13| Impotencia

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El reloj marcó las 2:31 de la madrugada.

July fue la primera persona que vio cuando una sacudida hizo que el jarrón que Kaz mantenía de adorno se cayera de la repisa y estallara en pedazos. Su mente automáticamente pensó en un bombardeo, fue como si los recuerdos que a veces se mantenían sellados se deslizaran por sus sentidos y no por sus memorias. Kaz lo sentía. Sabía que esa sensación en su piel era el miedo a ser alcanzados por una bomba, así como July se acercó y tocó su frente cuando lo vio sudar.

—¿Kaz, te sientes mal?

—Mi cuerpo está matándome…

—Mala idea para resfriarse, algo está pasando afuera.

Kaz salió de la cama, en la sala Noelia ya estaba mirando por la ventana.

—Están bombardeando algunas zonas —Noelia cerró la cortina—. El teniente Maven viene para acá.

—¡Es una orden, desalojen inmediatamente!

July fue quien abrió la puerta, el teniente tenía más personas con él.

—Tienen 5 minutos para tomar lo que necesiten e irnos.

—¿Qué está pasando? —Noelia se animó a preguntar.

—Hubo un brote entre nuestros hombres, no se pudo controlar. ¡Andando! Alfa cerrará pronto sus puertas.

A Kaz se le congeló el corazón.

Corrió de nuevo a su cuarto y tomó su mochila, las punzadas de su cuerpo le decían que algo no andaba bien, pero no podía entender a qué se debía. Cuando regresó, el teniente Maven se encontraba vomitando y pálido, algunos lo auxiliaban y otros ya se alejaban corriendo.

—Está mutando —comentó un hombre—. ¡Corran! ¡Es un infectado!

Noelia fue la más rápida de todos, empujó a Maven por los pequeños escalones y su escuadrón se metió a la casa, donde cerraron la puerta y esperaron a que el teniente se marchara siguiendo el caos.

—Us-ustedes son alfas —July abrazó a Noelia—. ¡Váyanse!

—No estamos infectados, nosotros no…

—Dijeron que iríamos a Alfa —Kaz se acercó a la ventana, el teniente ya no estaba—. ¿Es cierto que tiene sus puertas abiertas?

—Cuando se dio el brote se alcanzó a emitir una alerta, está recibiendo a quienes puedan llegar, pero sólo hasta el medio día de hoy. Si nos vamos ya seremos los primeros en llegar.

—¡No podemos irnos —chilló Noelia—. Hay muchos infectados.

Uno de los militares abrió la puerta, hizo una seña para que todos salieran y Kaz sujetó las manos de sus dos mejores amigas.

—Estás hirviendo, Kaz —Noelia le colocó su bufanda—. ¿Tienes un resfriado?

—Eso creo, mantengamos silencio, ¿en dónde está Alary?

—Lo tengo yo —respondió July—. Le puse su bozal.

—Excelente idea la de traer a dos omegas y un perro con nosotros —se burló uno de los militares.

—¿Me dices a mí que soy la única beta del puto mundo capaz de salir rodeada de alfas, omegas y un perro? —July miró enojada a los militares y Kaz se rio junto a Noelia.

—La demencia se ve de muchas formas —le dijeron.

Kaz nunca esperó volver a ver una ciudad yéndose a la ruina por mano del propio humano. Cedra estaba en llamas, los edificios que habían mantenido en pie por 20 años estaban deshechos. Los gritos, el fuego, el humo negro, esos sonidos chirriantes que taladraban sus tímpanos y la forma en la que incontables figuras iban y venían, alertaron sus cinco sentidos. Le ardían los ojos por el polvo.

La Caída de CedraWhere stories live. Discover now