Capítulo 32 Villa Biachelli

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— Una mujer llena de celos por las constantes infidelidades de su esposo, lo mató con su propio fusil de caza. La homicida al ver la locura que había cometido, decidió suicidarse, pero antes. . . asesinó a sus dos pequeños bambinos.— Tapo mi boca impresionada, al escuchar el trágico relato. Sólo imaginar que unos pequeños niños estuvieron involucrados en esa desgracia me deja sin habla.— Lo llamaron «La tragedia de la Azucena». Era el nombre de la desdichada.— Aclara continuando la narración.

— Es monstruoso.— Murmuro horrorizada detrás mis manos.

— Una tragedia que aún hoy relatan en el pueblo.— Comenta Nico con gesto lúgubre.

—¿Hay más?— La pregunta sale de mi boca antes de poder evitarlo. Lo cierto es que no sé sí estoy preparada para escuchar más, pero el morbo que me genera la curiosidad supera la prudencia.

— Lamentablemente sí. ¿Quieres que siga?— Gianluca espera mi consentimiento. Con lentitud asiento. Ya no hay cómo detener a la curiosa dentro de mí.— La joven hija de un propietario se enamoró de un chico del pueblo, pero por la diferencia en estatus social entre ambos, les estaba prohibido unirse en matrimonio, ma los rebeldes enamorados, sin importarles los prejuicios de la época y contraviniendo las órdenes del padre de la doncella, decidieron tomar cartas en el asunto.— Lo miro con la boca abierta, hipnotizada por su singular manera de relatar los hechos.— Organizaron una fuga para casarse en secreto y consumar su amor, sólo que el progenitor de la novia, descubrió los planes de huida y amparado por la oscuridad de la noche, esperó a que el enamorado apareciera y cuando lo hizo. . . apunto directo al corazón, sin esperar que su hija se interpusiera entre la bala asesina y su amado, resultando alcanzada por el contundente proyectil. Mortalmente herida, cayó sobre el jardín de rosas, el que todavía hoy se conserva.

— ¡No me cuentes más, por favor!— Suplico consternada. Esta historia en particular me pone los nervios de punta.

— Como quieras, sólo que te preguntarás, ¿Por qué Gianluca me ha contado tutto esto?— Pregunta frío y calculador. No contesto. Trago para deshacer el nudo en mi garganta, esperando que prosiga.— Es sencillo, en Villa Biachelli. . . salen fantasmas.

 ¡Me lleva, lo sabía!

— Inventas, sólo buscas asustarme.— Recrimino temblorosa, esperando estar en lo cierto.

— En lo absoluto, si te cuento este secreto  celosamente guardado es porque estimo que es mio deber. Non quiero que un fantasma te tome desprevenida. Considero que al saber de su existencia y si tienes la mala suerte en toparte con uno, a lo mejor sabrás cómo manejar la situación.— Abro los brazos por lo absurdo de su lógica.

— ¡Estás loco! No hablamos de presentar un examen de manejo, que si se estudia es posible aprobarlo, estamos hablando de fantasmas, así qué dime: ¡¿Cómo coño aprendes a manejar una mierda de esa?!— Exclamo asustada.

E 'vero, en mi caso apenas me he acostumbrado y eso luego de asistir a mucha terapia.— Lo miro asombrada por la forma tan pragmática como trata el tema. ¿Y pretende que yo lo tomé igual? No sé qué es peor, el escuchar historias de accidentes aéreos mientras se vuela o de espantos. Me preparo a decirle una cuantas verdades, pero la intervención de Nico ataja mis reclamos.

— Un giorno mientras lavare el coche, un joven vestido con uniforme militare de época me abordó para preguntar si sabía dónde estaba suo padre.— Oh, Dios mío, aquí vamos otra vez. Me estremezco, sintiéndome cada vez más aterrada,— é stato petrificado en el sitio, sin poderle respondere. Era tan real, como tú en questo momentos, Ela,— toca mi brazo con la punta de sus dedos y yo los aparto como si quemaran. No quiero que me comparen con un fantasmas ni de broma.— Al ver que non obtenía respuesta de mi parte, il soldato dio media vuelta y siguió su camino al costado della casa. Yo al fin reaccione y correndo fui detrás del sujeto, pero ya no había nadie, había desaparecido como por arte de magia. Estoy seguro que era uno de los filios del nazi.— Asegura sin dejarme de mirar.

A Pesar De Las Espinas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora