Capitulo 18

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Después haber pasado casi todo el sábado en el hospital, Katniss había invitado a Peeta a cenar a su casa.

Había preparado unas deliciosas patatas a la crema con salmón, que habían acompañado con vino blanco.

- No dejas de sorprenderme, Katniss Everdeen -sonrió Peeta recostándose en su asiento -Nunca imaginé que pudieras ser tan buena cocinera

Katniss rió levantándose para retirar los platos y se dirigió a la cocina. Cuando apoyó los platos en la encimera Peeta se pegó a su espalda sorprendiéndola.

- Me gustaría saber que más ha preparado para mí, señorita Everdeen - murmuró contra su oído

- No he preparado nada más - confesó con una sonrisa girándose para quedar de frente a él -Si esperas algo más deberé improvisar

- Mmm, improvisar... - dijo con voz ronca llevando las manos a la cintura de la chica acariciando la piel que quedaba por encima de la cinturilla de los pantalones - Me gusta improvisar... - reconoció besando su cuello

Katniss se arqueó apoyando las manos en sus hombros.

- ¿Quién lo diría? ¿Improvisar, Mellark? Siempre me has parecido un obseso del control y la organización.

- Es mi turno de sorprender - rió a la vez que subía las manos por los costados de la chica por debajo de la camisa.

Katniss se tensó levemente cuando las manos de Peeta alcanzaron sus pechos. Buscó su boca con la de ella y comenzó a besarlo con ansiedad mientras las manos del hombre estrujaban sus pechos endureciendo sus pezones.

Llevó las manos hasta su camisa y la desabotonó dándole una perfecta vista de sus pequeños pechos, níveos en contraste con el encaje rojo del sujetador.

Dejó resbalar la camisa por los hombros y los brazos de la joven y volvió a besarla con ansias.

- Quiero hacerte el amor, Katniss- confesó

Katniss dudó un instante antes de responder. Después de los pocos días que llevaban saliendo juntos, ella también lo deseaba. Pero su inexperiencia le preocupaba, Peeta pensaba que ella no era virgen. De hecho, había una época que la había considerado promiscua, y ella nunca lo había negado. Le preocupaba que él lo notara.

Sabía que no todas las chicas vírgenes sangraban o sentían dolor en su primera vez. Si ese fuera su caso tal vez Peeta no lo notase, pero no podía estar segura de que así fuera.

No sabía si estaba preparada para que Peeta supiera que todo lo que se había dicho de ella durante años había sido un engaño. Aunque ya casi no le quedaban secretos frente a él.

Pero por otra parte, sabía que nunca habría otro hombre a quien desease entregarle su virginidad más de lo que deseaba que fuera Peeta su primer hombre.

Además, tenía 26 años, ya era hora de que supiese de primera mano lo que era el sexo.

- Quiero que me hagas el amor, Peeta - aceptó tímida por fin y Peeta pudo respirar

Bajó las manos hasta alcanzar sus glúteos y tiró de ella obligándola a enredar las piernas en su cintura.

- Nuestra primera vez juntos va a ser en una cama- dijo y salió de la cocina rumbo a la habitación.

La habitación de Katniss estaba decorada en distintas tonalidades de malva. Los muebles, blancos y sencillos y la cama, con un cabecero blanco, estaba cubierta por un edredón color malva.

Peeta separó las mantas, la tumbó en la cama y se recostó sobre ella entre sus piernas.

La beso con suavidad pero su necesidad fue tomando protagonismo.

La herederaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon