Capitulo 59 (Samantha)

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SAMANTHA

Cuento, desde que estoy aquí no hago otra cosa que no sea contar los sonidos en el reloj de la pared como si fuera la cosa más entretenida de todo este lugar, dejando que el segundero inunde la habitación con su sonido estresante para muchos, pero gratificante para mí.

Solo un minuto más.

Solo uno.

3:00 AM.

Las luces en el hospital se apagan, la energía se cae, como cada día a esta hora, y las cámaras quedan completamente deshabilitadas por una hora entera. La hora cero. Algo común en esta ciudad desde que están cortando las comunicaciones con todas las personas del exterior.

Saqué mis pies de la cama con una sonrisa, mirando el panorama frente a mí con nuevas expectativas ahora que si puedo comenzar a hacer mis movimientos. La ciudad a oscuras era un espectáculo digno de admirar luego de haber fingido estar en coma durante tres putos meses para que mis propias piezas cayeran donde lo necesito.

Castilla está fuera de control en la celda. Repito. Castilla está fuera de control.

Miro la radio, que le robé a Steve al llegar, en mi mano, respirando profundo para tomar fuerzas y no tirar todo mi teatro al suelo antes de empezar para ir con él. De seguro el malnacido de Diego ya le dijo sobre mi "estado" actual y debe estar devastado en donde sea que lo tengan en esta ciudad.

Fingir con Marcelo Ferro durante todo el día me provocó arcadas, mucho más cuando lo dejé besarme como si le perteneciera, pero lo dejé hacerlo porque él era la pieza que faltaba en mi plan desde que desperté la primera vez en este hospital. Es mi pase para ser libre en este territorio para encontrar a mis amigos y liberarlos.

— Ya está todo listo, señora.

Veo al doctor en la entrada, dos enfermeras lo respaldan con la mirada en el suelo, esperando mis órdenes.

— Quiero que en ese informe detalles que estoy en un estado deplorable, que soy débil y mi memoria es una mierda. — le ordeno, escondiendo la radio silenciada en el fondo falso que me instalaron en mis cajones como se los ordené — Si quieren ser libres, lo que les conviene es hacer lo que les digo y sin traicionarme. — les recuerdo, mirándolos con el ceño fruncido a todos, sin dejar espacio a la duda en mi amenaza — Aquel que me traicione morirá antes de ver la libertad.

Este doctor fue el único que notó mi mentira al tomar mis signos hace tres meses, pero para su desgracia lo notó en la hora cero de la ciudad, cuando las cámaras no sirven y cuando Diego no está prestando atención. En el instante que intentó anunciar mi despertar yo ya le había robado el bisturí de la bata y lo sometí contra la cama amenazándolo de muerte si abría la boca.

En este lugar no podía haber cavidad para la duda o el perdón, y eso fue lo que dejé atrás cuando me subieron a esa ambulancia en Nueva York y me encontraba entre la inconsciencia y la conciencia.

Llegué aquí con un hematoma en el cráneo que bajó después de dos semanas de medicación y monitoreo constante de parte de los doctores. Nunca caí en coma, nunca necesité un tubo para respirar, pero ese fue parte de mi teatro para poder escuchar toda la información que necesitaba para atacar a Diego desde adentro.

Escuchar que a las tres de la madrugada la energía colapsa y las cámaras quedan inutilizadas. Que la mansión en donde Diego se encuentra está a diez kilómetros de aquí. Escuchar como mi propia madre me vendió por un mísero millón de dólares, que se escapó de Rusia donde estaban mi hermana y mi padre porque le pareció mejor joderme la vida en este lugar.

Por eso Katie me llamó esa noche, porque esta perra nos había traicionado a todos y venía por mí. Me quería advertir para que me cuidara, pero ya estaba más que envuelta en todo esto.

En la primera visita me quedó claro para qué me querían, por información, para decirles todo lo que sé sobre los Rossi. Diego se vuelve muy lengua suelta cuando se siente el vencedor y eso le jugó en mi contra. Su siguiente objetivo era usarme para manipular a mis amigos y doblegarlos, pero la primera que iba a manipular aquí era yo y por eso esperé que mi pieza más importante llegara.

— Como usted ordene, señora. — acepta el doctor sin chistar, saliendo con las enfermeras del lugar.

Miro de nuevo a la ciudad donde crecí y dejo escapar un suspiro, cansada, derrotada. No deseaba esto, pero me obligaron a hacerlo desde que nos interceptaron en Nueva York.

Por suerte leí el informe que le dieron a Gregor ese día, el que me decía todo lo que necesitaba de este nuevo mundo.

Marcelo Ferro, el sub líder de la calabresa que desde muy niño se notó obsesionado o fascinado por la belleza helada y filosa de su hermana mayor Blanka Ferro, la mujer de Gael Jaeger, un don alemán que sostiene tratos con los Rossi desde hace diez años. Él era mi pieza principal en este ajedrez.

Pensaba manipular a la calabresa desde su sub líder para ganarme su confianza y liberar a mis amigos y darle paso a esa persona que acabará con todos, pero enterarme que Mikhail mató hace un mes a Ulises me dio vía libre para controlar desde la raíz a lo que necesito.

Todo por tener la suerte de parecerme a la hermana de ese enfermo mental. Mujer que reconozco como fuerte y aguerrida porque existir en este mundo desde el nacimiento no es algo que le desee a mí peor enemigo.

— Solo un poco más, mi amor. — digo en voz baja, mirando al norte, donde sé que se encuentra la mansión — Margery y tú tienen que aguantar solo un poco más.

Me juzgaron de modelito, mimada e inservible, pero Diego no tomó enserio todas las advertencias que estaban frente a él, no escuchó los murmullos en el pasillo y decidió ignorar mi habilidad más grande. Entre los tres, Margery y Gregor no son los únicos letales. No solo se debe tomar en cuenta la fuerza física para destruir a alguien, se necesita algo más para derrotar un ejército. Y ese algo, yo lo tengo desde hace mucho tiempo.

El desliz de Steve le costará caro, y no solo por dejarme la radio cerca cuando la necesité y me ayudó a escucharlos hacer sus planes, sino porque puedo escuchar todo lo que le comunican a Diego en toda la ciudad, estando un paso por delante de todos. Gracias a eso supe que Marcelo ya estaba aquí, y gracias a eso el tablero de ajedrez entró en acción para derrotar al rey enemigo.

¿Élquiso jugar hace un año? Está bien, yo jugaré con él. Veamos cuál de los dosmiente mejor para acabar con el otro.

Enamorada del CEO ImbécilWhere stories live. Discover now