27| Lástima

928 161 53
                                    

Atención: Este capítulo se mezcla en 2 tiempos, podría resultar confuso, pero recuerden que las cursivas se utilizan para representar el pasado, de esta forma se podrán diferenciar los tiempos.

_____


—¿De qué demonios hablas, Tom?

—Las cosas serían más difíciles para ti de ser uno, porque ya te habría abierto el estómago y sacado los intestinos —los colmillos de Tom se hicieron presentes, Kaz tragó saliva al ver que se dirigían directo hacia su cuello—. Eres consciente de mi dieta, ¿no es así? Pero te gusta ignorar la realidad de que todos los días salgo a cazar humanos que mutilo y degusto… Porque amo tanto la carne humana que no me atrevo a dejar de consumirla.

Kaz tembló, los pelitos de sus brazos se alzaron tras escuchar la verdad, aquella que le gustaba ignorar por su propia paz mental y moral.

—¿Entonces qué demonios eres…? —exigió saber—. ¿Qué se supone que eres, Tom?

Tom rio.

—Un Virus, Kaz. Si yo quisiera en estos instantes te convertiría en un Nivus, tal y como convertí a esos idiotas, ¿y eso quieres? ¿Quieres ser un Nivus, Kaz? De esa forma podremos estar juntos y no podrás irte de mi lado jamás. Amarás tanto el sabor de la carne que incluso tú rezarás para derribar ciudades enteras.

—¿Tú fuiste el que…?

Tom lo empujó hacia la puerta una vez más, el golpe en su espalda le quitó el aliento y Kaz se aferró a sus manos, quería alejar sus brazos para recuperar el aire y luchó contra el infectado que amenazaba con morderlo.

—Eres afortunado, Kaz. Si no fuera porque mi instinto me impide devorarte, tú hubieras sido el mejor festín de mi vida.

—Suéltame, Tom…

El infectado sonrió, apretó su cuello lentamente y después mordió su mejilla, no lo hizo sangrar. Ni siquiera lo lastimó, pero a Kaz se le hizo un cráter en su mente que filtró sus recuerdos junto a un abrasador instinto que había estado dormido desde que se encontró seguro dentro de las paredes de Cedra.

—Tom… ¡Suéltame! No me muerdas, no… ¡No!

—Me tienes miedo porque sabes que tengo el poder para matarte cuando yo quiera, ¿cierto? Porque nunca dejaré de ser un monstruo para ti.

—Tom, por favor, para, yo no quiero…

Tom golpeó la puerta, su puño abolló el metal e hizo que Kaz brincara lo suficiente para que sus ojos se humedecieran. La arritmia de su corazón le quitó el aliento. Su pecho subía y bajaba, inhalaba y exhalaba el aire helado, congelando su garganta. Sus recuerdos se mezclaron. El instinto lo cubrió por completo y susurró esas palabras que tanto lo habían atormentado: Sobrevive, Kaz.

Iba a morir.

—No me hagas esto, por favor. Tom… yo sólo quiero que no hagas nada malo, que no lastimes a las personas que no tienen nada que ver con esta guerra sin sentido.

—Deberías preocuparte únicamente por ti, Kaz.

El alfa volvió a emitir ese sonido, un bufido ahogado que provocó un castañeo de dientes. Hubo un estruendo en su cabeza, como si un globo hubiese explotado ahora mismo y abierto una represa sellada con la seguridad de Cedra.

—¡Suéltame!

Kaz pateó a Tom en la entrepierna, logró hacer que se tambaleara y lo vio caer al suelo antes de que ese instinto despertara por completo y le hiciera reaccionar. Tomó el arma que tenía a su lado y, sin pensar mucho al ser presa de sus recuerdos, Kaz le disparó al infectado en ambas piernas y corazón. Y corrió en busca de un refugio.

La Caída de CedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora