Capitulo 3

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- ¿Qué tal estoy? - le preguntó a Annie parándose frente a ella.

Annie había decidido viajar con Katniss. Trabajaban para la misma agencia y eran grandes amigas. Sus fechas de trabajo habían coincidido por lo que Annie no vio razón para no viajar con su amiga a Nueva York.

Annie, que estaba instalada con Katniss en el departamento de ésta, levantó la vista de su libro y la observó.

- No sé por qué le das tanta importancia a ese hombre - replicó su amiga molesta

- Quiero intentar hacer las cosas bien. Es mi padre, Annie, y aunque tú creas que es un capullo...

- ¿Acaso tú no lo crees? - le interrumpió

- Sí, vale, es un capullo - reconoció con cansancio -pero es mi padre y me gustaría intentar tener una buena relación con él. Es la primera vez que quiere verme en veinte años -confesó y sus ojos se llenaron de lágrimas

- Tienes razón, cariño, lo siento mucho. Estás preciosa - afirmó su amiga

Realmente quería causarle una buena impresión a su padre, por lo que había decidido vestirse formalmente. Sin ropa que pudiera tacharse de escandalosa, como la que llevaba siempre en las portadas de las revistas, pero tampoco con vaqueros y zapatillas, la ropa con la que más cómoda se sentía.

Vestía un traje chaqueta con una falda por encima de la rodilla y una chaqueta entallada color rosa pálido. Seria, responsable y profesional. Tal como quería que su padre la viera.

Aunque se arrepintió de haberse tomado tantas molestias en cuanto entró en la empresa con puntualidad inglesa.

La recepcionista le dijo que Brutus no estaba, pero que la recibiría el señor Mellark, el director general.

No era que Haymitch Mellark le cayera mal, todo lo contrario, él y su mujer habían sido grandes amigos de su madre, y aunque Katniss le había visto muy pocas veces desde que se había ido a vivir a Londres, siempre había sido muy amable y cariñoso con ella. Pero realmente pensó que su padre podía haber, al menos, intentado darle una oportunidad, y eso la entristeció.

Para colmo, el señor Mellark había tenido una reunión de emergencia y había pedido que lo esperara en su despacho.

Se sentó en la silla frente al escritorio vacío esperando que alguien se dignase dedicarle su tiempo. Su yo rebelde hizo acto de presencia y encendió un cigarrillo, mientras esperaba jugando al brain training en su teléfono móvil.

Nunca le había gustado fumar, pero había aprendido a dejar consumir el cigarrillo en sus dedos dándole una o dos caladas.

En Nueva York estaba prohibido fumar casi en cualquier sitio por lo que sabía que esta era su pequeña trasgresión.

Llevaba unos diez minutos allí sentada cuando sintió en sus dedos el rozar de unos dedos masculinos que le quitaron el cigarrillo.

- Lo siento, princesa, pero aquí no se puede fumar - dijo Peeta aplastando el cigarrillo en el cuenco de cristal que Katniss había cogido a modo de cenicero.

- Oh, lo siento - se disculpó con el tono de niña tonta que tan bien había aprendido a utilizar.

Se sorprendió al ver al chico que se sentaba frente a ella. Sin dudas no era Haymitch Mellark, pero era tan guapo como siempre imaginó que Haymitch debió serlo en su juventud.

- No hay problema -le respondió con un tono falsamente indulgente.

La observó fríamente, tal como si hubiera sido un insecto molesto y se sintió momentáneamente intimidada aunque lo supo disimular muy bien.

La herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora