45| Fluidos

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Kaz volvió a vomitar cuando Tom lamió su cuello, su saliva se sentía como ácido sobre su piel. Se ahogó con sus propios gemidos y se contrajo hasta que su mismo cuerpo suplicó distensar sus músculos. Lo quería hacer, pero Tom lo estaba sujetando de una manera tan dominante que no podía moverse.

Arqueó su espalda cuando Tom bajó siguiendo el aroma de sus feromonas y le abrió las piernas. Estaba tan desesperado por probarlo que su lengua lamió la punta de su pene hasta sus testículos. Mordió algunas veces su piel y se ahogó con el aroma de sus feromonas.

No controló los espasmos ni la urgencia por tener a su alfa tanto como quisiera, suplicó que lo tomara casi al mismo tiempo que Tom giraba su cuerpo.

Hundió su rostro entre sus nalgas y Kaz se derritió, condensando el aroma de las feromonas en su garganta. Se estaba ahogando, se estaba atragantando con sus gemidos, con las súplicas que su nueva necesidad provocaba.

Kaz se deslizó sobre la cama, quedando a merced de su alfa.

—Abre las piernas.

Obedeció sumiso que Tom emitió un sonido que a Kaz le erizó la piel, el calor lo abrumó, las feromonas lo drogaron tanto que su cuerpo estaba hirviendo. Se quería arrancar la piel, desnudarse hasta los huesos y gritar que deseaba ser tomado. No sabía que ya se encontraba suplicando, casi llorando por su alfa.

Tom lo penetró de golpe. Sus pieles chocaron. La saliva de Tom cayó sobre su espalda y Kaz la sintió como un cosquilleo que llegó hasta su nuca, donde creó una pequeña laguna sobre los bordes de su marca. El ardor en esa área era más intenso, más apetitoso.

No podía controlar el placer y la sensibilidad de su cuerpo, la opacidad de su mirada y el dolor que las mordidas de Tom traía sobre su piel. Kaz quiso levantarse cuando Tom lamió su nuca, pero él lo obligó a mantenerse recostado. Sus penetraciones se volvieron más fuertes, más profundas. Todo su cuerpo vibró, las descargas en sus tendones arqueaban su espalda, estiraban los dedos de sus pies y enterraban su cabeza en la bruma de unas feromonas que flotaban a su alrededor. Su voz se volvió un poco ronca con su garganta cerrándose por sus gemidos incontrolables que se escurrían de su boca al no saber controlar lo bien que se sentía estar siendo penetrado por su alfa mientras él lo sostenía contra la cama e inmovilizaba a su merced.

—Me gusta… Uh, Tommy… hazlo más profundo…

Tom gruñó, el rugido que brotó desde su diafragma paralizó a Kaz, sin embargo, eso sólo duró unos pocos segundos.

—Quédate quieto.

Kaz comenzó a removerse, le quemaba la piel, no podía ver con claridad. Los sonidos y las sensaciones lo estaban volviendo loco. Era peor cuando Tom lo penetraba y mordía.

—¡Más…! —Kaz desgarró las sábanas de la cama cuando Tom golpeó un punto sensible—. ¡Hazlo ahí, así… Ahí, Tommy…!

—Uh, Kaz… Tus feromonas se volvieron más densas.

—Tom… Me duele…

Kaz volvió a vomitar, esta vez el aroma a sangre lo hizo despertar un poco y antes de poder reaccionar Tom lo levantó y lo empotró contra la pared. Kaz sujetó su rostro antes de besarlo y saborear ese extraño sabor, su saliva brillaba.

Tom se alejó para toser un poco de sangre antes de que Kaz volviera a besarlo y mordiera su labio inferior hasta derramar el líquido que estaba recorriendo su torrente sanguíneo de forma frenética y salvaje. Con eso el omega intentó alejarse para vomitar, pero Tom agarró su rostro y lo obligó a permanecer inerte. La sangre se resbaló por la comisura de Kaz en una mezcla extraña. Tom sonrió.

La Caída de CedraWhere stories live. Discover now