20| Olvido

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La noche llegó tan pronto y la fogata fue lo único que Kaz pudo ver entre toda la abrumadora oscuridad. Detrás de sus espaldas era imposible vislumbrar siluetas. July estaba sentada a su lado y a sus pies Alary dormía. William ahora estaba sentado junto a Juliana. Sus nuevos amigos se encontraban charlando, ebrios por el alcohol y felices de compartir una noche especial.

—Me encantaría que Noelia estuviera aquí con nosotros —la tenue voz de July se clavó en su corazón, Kaz tragó saliva y miró la fogata—. Estoy segura de que se habría llevado bien con todos porque todavía tenía mucho por vivir. Tenía que vivir un cuento de hadas, ni siquiera conoció a su príncipe azul y nadie la vino a rescatar cuando su vida corría peligro…

Los infectados giraron sus rostros hacia ellos. July había comenzado a llorar y Kaz la atrajo hacia sus brazos.

—Hemos perdido a muchos —la anciana habló entre suspiros—. Más de lo que puedo contar.

—Perdimos a nuestros padres —Mark masculló.

—Perdí a mis hermanos —Juliana tiró al fuego un pedazo de carbón.

—Perdí a mis nietos e hijos —continuó el anciano.

—Perdimos a nuestros padres y mejor amiga —Kaz finalizó y July se desgarró en llanto.

—Ni siquiera pudimos darle un entierro, ella… Ella fue… —se le quebró la voz, July de pronto se quedó en silencio, miraba el fuego mientras sus ojos ardían con él—. Por más que les grité ellos no me escucharon. Les grité que yo también existía, que podían venir por mí, pero… Pero de nada sirvió.

La fogata se elevó con las últimas palabras de July, el fuego estaba consumiendo la madera y el carbón sin piedad. Las chispas estallaron, violentas, frustradas por tener que arder en un solo lugar.

Kaz no pudo evitar ver a July reflejada en las brasas. Ella quería arder y quemar todo a su paso y se mantenía contenida sobre sí misma, incapaz de avanzar, incapaz de arder.

—Voy a encontrar a esos bastardos —July amenazó—. Y si nunca lo hago entonces ni los infectados harán caer esas putas ciudades como las haré caer yo.

—El peor veneno no es aquél que se crea con los ingredientes más letales, es el que se fermenta.

Es el que avanza silencioso y después estalla como una granada.

July y Juliana eran exactamente eso. Una llama a punto de arder sobre un pastizal.

Estaba seguro de que, si no hubieran perdido a Noelia, su mejor amiga en estos momentos estaría riendo y no llorando junto a la rubia. Las dos estarían aquí a su causa y no porque sintieran que ya no tenían lugar al cual pertenecer. Seguirían planeando un futuro donde enamoraban a un infectado guapo y no la caída de una ciudad.

Pero las cosas siempre terminaban arrastrando inocentes incluso ahora. Luther se había vengado de los alfas y al final no tenía intención de parar hasta que la ciudad que se había fundado para humillarlo cayera. July y Juliana no se detendrían a pensar mucho en su ética o moral y observarían porque sus corazones estaban tan heridos que no veían a los humanos como aliados.

Kaz no quería venganza. Quería justicia y eso era algo que en este mundo no existía.

—No importa cuántos años tome —Mark alzó su vaso—. Estoy seguro de que algún día voy a despertar y todo volverá a la normalidad. Mi única preocupación será levantarme para ir a la universidad y después será llegar a mi casa para quitarle a mi odioso hermano la consola.

—¿Eso será en otra vida? —Juliana bromeó—. Yo voy a preocuparme porque Kaori no se meta en problemas y Ramón sea un buen padre.

—Y nosotros nos aseguraremos de encontrar a nuestra rubia oxigenada y buscar a su príncipe azul —July sonrió—. ¿Ustedes qué harán?

La Caída de CedraOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz