales pensamientos. Un enorme claro se extendía ante sus ojos como un océano verde y luminoso que no conocía fin. La hierba era de un verde que Dinah Lee no había visto jamás, ni siquiera en las salvajes tierras de Endor, donde se había criado. Aquel mar de hierba se extendía sobre colinas que modelaban el paisaje, acercándose más a la metáfora del océano gracias a las ondas que hacían las colinas en el horizonte. Algún que otro árbol se elevaba sobre el prado con sus gruesas raíces naciendo del suelo y formando extrañas formas hasta la mitad del robusto tronco, que se dividía en un numeroso ramaje. La copa era también de un verde luminoso que parecía fusionarse con el verde del suelo y su espesor y gran magnitud creaba alrededor de los árboles una considerable zona sombría de aspecto siniestro.

 La copa era también de un verde luminoso que parecía fusionarse con el verde del suelo y su espesor y gran magnitud creaba alrededor de los árboles una considerable zona sombría de aspecto siniestro

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Después de haber camino un buen trecho por aquel océano verde, Dinah observó una pequeña columna de humo negro que se erigía hacia el oscuro cielo nocturno. No dudó. Se trataba de otra de las cápsulas. Corrió hacia allí deseando con todas sus fuerzas encontrar a un compañero superviviente, pues por el aspecto de la columna de humo no parecía haber tenido un buen aterrizaje. En realidad, la asiática deseaba con muchísima fuerza que aquella cápsula se correspondiese con la de Jane Lee o con la de Julieta, pero si aquello no era así le bastaba con que el compañero estuviese bien. Al acercarse a la colina los temores crecieron. La cápsula no había resistido el impacto y sus restos se encontraban esparcidos por aquí y por allí, algunos todavía ardiendo. Su corazón comenzó a latir de forma desesperada. Ahora deseaba que no fuese Julieta Higgs quien dormía en aquella cápsula. Alcanzó a ver una zona mucho más demacrada. Las llamas lo habían devorado todo desde la cápsula hasta los hierbajos más alejados. Dinah expulsó una lágrima, completamente entristecida. Y entonces, un sonido devolvió toda la esperanza perdida. Un pequeño gemido de dolor, a unos pasos del lugar donde Dinah se encontraba sollozando. Corrió hacia allí con el corazón a punto de explotar para encontrarse con la demacrada cara de su hermana, Jane Lee. 

Más Allá De Nuestro MundoOn viuen les histories. Descobreix ara