3| Infectado

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Kaz gritó.

Fue apenas un hito de voz lo que brotó de su garganta antes de que el infectado le sellara la boca. Su mano cubierta de sangre le provocó más náuseas y apresuró el vómito que amenazaba con brotar desde su estómago. Inhaló el aroma a sangre, desesperado por suplicar y rogar por su vida ante un infectado que muy posiblemente se lo comería esta noche.

—No grites —el infectado susurró encima suyo—. Si te asustas así vas a arruinar tu sabor, ¿no sabías eso?

Claro, ¿por qué no lo pensó antes? Kaz quiso darse un golpe ante su desconsideración. Seguro iba a ponerse rígido antes de tiempo y el infectado no podría disfrutar de su cena. Pataleó con todas sus fuerzas, arañando al infectado mientras gimoteaba, debía llegar a la sala e informar a todos. Debía evitar una tragedia aunque terminara muerto.

—No... —musitó. Kaz volvió a ser callado por el infectado.

—¿Piensas que voy a comerte? —el infectado sonrió y deslizó su mano por su piel desnuda, le daba repulsión que lo tocara tal y como Garret lo había tocado antes de...

Antes de terminar muerto.

Estaba llorando. Temblando. Quería gritar. Correr por su vida. Sus ojos empañados de lágrimas no podían fijar la silueta del infectado, tan solo podía aspirar ese áspero aroma. Penetrante. Embriagante. Kaz cerró sus ojos con fuerza cuando no entendió qué pasaba con su cuerpo.

—Desprendes este aroma tan... Joder, voy a arrancarte la carne aquí mismo si sigues haciendo eso, Kaz.

Sus lágrimas fueron bebidas por el infectado, quería zafarse, pero era inútil. El infectado tenía más fuerza y le doblaba el tamaño. Su agarre estaba a nada de quebrar sus muñecas. Kaz ahogó un grito cuando el infectado ejerció más presión y se dio cuenta de que lo estaba lastimando. Chilló una vez y su agarre disminuyó, pero eso significó que le aplastara la boca para no gritar.

—Hagamos esto, Kaz, voy a quitar mi mano y tú no vas a gritar. Vas a respirar muy lentamente y me dejarás devorarte sin moverte mucho, ¿puedes hacer eso por mí?

Pese a saber que lo mataría, asintió y el infectado le quitó la mano. Su cerebro pronto activó esa parte racional y lógica. Iba a morir de cualquier forma y tenía a un infectado extraño.

Podía hablar, la mayoría de ellos solo se limitaban a gritar y gruñir, ninguno tenía un vocabulario tan... tan perfecto.

—Ahí está, ¿ves? No era muy difícil poner de tu parte.

—Garret...-

—Vuelve a pronunciar su nombre y te voy a arrancar la lengua con mis dientes, ¿entiendes, Kaz?

Kaz tragó saliva y asintió obediente. El infectado estuvo satisfecho con eso y se dedicó a explorar su cuerpo. Sentía tantas ganas de vomitar que no podía reaccionar ante la realidad de tener a un infectado ahí mismo. Temía por su vida, pero más miedo le daba estar respirando ese aroma tan fermentado. Las feromonas del infectado fueron tan fuertes que creyó infectarse también. Se drogó en pocos segundos y cerró sus ojos.

—Eso es... este es el aroma que olí esa noche —el infectado trepó sobre él y acarició su rostro—. Me encanta este aroma, sería un desperdicio comerte, ¿no es así?

Kaz entre abrió los ojos, sentía que tenía pegamento en las pestañas. Las feromonas del infectado eran demasiado para sus sentidos, nada comparado a lo que había olido antes.

Maduras. Penetrantes. Adictivas.

Sintió que estaba en la jungla y el infectado la recorría como un felino cazando a su presa. Kaz intentó huir, arrastrarse por la cama y fue sujetado de los tobillos.

La Caída de CedraWhere stories live. Discover now