Capitulo 67

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CAPITULO 67

GREGOR

-Cincuenta horas después-

No me di cuenta del momento en el que me quedé dormido en el suelo de la celda, con todos mis músculos adoloridos por el cansancio. Todos estos días solo han sido un borrón frente a mis ojos luego que supe lo que le pasó.

Luego de perder al amor de mi vida.

¿Cómo voy a explicarle a mi hija que su madre murió sin que yo pudiera salvarla por ser un inútil? ¿Cómo voy a mirarla a la cara sin regresar con ella junto a mí como le prometí desde que nació?

No voy a poder ver a Vivianne de la misma forma sin recordar a mi gran amor. Ella al ser la viva imagen de su madre solo me abrirá la herida con cada día que pase, creciendo como una bella princesita.

El dormir es lo único que evita que yo me vuelva a sumir en el llanto de cada noche, hundiéndome en el vacío de mi bestia. Abrazando esa única parte viva dentro de mí que evita que muera en este lugar.

-Sesenta horas después-

El sonido de la puerta abriéndose es lo que me hizo abrir de nuevo los ojos, quedándome ciego al instante debido a la falta de luz en medio de la oscuridad. Ya he perdido la noción del tiempo, las emociones por algo, en este lugar he perdido más que en Italia, todo porque este imbécil supo donde golpearme.

La luz de la habitación se encendió, cegando mi visión, obligándome a hacer muecas de desaprobación al mirar hacia abajo, buscando quitar el aturdimiento en mí.

¿Cuánto tiempo he estado aquí encadenado en la oscuridad?

— Hora de mostrarte una lección, pequeña perra. — escucho su asquerosa voz dentro del lugar, seguida de unos gemidos.

Lloriqueos, unos que conozco de toda mi puta vida.

— ¿Margery? — pregunto, abrumado por la luz en el lugar.

¿Tanto tiempo estuve dentro de la oscuridad?

El golpe seco en el suelo me alertó.

Veía, podía ver el suelo y notar unas manos pequeñas y estropeadas frente a mi campo de visión, pero no había terminado de adaptarme lo suficiente para enfocar la dueña de esas manos, solo podía guiarme por mi propio instinto en estos momentos, y ellos me gritaban con frenesí que sí era ella, que es mi mejor amiga de toda la vida la que tengo en frente, llorando.

— Vas a aprender, que conmigo no juegas ¡Puta! — grita Diego, golpeando su costado de una patada, haciéndola jadear.

Mi sangre comenzó a hervir, el fuego dentro de mí que se había extinto con su ausencia se estaba volviendo a encender con la ira de verla perfectamente frente a mí, luego de haberme adaptado a la luz. Tan rota, tan sucia y golpeada como si fuera un maldito saco de patatas. Un moretón se extendía en su pómulo derecho y eso me hizo sentir el ácido subiendo por mi garganta.

El desgraciado la estaba golpeando, o peor aún, torturando.

Sus ojos azules se encontraron con la tormenta nublada de los míos, gimoteando con muecas mientras se sostenía el costado donde la golpeó.

— Te voy a matar con mis propias manos, maldito enfermo. — le grito a Diego, intentando levantarme, sin muchos resultados, del suelo al que me ataron luego de matar a siete de sus hombres por un ataque de ira al enterarme de la muerte de Sam.

Ni siquiera la orden de Mikhail me detuvo de partirle el cuello a siete rusos cuando nos trajeron aquí la primera vez. Estaba furioso y nadie iba a detenerme en mi momento para desahogarme de todo mi dolor.

Enamorada del CEO ImbécilWhere stories live. Discover now