Capitulo 26

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Los últimos cuatro meses habían sido de descubrimientos.

Katniss y Peeta habían encontrado en el otro, algo que llevaban buscando toda la vida aunque ninguno de los dos era consciente de eso.

No obstante sus sentimientos, ninguno de los dos aún lo había puesto en palabras y no sabían por qué.

La vida juntos era tranquila a la vez que emocionante.

Las revistas, que los habían seguido a sol y a sombra durante los primeros dos meses, ya se habían cansado de no encontrar nunca ninguna bomba que hacer estallar entre ellos y ya habían pasado al famoso siguiente.

Un hijo no reconocido del actor más en auge del momento, les había dado el pie para dejar en paz a La Heredera, y desde entonces Katniss no podía más que compadecer, a la vez que agradecer, las indiscreciones de Félix Cudmore.

Por otra parte, la salud de Brutus no mostraba cambios.

Pero así como Katniss sentía cada vez más remotas las posibilidades de recuperar a su padre, había hallado en los Mellark, su nueva familia.

Pasados los primeros meses, cuando Prim realmente comprobó por activa y por pasiva la felicidad de Peeta junto a Katniss, ésta se convirtió en su cuñada favorita. Y su relación había pasado de simplemente cordial a sinceramente amistosa.

Jugaba a favor de Katniss, el hecho de que May la adorase.

Peeta y Katniss se habían compenetrado perfectamente en el trabajo en Everdeen y después de un par de meses, trabajaban codo a codo, no imaginándose cómo sería dejar de hacerlo.

En ese momento, Katniss había decidido introducir a Peeta en todo el resto de su vida.

Por esa razón ambos habían viajado a Namibia.

- ¿Cansado? - preguntó Katniss cuando se tumbó a su lado en la cama al salir de la ducha

Se habían pasado toda la mañana y gran parte de la tarde en el colegio de Okahandja jugando, dibujando y trabajando con los niños.

Para cuando habían vuelto al hotel, Mark había llamado a Katniss para decirle que Huilen, una chica de 17 años que vivía en la residencia, había roto aguas y había comenzado el trabajo de parto.

Katniss y Peeta habían ido al hospital de inmediato y habían estado junto a la joven hasta que dio a luz al pequeño Nahuel.

Ahora, pasada la medianoche, finalmente se habían metido en la cama.

- Es extraño - confesó Peeta atrayéndola al círculo de sus brazos - Físicamente me siento apaleado - sonrió haciendo sonreír también a su novia - Pero todos esos niños, así como Huilen y el pequeñajo, te llenan de una adrenalina tal, que si ahora me dijeran que debo levantarme para luchar cuerpo a cuerpo con una anaconda, lo haría sin dudar.

- Es bueno que la anaconda no habite en África sino en Sudamérica - se burló Katniss ganándose que Peeta le sacara la lengua en un gesto copiado de ella misma

- Imagínate entonces cómo sería de poderosa para haber cruzado el Atlántico y haber llegado a Namibia - se excusó haciéndola carcajear - No, en realidad es increíble estar aquí. Ver todo lo que hay por hacer. Ver que lo poco que haces es para ellos inmenso.

- No es poco lo que haces - discutió Katniss - Es lo que ellos necesitan. Tal vez para nosotros podría parecernos poco, porque por alguna razón que nunca he entendido, nos creemos merecedores de mucho más. Para Huilen, por ejemplo, el hecho de que tú estuvieras masajeando su espalda durante las contracciones, o que yo le cogiera la mano dándole ánimos cuando tenía que pujar, fue algo así como un regalo del cielo, una bendición de la cual no se creía merecedora. Por alguna razón, nosotros siempre creemos que así será para nosotros porque así es como debe ser. Todas las mujeres en Europa y en América, estamos seguras de que cuando vayamos a dar a luz, tendremos a nuestro lado a nuestra pareja y nuestra familia animándonos y ayudándonos. La vida real es tan diferente. Y no sólo aquí. ¿Sabes cuántas chicas he visto aquí parir completamente solas sin siquiera imaginar que podría ser diferente?

- Sí, lo sé. Pero aunque entiendo lo que dices y entiendo tu punto de vista, no estoy de acuerdo en que tú estés equivocada por exigir tener a tu pareja a tu lado. Tú exiges lo que todo el mundo debe tener, y no es injusto que tú lo tengas, sino que lo injusto es que ellas no lo tengan. No debemos pelear por estar en sus mismas condiciones, sino debemos pelear por que ellas estén en las nuestras. Todas las mujeres y los niños deberían estar protegidos. Y no lo están y ésa es la injusticia.

Katniss lo observaba conmovida.

- Eres un gran hombre, Peeta Mellark - dijo alzándose sobre su pecho para besarlo

- No, no lo soy - discutió él - Tú, eres una gran mujer. Tú lo eres. Y gracias a ti yo he empezado a ver cosas que antes no veía. Y no sé por qué. Era tan esnob como para ocuparme solamente de ganar dinero con mis inversiones, sin saber en realidad que haría con todos esos beneficios.

- Si aún no sabes qué hacer con tus réditos - sugirió divertida - la residencia Mags siempre ve con buenos ojos las donaciones.

- La residencia Mags puede contar con eso - rió- Y ahora voy a dejarte dormir

- ¿Vas a dejarme dormir a mí, o quieres que yo te deje dormir a ti?

- ¿Ambas dos?

Katniss sonrió burlona y tan exhausta como su novio, no tardó más que unos minutos en dormirse.

No llevaban más de cuatro horas durmiendo cuando el teléfono de Peeta repiqueteó con insistencia.

- Voy a matar a Finnick - gimió cuando pudo leer el identificador antes de contestar - Finnick, ¿sabes qué hora es aquí?

- Lo sé, demasiado temprano, lo siento - el tono pasmoso de Finnick le preocupó y se sentó en la cama

Katniss, ansiosa al ver el rostro de Peeta, se sentó junto a él.

- Finnick ¿qué sucede? ¿va todo bien?

- Sí, tranquilo. He estado intentando hablar con Katniss pero su teléfono está fuera de servicio

- Sí - reconoció - la cobertura de su compañía es un desastre. ¿Qué sucede, Finnick? - indagó preocupado

- Brutus despertó

La herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora