t r e i n t a y d o s

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— Auditorio, ocho de la tarde. — dijo Yoongi, por enésima vez, mientras hacía el nudo de la corbata con una agilidad impresionante. — Puto auditorio, ocho de la tarde.

— Sí, Yoongi, me ha quedado claro. — le dije con hastío.

Observaba cómo el peliverde se miraba al espejo del hall de entrada con aire insatisfecho, ladeando la cabeza. Era la primera vez que le veía en traje. Siempre había visto a Yoongi con chaquetas de cuero, pantalones rotos, como mucho alguna camisa blanca. Pero nunca en traje. Me apoyé en el marco de la puerta del pasillo y continué mirándole, cruzada de brazos. Yoongi consiguió atarse la corbata con facilidad, se contempló un par de segundos más, despeinó un poco su flequillo verde y se giró hacia mí, como preguntándome si estaba bien.

— ¿Vas a decirles a los profesores que has comido cupcakes? — le pregunté, sarcástica, señalando su nariz. Todavía tenía algunos restos de polvo blanco.

Yoongi arrugó la nariz. No hizo ademán de limpiarse, así que me vi obligada a tirar de su corbata para acercarle a mí y a quitar el polvo de su nariz. Él se rió, pero luego se alejó de mala gana. — Joder, es azúcar.

— ¿Ahora esnifas azúcar glasé?

Me fulminó con la mirada y me señaló de manera amenazante, como solía hacer cuando decía algo que le molestaba (pero que era verdad al fin y al cabo). — Auditorio. A las ocho. Ponte guapa.

Asentí sin mucho interés. — Suerte con el ensayo.

— No necesito tu suerte, joder. — soltó, haciendo un gesto desganado con la mano. Se calzó unos mocasines, alcanzó su carpeta de partituras, se frotó la nariz y se giró de nuevo para pegar sus labios con los míos. Fue un beso algo brusco, pero al menos supuse que lo hizo con algo de cariño. — Como no te vea allí, juro qu-

— ¡Adiós! — me despedí, con aparente dulzura.

Yoongi se limitó a fruncir el ceño y a dar un buen portazo.

Suspiré agotada. Cuando Yoongi se marchaba del apartamento se acababan los gritos, las discusiones, los besos forzados y las sonrisas fingidas. Había decidido que no le ayudaría en ningún momento, en ninguna circunstancia, pero de alguna manera u otra siempre acababa con él. Empecé a creer que, en vez de no ayudarle, lo único que estaba haciendo era dejar que Yoongi hiciera lo que le diera la gana. Como esnifar cocaína, por ejemplo, o tocar el piano a las tantas de la mañana. Jimin y yo ya nos habíamos acostumbrado, así que simplemente le ignorábamos.

Volví a la cocina, arrastrando los pies. Jimin me esperaba allí, sentado en uno de los taburetes y con las manos escondidas bajo las mangas de una de sus sudaderas. Alzó la cabeza al verme.

— ¿Vas a ir?

Me encogí de hombros. — Supongo.

— Estoy un poco... harto de él.

Abrí los ojos, sorprendida. — Jimin, ¿tienes fiebre? — me sorprendió tanto que dijera aquello que no supe cómo narices contestar, por eso utilicé el sarcasmo. Le miré con seriedad, buscando algún destello en sus ojos rasgados que me indicara que estaba de broma. Jimin era el fan número uno de Yoongi. Me di cuenta, al ver la expresión sombría de Jimin, de que las cosas iban realmente mal.

— No me gusta cómo se comporta. Está volviéndose loco.

— Más de lo que está. — añadí — Llamaré a su psiquiatra... Y tiraré la dichosa cocaína.

— Se enfadará si lo haces.

Puede que ya no ayudara a Yoongi, .o al menos intentaba no ayudarle- pero seguía preocupándome. Podía notar la demencia en sus ojos, cómo poco a poco iba perdiendo la cordura. Y el tacto con el resto.

Hold me tighter (HMT2)  » Suga;BTS✔Where stories live. Discover now