6. Alec el Sabio

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Ahora podía verse perfectamente que aquel ejército no había llegado a los bosques de Goblin por casualidad. Es más, tenían el refugio completamente rodeado, tal y como Lana había intuido. Podían verse a decenas de hombres a pocos metros de la casa, contemplando con paciencia si tenía lugar el más mínimo movimiento. Pero afortunadamente, nada ocurría. Así fue como cuatro de aquellos fornidos soldados que se habían convertido en la guardia del corrupto gobierno neozelandés decidieron entrar en el refugio armados hasta los dientes. Uno de ellos pateó furiosamente la puerta tirándola al suelo y después entraron en aquella oscuridad que engullía la pequeña construcción. La ausencia de luz era tan enorme que parecía poseer una masa y un peso determinados, como si realmente aquel espectro siniestro tuviese un cuerpo y ocupase espacio. Era muy difícil moverse y mucho más notar lo que los techos escondían. Aquellas vigas de madera servían de escondite a una guerrera, una mujer que estaba a punto de dejar boquiabiertos a todos esos hombres armados que habían venido a acabar con ella y sus amigos.

Con mucha gracia dejó que sus piernas cayesen libremente hacia el suelo, aterrizando sobre sus dos pies con muchísima gentileza. El ruido que provocaron sus botas al chocar con el húmedo suelo de madera apenas se notó, por lo que Lana tuvo todo el tiempo del mundo para acabar con uno de los hombres. Cuando este se derrumbó sobre el suelo a causa del profundo corte en su garganta, los otros tres soldados descubrieron a Lana, quien ya se había preparado para acabar con ellos. Se movía ágil en la negra oscuridad, como si fuese su verdadero terreno, su propio hogar. Cogió a uno de los hombres, lo golpeó y lo dejó molido en el suelo, expulsando ríos de sangre por la boca y la nariz. El resto de los hombres cayeron poco después y Lana se hizo con sus extravagantes armas. Después abandonó el refugio oscuro con el arma empuñada y la adrenalina rebosando por cada poro de su piel. Aquella poderosa mujer emergió de la oscuridad que envolvía la casa mientras disparaba balas a diestro y siniestro. Como si una fuerza los bloqueara, los soldados no tenían tiempo para reaccionar y caían muertos por doquier sin que ninguno pudiese moverse. Aquel ataque los había pillado por sorpresa y eran incapaces de defenderse o hacer algo para evitar que aquella mujer, hábil con las armas donde las haya, acabase matando a todos. Lamentablemente, las balas de aquella innovadora metralleta acabaron agotándose y Lana tuvo que salir corriendo revólver en mano. Corrió veloz hacia la parte trasera del refugio y siguió avanzando hasta abandonar el sendero para adentrarse en las tenebrosas entrañas del bosque Goblin. Por primera vez tenía miedo. Un gran ejército de hombres la seguía de cerca disparando miles de balas que por fortuna nunca llegaban a alcanzarla. Pero al fin llegó al claro adecuado, donde Pio y Awhina debían estar esperándola. Todo parecía normal y silencioso, como si estuviese en orden. Pero en mitad de la oscuridad había erigida una estructura extraña, una especie de vehículo. Un helicóptero. Cerca había un cadáver, un hombre ensangrentado que minutos antes conducía el vehículo aéreo sin saber que aquel sería su último vuelo. Lana subió de un salto justo en el momento en que el aparato despegaba. Por suerte, el helicóptero cogía altura cuando Lana ya estaba en su interior. Miles de balas asediaban a los fugitivos que nuevamente mostraban sus dotes para ganar los desafíos a un gobierno regido por la corrupción y la falta de humanidad. La noche devoró el vehículo y lo protegió en sus profundidades asegurando que la fuga se completase con éxito.

 La noche devoró el vehículo y lo protegió en sus profundidades asegurando que la fuga se completase con éxito

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