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Advertencia: contenido explícito en violencia y/o lenguaje

El tiempo esperando se hizo eterno, pues el hombre tardó más de 50 minutos en recobrar el conocimiento.

Este se encontraba amarrado a una silla, al despertar miró a su alrededor y se percató de que la situación se volvía en su contra. A solo un par de metros estaba sentada la persona que le pidieron investigar, fue fácil reconocerlo por su inusual peinado.

Quién lo contrató le había dicho que era un trabajo muy fácil por lo cual aceptó sin dudar. Que ese hombre estuviera en su casa le hizo pensar que de "fácil"no tenía nada.

—Tardaste en despertar —mencionó Choso de mala gana, esa hora perdida no iba a poder reponerla. Bajó la mordaza con el fin de darle un respiro.

—¿Qué carajos quieres? —aunque el hombre estaba atemorizado, trató de mantenerse firme, sin miedo.

Eso provocó que recibiera un golpe en la mandíbula que le hizo girar el rostro, escupiendo sangre en el piso. No hubo oportunidad de poder limpiarse el rostro, debido a que estaba inmovilizado.

—Todavía no he dicho que hables —le respondió Kamo, antes de tomar asiento delante suyo—. Y por tu estupidez de no despertar pronto, esto me tomará menos de 20 minutos.

Su carácter cambió porque ahora se encontraba fastiado, el día se había echado a perder gracias al imbécil que tenía atado en la silla.

Por esta ocasión se apuraría, quería regresar pronto a casa, así que tomó el martillo y cincel que había colocado con anterioridad en la mesa.

El hombre al ver que se acercó con dichas herramientas, no pudo evitar entrar en pánico, comenzando a replantearse la idea de seguir con el trabajo.

Solo bastaba ver el rostro de Choso para percatarse de que sus palabras iban muy en serio.

El pobre sujeto no sabía en lo que se había metido, ni la cantidad más alta de dinero valdría la pena, ya que ese sería su último día respirando.

¿Por qué las mafias de Tokio le temían tanto a Choso Kamo?

La respuesta era sencilla: el único en su clase.

Un asesino.

La falta de familia, ganas de sobrevivir y sed de venganza a causa de un evento traumatico de su infancia, fueron los incentivos exactos para moldearlo como querían.

Una persona a quién se le habían apagado todas sus aspiraciones, sin vínculos afectivos y nada que perder, era el complemento perfecto para cualquier mafioso.

Choso Kamo actuaba como un perro rabioso: no mordía la mano de su dueño y atacaba solo cuando soltaban su correa.

La gente no entendía el porqué seguía órdenes, un asesino así era capaz de acabar con la organización completa, incluso a la que pertenecía, pero no lo hacía por un motivo:

Lealtad

La lealtad regia en él y eso es algo que su entorno desconocía. No podías ir en contra de quien te dio una nueva vida.

Conforme pasaron los años llegó el día más temido por todos: el dueño había fallecido, dejando suelto a su perro rabioso.

Una vez libre, infinidad de posibilidades aparecieron en su cabeza, con tan buena reputación podía sacar provecho en el negocio.

Choso optó por seguir haciendo lo que mejor sabía hacer: matar personas.

Contratar sus servicios de asesino a sueldo se consideraban un lujo el cuál pocos podían pagar, las cantidades que cobraba sobrepasaban el millón de dólares. Un precio justo ya que el trabajo estaba completamente garantizado. A pesar del costo, no siempre aceptaba realizarlos. La palabra final la tenía él, las ofertas que terminaba rechazando era porque incluían asesinar infantes o mujeres.

In The Shadows | Choso (Adapt.)Where stories live. Discover now