14. Rendición

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El cielo estaba bastante despejado, así que era fácil alzar la vista y perderse entre las miles de estrellas que decoraban el firmamento aquella noche. Caminaban sigilosos, ocultos entre las sombras de los esteparios paisajes de Bahía Rocosa, en la isla Gran Mercurio. Lana lo tenía todo bajo control. Creía que había reunido un equipo con el que viajar segura al espacio y poner rumbo definitivamente a Ragna-III para recuperar a sus hijos y el resto de niños raptados de Wellington y otros importantes centros urbanos de Nueva Zelanda. Quería invadir nuevamente Wild Sea en busca de una nave en condiciones con la que viajar al espacio. ¿Pero verdaderamente sería tan fácil invadirla por segunda vez? Cabía la enorme posibilidad de que las medidas de seguridad de la base se hubiesen mejorado y tenían que pensar en ello para no correr riesgos.

A pocos kilómetros de la base ya podía respirarse aquel extraño olor. Un olor bastante desagradable, posiblemente originado por algún cuerpo en pleno estado de descomposición. Lo que no imaginaban era que aquel tufo saliese de un cuerpo humano. Su avanzada putrefacción hacía prácticamente imposible reconocer quién era o de qué había muerto, aunque el inteligente Alec quiso opinar exponiendo la teoría de que nadie más que la naturaleza había acabado con su vida. Claro que solo era una teoría imposible de demostrar y además, algo totalmente innecesario para el grupo. Extrañó mucho a los cuatro observar que junto al cadáver hubiese paquetes que parecían estar provistos de comida y otros productos de supervivencia básica. Obviando aquella anomalía siguieron avanzando, aunque el hedor y aquella horripilante imagen protagonizada por las larvas blancas devorando los tejidos del cuerpo atormentaban sus pensamientos. Poco después se toparon con un nuevo cuerpo. Este apenas había iniciado el proceso de descomposición que el anterior había casi terminado, así que Alec decidió resolver aquel misterio. Además observó que también había junto al cadáver paquetes semejantes a los que acompañaban al cuerpo que habían visto anteriormente. ¿Acaso estaban relacionados? Alec procedió a investigar el cuerpo más detalladamente, aunque no osó acercarse después de observarlo de lejos durante un buen rato. Sus ojos habían captado algo. Eran una especie de bultos que sobresalían del fresco cadáver, unos bultos inconfundibles. A Alec no le hizo falta acercarse al fallecido para saber que había muerto a causa de una enfermedad, la peste bubónica. Estaba completamente convencido de que el cadáver anterior también había hallado en esta horrible enfermedad el origen de su muerte. Seguramente la enfermedad ya se había propagado hasta las islas Mercurio. 

A pesar de que la peste bubónica había sido prácticamente erradicada desde la Edad Media, las catástrofes del último siglo de nuestro mundo habían revivido a esta enfermedad que en la Era Medieval minó drásticamente la población mundial.

Si la enfermedad había llegado a Gran Mercurio tenían que tener cuidado. Alec sabía lo contagiosa que podía llegar a ser y estaban demasiado cerca del sujeto. Tenían que ser más cuidadosos que nunca y Lana necesitaba a su equipo para poder conseguirlo. Avanzaron hacia la base con mucho sigilo, procurando que nada pudiese darse cuenta de su presencia. La líder necesitaba esforzarse, pues jamás se consideró una buena mentirosa. El único proyecto similar a un plan que poseía era utilizar aquellos paquetes. Se había formulado la teoría de que aquellos muertos eran una especie de mensajeros que enviaban algo a Wild Sea, y de ser así, podían utilizar los paquetes como moneda de cambio. Claro que aquello solo era una estúpida hipótesis sin apenas fundamentos y aparte de eso no tenía ningún plan o idea brillante. Así que quería entrar en la base como ya lo hicieron la primera vez. Pero necesitaba aparentar que disponía de un plan o todo su equipo se desmoronaría. Y no podía permitirlo. Así que fingiendo lo mejor que supo, dirigió a sus amigos hacia las murallas de Wild Sea, dispuesta a enfrentarse a cualquier cosa con tal de conseguir abandonar la Tierra para reunirse definitivamente con sus hijos.

 Así que fingiendo lo mejor que supo, dirigió a sus amigos hacia las murallas de Wild Sea, dispuesta a enfrentarse a cualquier cosa con tal de conseguir abandonar la Tierra para reunirse definitivamente con sus hijos

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